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EDITORIAL

Luz de gas, o la ocultación de la deriva ideológica

Si tuvieramos que dar credibilidad a Gallardón, San Gil se plantó por diferencias de criterio fundamentales que, en realidad, sólo existían en la engañosa y enfermiza imaginación de la dirigente vasca

Nada más conocerse la decisión de María San Gil de abandonar el equipo encargado de redactar la ponencia política para el congreso del PP, advertimos desde estas páginas de la posibilidad de que, antes de hacerla pública, el resto de los ponentes "corrieran a limar algunos de los aspectos más inadmisibles" de la misma con el objetivo de "hacer pasar por exagerada o integrista" a San Gil y a las "diferencias de criterio fundamentales" que la dirigente vasca alegó en el momento de su renuncia. Esa "luz de gas contra María San Gil" –como días después la bautizaría con gran acierto el diario El Mundo– se consumó plenamente al presentar finalmente el resto de los ponentes una ponencia totalmente acorde con los criterios de San Gil y con los principios que ha venido defendiendo el PP.

Este lunes, el ex presidente del PP vasco Carlos Iturgaiz ha vuelto a denunciar todas estas maniobras que tratan de hacer pasar a San Gil como una exagerada o una desequilibrada al señalar que "algunos han intentado que San Gil pase de ser Juana de Arco a Juana la Loca". Y no le falta razón, si observamos también las declaraciones que este lunes ha hecho a su vez Ruiz Gallardón, para quien "si hubiese una diferencia entre las ideas y los principios" de María San Gil y la dirección del partido "estaríamos ante un problema difícil de resolver", pero "esto no es así", según el alcalde de Madrid, pues los "mismos valores" de la dirigente vasca "los identifico en la dirección del partido y en Rajoy". Lo dicho. Que si San Gil se plantó fue por "diferencias de criterio fundamentales" que, en realidad, sólo existían en su engañosa y enfermiza imaginación.

Que los impulsores de la política de aproximación a los nacionalistas y de esta luz de gas no quieran ver ni que veamos esta vergonzante posición y lo que ella supone de deriva ideológica y estratégica para el PP es hasta cierto punto normal. Más preocupante es la postura de aquellos que, aun cuestionando la continuidad de Rajoy al frente del PP, aseguran no percibir las graves discrepancias de carácter ideológico que existen en el partido ante este crucial dilema de acomodarse o hacer frente al "cambio de régimen" que impulsa Zapatero de la mano de los nacionalistas. Se trata de unas discrepancias de carácter tanto estratégico como ideológico de primer orden, y que van mucho más allá que una cuestión de management o de falta de liderazgo por parte de Rajoy, por mucho que se beneficien de ellas.

Lo cierto es que, tras ser injustificadamente cuestionado por algo tan ajeno a los principios como son los resultados electorales, Rajoy no sólo no ha puesto en vereda sino que ha cedido a las pulsiones de quienes dentro de su partido pretenden que olvidemos que el PNV sigue siendo la irredenta formación separatista que se subió al monte de Estella, o que CiU ha hecho suya la reivindicación del derecho de autodeterminación, o que BNG es una formación abiertamente secesionista. Y eso lo convierte en principal responsable de la deriva que supondría el proyectado acercamiento del PP a estas formaciones nacionalistas.

A pesar de la renuncia de Aznar a ejercer en mayor medida su autoritas en el seno del partido, ahí está, al menos, su advertencia en pro de "la confianza y la defensa de los principios" que "alejan el sectarismo y preservan la política frente al tacticismo que, por cierto, nada tiene que ver con la necesaria administración inteligente de un proyecto político".

Si los ponentes corrieron a dejar la ponencia tal y como la quería María San Gil no fue porque no existieran diferencias con Rajoy y con la actual dirección del partido, tal y como pretende hacernos creer Gallardón, sino porque sería ciertamente muy grave que se visualizaran. Por eso borraron sus huellas del papel, que no de sus intenciones.

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