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Ardor guerrero

No le ha temblado la mano cuando ha dado instrucciones a la Armada para que no persiguiera a los piratas que habían secuestrado a la tripulación del pesquero Playa de Bakio.

El diario ABC ha confirmado lo que esperábamos oír. Nuestro presidente, una vez más, ha dado al mundo una lección de valor político al asumir la responsabilidad de otra retirada apresurada, a sabiendas de las injustas e interesadas críticas que lloverán sobre él. No le tembló la mano al ordenar que nuestras tropas desplegadas en Irak abandonaran aquellas tierras, destrozando una división formada por contingentes de distintas naciones e ignorando los compromisos contraídos. No le ha temblado la mano cuando ha dado instrucciones a la Armada para que no persiguiera a los piratas que habían secuestrado a la tripulación del pesquero Playa de Bakio.

Sabedor de que muchos ansiaban un escarmiento sobre aquellos delincuentes que habían osado secuestrar, pedir un rescate y mostrar al mundo que se puede jugar con el nombre de España sin coste alguno, ha sido fiel a sus valores y creencias y ha cedido a pesar de los pesares. No ha llegado a la Moncloa para ser uno más que se pliega a los caprichos del momento; para eso ya está Rajoy. Fiel a su conciencia ha dado un nuevo ejemplo a todos de cómo hay que afrontar los grandes retos que tiene ante sí la sociedad internacional.

Hay quien le recuerda que tenía un mandato del Congreso para dar protección a nuestros barcos. Pero la defensa de los intereses nacionales ya no es tal, porque Nación, como todos sabemos, es una cuestión "discutida y discutible". En realidad, nación es en sí un concepto reaccionario donde los haya, un ejemplo de todo lo que tenemos que superar a lo largo de la centuria recién nacida. El siglo XXI ha de ser el momento del gran salto adelante del multilateralismo. De ahí que la responsabilidad de vigilar esas aguas corresponda a Naciones Unidas, OTAN o Unión Europea.

Más de uno le reprocha no haber perseguido a los piratas que, tras el secuestro, se quedaron con el parné. Un rescate que, a estas alturas, no sabemos si quien lo pagó fue el armador o el conjunto de los españoles. Otro ejemplo de ese pensamiento reaccionario que todavía impregna nuestra sociedad. A pesar de los esfuerzos que se vienen haciendo desde la escuela, todavía perviven en nuestra cultura colectiva resortes de violencia. ¡Cuándo seremos capaces de comprender que la violencia sólo genera violencia! ¡Que la fuerza no soluciona los problemas sino que los agrava! Como nuestra vicepresidenta nos ha explicado con paciencia franciscana, hemos asistido a un ejercicio de nueva y regeneradora diplomacia. El aparato del Estado se ha puesto al servicio del pago de un rescate para garantizar que se realizara sin mayores contratiempos.

No nos cabe duda de que por fin España está dando un ejemplo al mundo de cómo actuar ante situaciones complejas. Muchos no lo entenderán, como tampoco podrán comprender que la sociedad española apoye casi sin reservas al Gobierno en lo que ellos consideran simplemente un caso de dejación cobarde ante el chantaje de unos delincuentes comunes. No importa. El tiempo dejará a cada uno en su sitio. Al final resultará evidente que la Nación es un término anacrónico y definitivamente superado; que el Estado está para garantizar los servicios sociales y poco más; que las Fuerzas Armadas están para escoltar pesqueros y realizar acciones propias de una ONG y no para pegar tiros a delincuentes, terroristas u otros ejércitos. ¡Ay de ti, Francia, que te resistes a reconocer lo obvio y te empeñas en seguir siendo una gran potencia!

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