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John Stossel

La vanidad de los reguladores

Deberíamos darle una vuelta a la premisa de que las inspecciones del Estado nos mantienen seguros.

Las compañías aéreas le matarán a menos que el Gobierno las vigile de cerca. O al menos eso es lo que parecen creer muchos políticos y periodistas.

"El resultado de la falta de inspecciones y del fracaso de las fuerzas del orden (la Administración Federal de Aviación) es que el pasaje ha estado volando inseguro, carente de las condiciones mínimas y con peligro para sus vidas", ha afirmado James Oberstar, presidente del Comité de Transportes de la Cámara de Representantes. "La Administración Federal de Aviación ha mostrado de forma evidente una peligrosa y arrogante falta de respeto hacia la aplicación de las normas de seguridad", ha asegurado la senadora Hillary Clinton. Y Lou Dobbs, de la CNN, se preguntó "si las líneas aéreas están anteponiendo los beneficios a la seguridad del pasaje".

Permítanme poner las cosas claras. ¿Es el Estado la única razón de que las líneas aéreas se preocupen por la seguridad? Es decir, si el Estado no actuara, ¿acaso compañías multimillonarias pondrían en peligro a millones de pasajeros haciéndoles viajar de manera insegura en aparatos de 50 millones de dólares? Los medios y los políticos sugieren que las líneas aéreas recortarían sus gastos al máximo para ganar dinero, pero ¿exactamente cómo pretenden que funcione eso en la práctica? Estrellar aviones es el camino a la quiebra, no a los dividendos.

Pero la seguridad aérea se ha unido a los descubiertos hipotecarios y al calentamiento global como las "crisis" del mes. Los populistas de la política y los medios obtienen audiencia asustando a la gente para que piense que volar es peligroso. Los políticos quieren más poder y atención; la prensa ignorante está genuinamente asustada.

La última "crisis" se desencadenó cuando la Administración multó a Southwest Airlines, que tiene un historial impecable en materia de seguridad, con 10,2 millones de dólares por pasar por alto los plazos de inspección. Cuando el congresista Oberstar criticó a la Administración Federal de Aviación (FAA) por ser demasiado favorable a las compañías aéreas, la agencia procedió inmediatamente a sobreactuar. Comenzó una "auditoría a nivel sectorial en la que los inspectores de la FAA se propusieron encontrar algo, cualquier cosa, que demostrase a Oberstar y los demás supervisores del Congreso que la agencia estaba a la altura de su tarea de hacer cumplir los requisitos federales de mantenimiento al pie de la letra", informó el Wall Street Journal. El resultado fue la cancelación de 3.300 vuelos de American Airlines y el abandono en tierra de 250.000 pasajeros durante varios días mientras 300 aeronaves MD-80 eran desmontadas para inspeccionar su cableado.

American Airlines realizó algo hasta entonces infrecuente e incluso heroico. Criticó a la agencia que lo regula por cambiar de pronto los protocolos de inspección en modos que tienen poco que ver con la seguridad. "No sabemos cuáles son las normas", decía el jefe de un equipo técnico de aviónica de American. Algunas normas se contradicen entre sí, manifestó la aerolínea. La FAA cuestiona las declaraciones de American, pero el New York Times informa de que "John Goglia, un experto de mantenimiento y antiguo miembro de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte manifestó que en realidad las normas han cambiado... Las diferencias con lo que estaba haciendo de American, decía, son tan pequeñas que 'esos aparatos habrían podido volar durante el resto de su vida útil sin que esos cables hubiesen supuesto ningún problema'."

¿Qué hay de las afirmaciones alarmistas de que la FAA ha sido laxa a la hora de implementar sus propios procedimientos? Si las denuncias son ciertas, entonces ¿dónde están los cadáveres? La mejor prueba de que la FAA es innecesaria es asumir que ha sido laxa y después observar que el transporte aéreo, aun siendo más utilizado que nunca, nunca ha sido más seguro. Deberíamos darle una vuelta a la premisa de que las inspecciones del Estado nos mantienen seguros.


Clifford Winston y Robert W. Crandall, de la Brookings Institution, escriben que "el problema fundamental de la mayor parte de la regulación es que la agencia reguladora no dispone de información, flexibilidad e inmunidad suficientes frente a la presión política para regular de manera eficaz el comportamiento de las compañías. Afortunadamente, el mercado y, en algunos casos, la cadena de responsabilidades proporcionan suficientes incentivos a las compañías para comportarse de forma socialmente beneficiosa".


Para ver quién regula la seguridad aérea haga un experimento mental sugerido por el economista Donald Boudreaux, de la Universidad George Mason, que bloguea en Café Hayek:

Suponga que todas las normas estatales para las aerolíneas fueran abolidas hoy. ¿Supone el congresista [Oberstar] que los directivos de la aerolínea despedirían mañana a todos los inspectores y al personal de mantenimiento, indiferentes ante la perspectiva de perder activos multimillonarios en terribles accidentes? ¿Acaso no se da cuenta de que las líneas aéreas con un deficiente historial de seguridad tendrían dificultades para atraer clientes? ¿No es consciente de que las aseguradoras de las aerolíneas poseen incentivos de peso para trabajar conjuntamente con las compañías aéreas y así mantener la seguridad en el transporte aéreo en niveles óptimos? En resumen, ¿es Oberstar realmente tan corto como para pensar que las líneas aéreas solamente serán seguras si están reguladas por el Estado?

Sí, yo creo que sí. Y desgraciadamente, la mayor parte de sus colegas, y de los míos, también.

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