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EDITORIAL

Los retos del PP vasco

Hacen bien quienes como Regiona Otaola han preferido no otorgar su voto a Basagoiti. Su prevención está justificada tanto por el maltrato a San Gil como por la reciente retórica sinuosa de algunos dirigentes del PP vasco

A primera vista, el congreso del PP del País Vasco concluye de forma más satisfactoria que los recientes cónclaves populares catalán y balear. Pese a las ausencias de Mayor Oreja y María San Gil, referencias obligadas e imprescindibles no sólo para el PP vasco, sino para el de toda España, Antonio Basagoiti parece haber alcanzado un cierto nivel de consenso entre la nueva línea marcada por Génova y sus críticos. El relativamente alto grado de apoyo alcanzado por el nuevo presidente del partido y la inclusión en la ponencia política de las exigencias de María San Gil y Santiago Abascal indican que al menos en este caso la nueva dirección del PP ha preferido guardar las formas.

Por otra parte, el discurso de Basagoiti, en el que no han faltado las denuncias al PNV, un compromiso con el mantenimiento de los valores del PP y el reconocimiento explícito a la labor de San Gil, se aparta del tono despreciativo de algunos de sus colaboradores más cercanos. Además, la presencia de varios miembros del sector crítico en los órganos de deliberación garantiza que su voz será oída. Un desenlace más positivo y esperanzador que el del congreso nacional de Valencia, y desde luego mucho mejor que el autoritarismo y las vergonzosas componendas que marcaron los congresos regionales del PP celebrados el pasado fin de semana.

De todas formas, hacen bien quienes como Regina Otaola han preferido no otorgar su voto a Basagoiti. Su prevención está justificada tanto por el maltrato a San Gil como por la reciente retórica sinuosa de algunos dirigentes del PP vasco. Si de verdad existe un deseo de rectificación por parte de los oficialistas, que lo demuestren con los hechos. No les faltaran ocasiones de hacerlo de aquí a las próximas elecciones autonómicas, que se presentan reñidas entre un PNV capaz de todo con tal que seguir en el poder y un PSE que a día de hoy poco tiene que ver con el proyecto constitucionalista impulsado por el defenestrado Redondo Terreros.

En medio del engañoso juego de disfraces en que puede convertirse la política vasca en los próximos meses, con un PNV abocado a la apropiación del discurso más radical en pos de su supervivencia como partido de Gobierno y un socialismo dividido entre la obligada crítica al nacionalismo y las necesidad de apoyo parlamentario de Rodríguez Zapatero, Basagoiti debe convencer al mayor número posible de vascos de que la auténtica alternativa al separatismo no se encuentra en un PSE manchado por la negociación con los terroristas, sino en un PP coherente con la defensa de la libertad y de la igualdad ante la ley. En otra palabras, la fuerza del PP no reside en presentarse como un complemento útil, sino como el auténtico voto útil que signifique el principio del fin de décadas de miedo, exclusión y abuso de poder por parte de los nacionalistas.

Frente al nacionalismo descafeinado de los socialistas, el nuevo presidente del PP vasco y su equipo deben interpelar directamente a la mayoría constitucionalista que existe en el País Vasco y enfrentar al PSE con sus contradicciones e imposturas, tal y como hicieron en el pasado Mayor Oreja y María San Gil. Para ello Basagoiti deberá demarcarse de los complejos de la nueva dirección del PP nacional. Veremos si es capaz de hacerlo.

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