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Martín Krause

Rebelión fiscal y calidad institucional

En buena medida, todas las grandes transformaciones institucionales que han ocurrido en la historia, al menos la de Occidente, son el fruto de una rebelión fiscal o, al menos, ésta ha sido un componente importante.

Pese a los dramáticos momentos por los que pasa la Argentina en estas semanas, es posible tener una visión optimista si miramos el conflicto de los productores agrícolas –quienes protestan contra los impuestos a la exportación– con una perspectiva de largo plazo. En buena medida, todas las grandes transformaciones institucionales que han ocurrido en la historia, al menos la de Occidente, son el fruto de una rebelión fiscal o, al menos, ésta ha sido un componente importante.

Según Edward Gibbon (Historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano), si bien fueron las invasiones bárbaras las que dieron fin al imperio romano, la verdadera causa de su extrema debilidad se debió al aumento del gasto público, los controles a la economía y la degradación de la moneda durante el imperio de Diocleciano y la consiguiente y generalizada evasión impositiva.

Algunas historias, que nos resultan familiares, tienen un trasfondo de rebelión fiscal. Según Charles Adams (Para bien y mal: El impacto de los impuestos en el curso de la civilización), Lady Godiva se paseó desnuda sobre un caballo por el pueblo de Coventry, apelando a su marido para que redujera los impuestos que había introducido en el condado. Éste, cansado de su insistencia, le dijo que sólo lo haría si ella se paseaba desnuda. Godiva obtuvo la eliminación del impuesto.

También es famosa la puntería de Guillermo Tell, quien disparara con su arco a la manzana sobre la cabeza de su hijo. En 1240, los cantones de Schwyz y Uri fueron liberados de las obligaciones fiscales con el Sacro Imperio romano, pero unos años más tarde los Habsburgos desconocieron la independencia de estos cantones y en 1273 enviaron a los recolectores de impuestos. Guillermo Tell encabezó entonces la rebelión fiscal contra los impuestos.

Las "cartas" que restringían los poderes fiscales eran muy comunes en la Edad Media. Pero, sin duda, la más importante de todas ellas es la Carta Magna. El rey inglés Juan sin Tierra tenía serios problemas fiscales. El Papa lo había excomulgado por apropiarse de tierras de la Iglesia, había sido expulsado del norte de Francia y su hermano, Ricardo Corazón de León, había sido secuestrado al regresar de las Cruzadas y pedían un importante rescate. Juan incrementó el tributo a la tierra (tallage) y el que permitía evitar el servicio militar a favor del rey (scutage), pero los barones lo enfrentaron en Runnymede, en las afueras de Londres, y lo obligaron a firmar la Carta Magna, el 15 de junio de 1215.

Este documento se convirtió en paso esencial para la evolución de la democracia moderna, fue el nacimiento de un incipiente parlamento, incluía buena parte de los que ahora llamamos "derechos humanos" y estableció la famosa sentencia "no taxation without representation" (no habrá impuestos sin que los voten los representantes).

Que los productores agropecuarios argentinos hayan forzado el tratamiento de las retenciones a las exportaciones en el Congreso es un paso similar que muestra que las rebeliones fiscales han sido importantes como limitaciones al poder y fuente de las instituciones modernas que ponen límites a la discrecionalidad de los gobernantes.

La mejora de la calidad institucional, no obstante, no se agota con este solo paso. La mayoría puede votar por impuestos expropiatorios a minorías, por lo que el Congreso, o la Corte Suprema, deben establecer que los impuestos deben ser "generales". Y el Congreso debe recuperar una función que nunca debería haber relegado. En definitiva, podría ser que, después de tanta tozudez, los argentinos terminemos mejorando nuestra calidad institucional.

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