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Sean Fitzpatrick

Apártense, caballeros

Si el presidente de cualquier país desarrollado manifestara en el nombramiento de un ministro que "él puede hacer tan buen trabajo como cualquier mujer o mejor" podría esperarse que provocara cierto alboroto en parte de la sociedad.

La reciente designación de Carme Chacón como Ministra de Defensa ha causado cierta conmoción en todo el mundo. ¿Quién olvidará la imagen de la ministra de Defensa, una joven atractiva y en avanzado estado de buena esperanza, inspeccionando a las tropas? Tal vez el Times de Londres capturó lo más significativo del momento al titular: Move over chaps, its our turn now (Apártense, caballeros, ahora nos toca a nosotras).

El contraste visual entre doña Chacón y el cuerpo de hombres militares completamente rígido, uniformado, armado y en posición de atención fue innegablemente llamativo. La imagen ocupó la portada de siete periódicos de circulación nacional.

Más allá del nombramiento de Chacón, hubo un despliegue de elogios por parte de la prensa internacional por la composición del gabinete del señor Zapatero. Por ejemplo, el Irish Times publicó un artículo titulado Atrevido gabinete anti-machista, mientras Le Figaro se refirió a La apuesta femenina de Zapatero. Y es que no deja de ser un hito tener 9 ministras de 17 y la primera mujer ministro de Defensa en la historia del país. No cabe duda que las mujeres continúan estando muy poco representadas políticamente en todo el mundo.

Consideremos el caso de los Estados Unidos, donde actualmente en el Senado el 16% son mujeres y en la Cámara de los Representantes esta cifra asciende al 17%. Por su parte, en Gran Bretaña sólo el 20 % de los parlamentarios son mujeres, situándolo en decimosexto lugar en la lista de países de la Unión Europea. Y únicamente 6 de los 23 ministros son mujeres. En Alemania, el porcentaje femenino es del 32% en el Reichstag y cuentan con seis ministras en el Gobierno. En España, en cambio, en este momento las mujeres componen casi el 37 por ciento del parlamento.

El listado en Europa está encabezado por Suecia, con una representación femenina en el parlamento del 47 por ciento, después de haber introducido lo que se conoce como el "sistema de cremallera", según el cual si un hombre ocupa la principal posición en un partido, la segunda posición debe ser ocupada por una mujer, la tercera por un hombre y así sucesivamente. El principio de "cada segundo puesto para una mujer" ya se encuentra bien arraigado no sólo en Suecia sino en todos los países nórdicos. Finlandia, Dinamarca y Noruega están todos entre los 10 países del mundo con mayor proporción de mujeres en sus asambleas legislativas.

España no es el primer país europeo en tener una mayoría femenina en el gabinete ni una mujer ministro de defensa. Ese honor corresponde a Noruega, donde actualmente diez de 19 cargos ministeriales son encabezados por mujeres, incluidos la defensa, las finanzas y el petróleo. Noruega cuenta con una ley de igualdad de género que exige que todos los comités de nombramiento público, incluido el gabinete, deben estar compuestos al menos por un 40% de hombres y un 40% de mujeres. Esta norma fue extendida en el 2004 a las empresas estatales. Luego, en 2006, el Gobierno le impuso un ultimátum a las sociedades anónimas de Noruega: antes del 1 de enero de 2008 el cuerpo directivo de las compañías debía contar con una cuota femenina de por lo menos el 40 por ciento, bajo pena de ser clausuradas. Estas normas tipo 40 por ciento resultan ya familiares para la mayoría de los españoles.

Las cuestiones de igualdad de género incitan al debate apasionado. Sin embargo, es necesario su análisis racional. Debería estar claro que el nombramiento de la señora Chacón no se basa en el mérito, sino en un astuto esfuerzo político de ejercer discriminación positiva. Al cuestionarle sobre el nombramiento, el propio señor Zapatero expresó que Carme Chacón "lo puede hacer exactamente igual que un hombre o incluso mejor" y declaró su orgullo de ser el primer presidente en tener una mujer ministro de Defensa. En cambio, si el presidente de cualquier país desarrollado manifestara en el nombramiento de un ministro que "él puede hacer tan buen trabajo como cualquier mujer o mejor" podría esperarse que provocara cierto alboroto en parte de la sociedad. Resulta que una "sociedad moderna" simplemente no aceptaría este lenguaje.

Resulta poco serio afirmar que la señora Chacón es la persona más cualificada para el trabajo, así que necesitamos una explicación alternativa que justifique su nombramiento. La teoría económica del Public Choice sugiere que los políticos actúan con el fin de obtener el poder o mantenerse en el mismo y ser reelegidos. (No les perjudica que, en el ínterin, aprovechan para promover otros intereses personales y tallar algún legado.) Con estos fines, es natural que se atiendan intereses especiales como medio de asegurar el apoyo popular. A pesar de que podría ser políticamente astuto el responder a grupos de intereses especiales, el hacerlo implica importantes costes que necesitan ser identificados. De hecho, parece ser la opinión unánime entre los economistas es que la meritocracia es una forma mejor de satisfacer las necesidades y deseos de una sociedad que a través de intereses especiales.

La discriminación positiva debe considerarse como otro medio de complacer a grupos de intereses especiales. En este caso, el grupo de interés especial se compone por las mujeres votantes. Por supuesto, la discriminación positiva puede ser disimulada con un lenguaje bonito; puede referirse a ella como "la promoción de la igualdad" o una manera de "corregir los errores del pasado", argumentos presentados con frecuencia por el señor Zapatero.

Pero, al igual que todas las políticas pergeñadas para satisfacer a ciertos intereses especiales, la discriminación positiva puede tener resultados muy indeseables para una sociedad. Sin embargo, los políticos suelen tomar decisiones basadas en análisis de costes y beneficios propios. Es poco probable que Zapatero se gane la antipatía de muchos votantes por sus decisiones ministeriales, así que no va a incurrir grandes costes políticos. Y el beneficio está bastante claros: un incremento del apoyo femenino. La verdadera cuestión no es por qué los políticos están recurriendo a las mujeres, sino más bien por qué les ha llevado tanto tiempo llegar a las mujeres votantes. En esta noble búsqueda de la igualdad, sin embargo, no hay que perder de vista la eficiencia y la meritocracia.

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