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Regina Otaola

Lo siento, pero yo discrepo

No se puede confundir radicalidad con defender abiertamente y de forma clara la Constitución Española, que es al final lo que defendemos los tildados ahora de “radicales”

 
Hace un par de meses sostuve que la crisis del PP tenía que ver con las personas, la estrategia y los principios del partido, porque todos estos elementos son los que deben ser considerados cuando hablamos de la acción política de un partido. Todos estos elementos configuran el proyecto del partido. Y este proyecto ha de ser defendido con liderazgo.
 
Parto de la premisa de que un partido está formado por personas de diversa índole, capacidad, preparación, personalidad... unas más pragmáticas que otras, pero todas necesarias y válidas para que un partido siga adelante. Junto a las personas, lo importante es tener un proyecto que pueda defenderse abiertamente, sin complejos, llamando a las cosas por su nombre. El tono del mensaje puede ser más o menos brusco pero el fondo del proyecto ha de ser claro. Porque un proyecto que ilusione tiene que ser defendido con claridad, con convencimiento y coraje, que no es lo mismo que defenderlo con violencia verbal o física (o ambas).
 
Al respecto, si los que formamos el PP Vasco creemos en España, ¿por qué no aparece "España" en toda la Ponencia política? ¿Da vergüenza hablar de España como Nación o se omite para no disgustar a los nacionalistas? Ellos deben de estar encantados, desde luego, porque han conseguido que ya ni el PP se atreva a hablar de España con reconocimiento. Ya han ganado una de las últimas batallas que quedaban por librar en el País Vasco.
 
Por mi parte, no me hago siquiera a la idea de un PP diseñado de cara a la galería, a una galería poblada de extremistas nacionalistas y de izquierda, compañeros de viaje de un Partido Socialista excluyente y totalmente alejado de las demandas reales de los españoles.
 
Por lo mismo, me parece censurable la manera en la que se está echando o dejando en la cuneta a personas valiosas que han trabajado para que el PP llegara a donde ha llegado. Ni estas personas, con María a la cabeza, ni otros muchos que seguimos por ahora en el PP somos radicales, extremistas, duros o inmoderados.
 
Porque los extremistas no hacen bandera de la defensa de la Libertad, la Democracia y los derechos individuales a la vida, a la propiedad privada y a la libertad de expresión. Y tampoco debe ser entendido como radical el defender un País Vasco como parte de España, la derrota sin concesiones de los terroristas o la denuncia del "cordón sanitario" aplicado al PP por el resto de las fuerzas políticas de la mano de ETA (esto es lo que consagra tanto el Pacto del Tinell como el "proceso de paz").
 
Mantener estos principios hace del PP un partido auténticamente democrático, en el que los ciudadanos pueden confiar para encomendarle el Gobierno. De lo contrario, si esto es radicalidad, todo el PP hasta ahora ha sido radical, incluidos nuestros votantes, y sobre todo los 400.000 votantes más (respecto a 2004) que apostaron por el PP el 9-M. No se puede confundir radicalidad con defender abiertamente y de forma clara la Constitución Española, que es al final lo que defendemos los tildados ahora de "radicales".
 
Además, es incomprensible que se hable ahora de "nuevo PP", mientras en la práctica se cuenta con las personas de siempre, y que se pretenda una apertura del partido "al exterior" mientras a los de dentro se les cierra la puerta, sólo por el hecho de discrepar políticamente de la línea que se pretende imponer al partido. De la "no-línea", más bien, si nos atenemos a la ponencia política del PP Vasco.
 
Mantengo la opinión de que en democracia es bueno discrepar, porque ésa es la base en la que se sustenta el sistema como régimen plural de expresión y participación política. Como digo siempre, el pensamiento único no tiene cabida en una democracia, es la perversión misma de la Democracia. De forma que los discrepantes deberían concitar el respeto de los demás, por lo menos, y también la atención, en el caso que nos ocupa, de los que aspiran a ejercer el liderazgo de un partido como el PP Vasco.
Pero, sin embargo, ante los retos acuciantes a que nos enfrentamos en la hora actual, el PP Vasco sólo parece dispuesto a confundirse con el paisaje mientras espera a que la probable caída de Ibarretxe alumbre un "nuevo PNV", o por lo menos depare un escenario distinto en el País Vasco. La mejor traducción de esta actitud la representa el siguiente punto de su ponencia política:
En el Partido Popular establecemos el derecho de los vascos a seguir compartiendo la decisión, como ciudadanos iguales, con la convicción profunda de que la decisión compartida es siempre más rica y hace más fuertes a aquellos que participan de ella.
Así que, desde este mismo momento, al "derecho a decidir" del PNV de Ibarretxe, Urkullu y Egibar, y al "los vascos serán los que ellos decidan" de Eguiguren, López y Rodríguez Zapatero, el PP de Alonso, Barreda y Basagoiti piensa oponer "el derecho de los vascos a seguir compartiendo la decisión", porque "compartir nos hace fuertes". ¿Compartir el qué, con quiénes? ¿Compartir España con los vascos o "el derecho de decisión" con los españoles? Pues eso es lo triste: que no queda para nada claro. El círculo se cierra, y con nosotros dentro.

En España

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