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John Stossel

La estupidez de los beneficios "inesperados"

No necesitamos una "política energética nacional" porque ya tenemos una. Se llama mercado libre.

Hillary Clinton y Barack Obama quieren subir el precio de la gasolina así como el de casi todo lo demás, además de rebajar el valor de las pensiones y los fondos de inversión de los que dependen trabajadores sindicados y jubilados. Por supuesto, ellos no describen sus planes así. No, lo que hacen es pedir un impuesto sobre los beneficios inesperados de las petroleras. Pero es lo mismo.

Gravar un "beneficio imprevisto" suena atractivo, pero los precios de las acciones se basan precisamente en esto. Añada un impuesto nuevo a los beneficios y las carteras de jubilación de la gente corriente se resentirán.

"Hillary impondrá un impuesto sobre los beneficios inesperados de las petroleras y utilizará el dinero para suspender temporalmente el impuesto federal a la gasolina de 18,4 centavos el galón y el impuesto al diesel de 24,4 centavos durante los próximos meses de máximo tráfico rodado debido a las vacaciones," reza su página web. "Seguro que ellos se lo pueden permitir," decía a su público en Indianápolis. Pero ¿quién cree ella que son "ellos"?

Obama dice: "No es justo que las petroleras estén obteniendo beneficios récord en un momento en el que los americanos comunes están en números rojos. Ese es el motivo de que impongamos un impuesto a los beneficios imprevistos de las petroleras."

Gravar los "beneficios imprevistos" es políticamente rentable, pero al final el único que paga impuestos es el pueblo. Cuando una empresa es gravada fiscalmente, el peso del impuesto recae sobre los empleados a través de menores aumentos salariales, sobre el consumidor por la vía de unos precios más elevados y sobre los accionistas con la bajada de las acciones.

¿De verdad quieren Clinton y Obama gravar a estos inocentes sólo para hacerle daño a los ejecutivos de las petroleras por sus altos beneficios? Sea como fuere, ¿qué es un "beneficio inesperado"? Cualquier respuesta resulta arbitraria. Obama dice que es el debido a un precio del petróleo superior a 80 dólares el barril. ¿Por qué no 70 dólares, o 90? ¿De dónde se saca esa cifra, de la manga?

Pero por lo menos él es lo bastante honrado como para denominar a su impuesto sobre los beneficios imprevistos "castigo". Pero ¿por qué merecen las empresas ser castigadas? ¿Es que se han portado mal? No es culpa suya que la demanda de petróleo se haya disparado debido a las economías emergentes de China y la India y que las tensiones en Oriente Medio hayan desplazado los precios al alza. No es culpa suya que las normas estatales les impidan realizar prospecciones en ubicaciones prometedoras como Alaska y la costa, y que se las humille cuando quieren construir nuevas refinerías o ampliar las antiguas. No es culpa suya que el dólar se haya deteriorado tanto.

El sector petrolero es rentable, pero no tanto como se pueda pensar. El año pasado, las ganancias medias del sector (ingresos netos por ventas) fueron del 8,3%. Y este año están bajando. Otras industrias han tenido mejores resultados. Las firmas de tabaco y bebidas alcohólicas obtuvieron unos beneficios tras reinversión de más del 19%. Sí, los beneficios de las petroleras se han disparado al crecer el precio del petróleo, pero esto es bueno para Estados Unidos. La mayor parte de ese dinero no va a parar a los bolsillos de los ejecutivos, sino a las prospecciones en busca de yacimientos nuevos. Si suprimimos ese dinero, ¿quién sale perjudicado?

No es necesario especular, puesto que contamos con experiencia en la que basarnos. "Ya probamos este plan de beneficios imprevistos en 1980", escribe el Wall Street Journal, "y el tiro salió por la culata. En 1990, un análisis del Servicio de Estadística del Congreso sacaba la conclusión de que el impuesto redujo la producción nacional de petróleo entre un 3 y un 6%."

Repetirlo no sería bueno para esas familias trabajadoras con problemas a las que Clinton y Obama dicen defender.

Los precios y los beneficios disparados animan a los inversores a asumir riesgos a la hora de encontrar más yacimientos, desarrollar sustitutos del petróleo e incrementar la eficiencia. No necesitamos una "política energética nacional" porque ya tenemos una. Se llama mercado libre. Cuando hace unos años los precios del petróleo subieron, de repente los viejos yacimientos de petróleo de difícil extracción en Oklahoma se hicieron rentables.

Una lección de economía básica: los incentivos importan. Ahora que el precio del petróleo ha alcanzado un nuevo máximo, tanto las compañías petroleras como otras muchas poseen más incentivos para encontrar nuevas fuentes de energía. Sólo eso, el funcionamiento del tándem beneficios-estímulo, forzará a la baja el precio del crudo. Interferir en el mercado podrá ser bueno para los políticos, pero perjudica al resto.

En Libre Mercado

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