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Algo se mueve en Oriente Medio

Siria e Israel, el más espeso de los misterios. Sobre el papel podrían intercambiar cromos con gran provecho para ambos. Que nunca lo hayan hecho demuestra las enormes dificultades objetivas.

Lo más importante del acuerdo entre facciones libanesas es la apertura de negociaciones entre Siria e Israel con la mediación de Turquía. No es que la conexión esté clara: Siria lleva muchos años diciendo que las quiere e Israel diciendo que no se niega en principio, si se dieran las condiciones adecuadas. La realidad es que no son fáciles de encontrar aunque algunas siempre están ahí, esperando ser aprovechadas, y la decisión tiene que haber sido preparada por muchas horas de negociaciones secretas, remontándose a mucho antes de la crisis de las tres últimas semanas en el país de los cedros.

Pero la coincidencia con los avatares libaneses es sorprendente, en una parte del mundo donde nadie cree en ellas y todos se mueren por una rocambolesca y bonita conspiración. Y lo cierto es que, para complacer a todos, suele haber donde elegir. Los grandes perjudicados son la verdad, la comprensión de los hechos y hasta el conocimiento de éstos, convenientemente sustituidos por las deducciones que se derivan, cual perfecto silogismo, a decir de sus promotores, de la conspiración predilecta. Las conclusiones crean las premisas.

El acuerdo libanés en Doha desbloquea la situación en el Líbano. Tras siete meses se elige presidente al único candidato en liza, cristiano como estipula la Constitución, y jefe del ejército, como suele suceder cuando no hay otro remedio. Pero puesto a la cabeza de las fuerzas armadas por los sirios y condescendiente con los imperiosos métodos de Hezbolá, hasta el punto de desobedecer las órdenes de su Gobierno. Por tanto, según momentos, unas veces es sospechoso para unos y otras para otros. Ahora la suerte está echada y a estas horas habrá sido ya elegido.

Además, Hezbolá aumenta sustancialmente el número de sus ministros, con lo que puede bloquear a placer el Gobierno. Y lo más importante: no se menciona la necesidad de desarmarlo en cumplimiento de solemnes acuerdos libaneses e internacionales. Cualquiera diría que se ha llevado la parte del león, pero hay quien dice que ha habido un poco para todos, por cuanto se ha evitado una guerra civil ¿Qué guerra civil si ninguna facción tiene un vigésimo de la fuerza de la organización chií? Lo que hay es una situación nueva en un país en donde el aliado de hoy puede ser el enemigo de mañana y viceversa, lo que hace muy azarosas las predicciones.

Siria, con un presidente libanés en principio más amigo que lo contrario y su aliado Hezbolá en posición de bloqueo, puede respirar hondo porque la espada de Damocles que durante tres años ha pendido sobre su cabeza, la investigación de Naciones Unidas sobre el asesinato de Hariri, previsiblemente quedará en agua de borrajas gracias al nuevo Gobierno. Pero Damasco siempre puede experimentar cierta inquietud de que su protegido libanés adquiera un exceso de autonomía, de la misma manera que Teherán y los chiíes libaneses del jeque Nasrallá no se sentirían nada felices de que Siria resuelva demasiado bien sus viejos problemas con Israel. Es un trío muy unido por conveniencias y en el caso de libaneses e iraníes, convicciones, pero cada uno va a su bola y ninguno es una mera marioneta en manos de los otros, de los que sin embargo no puede prescindir fácilmente.

Siria e Israel, el más espeso de los misterios. Sobre el papel podrían intercambiar cromos con gran provecho para ambos. Que nunca lo hayan hecho demuestra las enormes dificultades objetivas. Tiempo habrá de ver cómo van las cosas, pero no olvidemos que, además de a la otra pareja, sus relaciones conciernen de hoz y coz a los palestinos de todos los pelajes políticos. Y aunque las negociaciones no deben ser un fin en sí mismas, a veces sirven para vestir santos.

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