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Israel a los 60

Ahora que es el cumpleaños de Israel, el mejor regalo que Occidente podría hacerle sería dejar de presionar en la dirección errónea e invitar a Israel a que se una a los clubs donde todos nosotros pertenecemos.

Esta semana se cumple el sesenta aniversario de la creación del estado de Israel. Han sido seis décadas de lucha por la supervivencia. Israel nació de la mano de la ONU, como una suerte de compensación al pueblo judío por el horror sufrido a manos de los nazis, pero rápidamente se le dejó abandonado a su suerte, rodeado de enemigos que ponían en cuestión su derecho a existir, y aún lo siguen haciendo.

Sesenta años después de aquel acto, Israel sigue librando la batalla por su existencia. Hasta ahora ha sido capaz de prevalecer frente a sus enemigos, pero el panorama estratégico está cambiando, al igual que la realidad social israelí. ¿Seguirá existiendo dentro de 60 años? No es una pregunta meramente académica.

La cuestión palestina sigue ahí y cada día que pasa más compleja de resolver por mucho plan de paz que se ponga encima de la mesa. Se quiera o no, la historia no se ha detenido para los palestinos y sus demandas de volver a fronteras que nunca fueron tales, como las del 67, no sólo son ridículas, sino que impiden cualquier progreso de verdad hacia un arreglo final. Israel tiene el deber de defender a sus ciudadanos y necesita contar con unas fronteras defendibles para ello. Cualquier otra cosa sería demandar a las autoridades israelíes algo que nadie en su sano juicio se impondría a sí mismo.

En segundo lugar, la cuestión palestina se ha ido transformando de un asunto nacionalista en un problema religioso y civilizacional. Hamás no es una fuerza política cualquiera. Al Qaeda, en su guerra contra Occidente, comienza también a acercarse peligrosamente a las puertas de Israel. Tercero, la frontera norte, con Líbano y Siria, puede complicarse malamente. La estabilidad política libanesa está en entredicho y es prisionera de la voluntad de Hezbolá, organización que no ha dejado de reconstituirse militarmente desde la guerra de 2006. Siria oscila entre el diálogo discreto y la amenaza abierta, preparándose simultáneamente tanto para lo mejor como para lo peor. Los descubrimientos sobre su planta nuclear alimentada por los norcoreanos no deben dejar dudas al respecto. Cuarto, Irán. Para gente como Ahmadineyad el reloj no avanza para Israel, sino que está en su cuenta atrás. Si los ayatolás se hacen con la bomba atómica, Israel se tenderá que enfrentar a una grave amenaza existencial, con nuevos métodos y nuevos riesgos.

Israel está en el Oriente Medio, pero es un país occidental. Y como tal sufre de los mismos riesgos y amenazas que todos nosotros, además de las suyas propias. Desgraciadamente, garantizar su supremacía regional puede que no sea suficiente para asegurar su libertad, seguridad y prosperidad en los próximos años. Pero si Israel cayera víctima de una agresión, si Israel desapareciera, todo Occidente pagaría las consecuencias. Habría caído la primera y fundamental pieza de nuestra cultura, Historia, religión y forma de vida. Occidente se estaría condenando a sí mismo.

Por eso, ahora que es el cumpleaños de Israel, el mejor regalo que Occidente podría hacerle sería dejar de presionar en la dirección errónea e invitar a Israel a que se una a los clubs donde todos nosotros pertenecemos. No puede seguir siendo una nación marginada. Hace ahora tres años apoyamos la opción de que la OTAN aceptara a Israel como miembro. Hoy seguimos creyendo en ella. Es más, cuanto antes la hagamos realidad, más probable es que podamos celebrar este acontecimiento dentro de otros sesenta años. Israel se lo merece. Occidente lo necesita. Ya.

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