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John Stossel

Ratificado el derecho a la autodefensa

Los redactores de la Segunda Enmienda no dijeron: "El pueblo tendrá el derecho a tener y llevar armas." Escribieron que "el derecho del pueblo a tener y llevar armas no será transgredido".

"Revoquemos la Segunda Enmienda", editorializaba el Chicago Tribune. "El jueves el Tribunal Supremo se quedó a un paso de garantizar que más americanos morirán", decía el New York Times. "La Segunda Enmienda ampara el derecho a llevar armas exclusivamente en el contexto del servicio militar en la milicia de un estado", añadía el Washington Post. Esas son unas cuantas de las muchas expresiones editoriales de repulsa desde los medios de referencia al veredicto del Tribunal Supremo que dictamina que cuando la Declaración de Derechos Fundamentales afirma que "el derecho del pueblo a tener y llevar armas no será transgredido", esto incluye el derecho a poseer armas destinadas a la autodefensa, y no simplemente el derecho ir armado como integrante de la Guardia Nacional.

Lo que ha suscitado tanta confusión a propósito de la Enmienda es su prefacio: "Una milicia bien regulada, siendo necesaria para la seguridad de un estado libre..." Para justificar la prohibición de armas de fuego en el distrito de Columbia, aprobada hace tres décadas, el juez Antonin Scalia afirma que el prefacio simplemente "anuncia el propósito para el que se codificó el derecho: evitar la eliminación de la milicia" por parte del nuevo Gobierno nacional. "La frase introductoria", continuaba, "no sugiere que la preservación de la milicia fuera el único motivo de que los americanos valorasen este antiguo derecho; lo más probable es que lo juzgaran aún más importante para la autodefensa y la caza."

Pero para los cuatro jueces de la minoría, el prefacio limita el derecho a poseer y portar armas a fines militares. En su opinión, si los redactores de la Segunda Enmienda hubieran querido que los individuos particulares tuviesen armas destinadas a la caza y la autodefensa, lo habrían dicho expresamente. El juez John Paul Stevens señala "la omisión en la Segunda Enmienda de cualquier declaración de intencionalidad relativa al derecho a utilizar armas de fuego para la caza o la autodefensa personal".

Supongo que se podría argumentar que la omisión indica que los redactores de la Constitución no pretendían amparar ese derecho. Pero lo encuentro difícil de creer. El derecho a la autodefensa –frente a tiranos locales así como delincuentes comunes– estaba muy presente en la mente de los americanos de finales del siglo XVIII. Thomas Jefferson decía: "¿Qué país puede preservar sus libertades si sus gobernantes no son advertidos de vez en cuando de que su pueblo conserva el espíritu de la resistencia? Dejemos que tengan armas." Pero hay algo más que muchos analistas del veredicto han pasado por alto.

La Declaración de Derechos Fundamentales no creaba derechos de la nada. Los reconocía. Justo antes de la fiesta del 4 de Julio, no debería haber sido necesario recordar a los cuatro jueces de la minoría del Tribunal Supremo lo que Jefferson escribió en la Declaración de Independencia:

Sostenemos como evidentes en sí mismas estas verdades, que todos los hombres son creados iguales; que están dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos se encuentra el derecho a la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los Hombres los Gobiernos, que deben sus poderes legítimos al consentimiento de los gobernados...

Los redactores de la Segunda Enmienda no dijeron: "El pueblo tendrá el derecho a tener y llevar armas." Escribieron que "el derecho del pueblo a tener y llevar armas no será transgredido".

Esto no es simple teoría. Tom Palmer, del Cato Institute, uno de los primeros en personarse en el caso de la tenencia de armas en el distrito de Columbia, contó en el programa 20/20 que está vivo gracias a que llevaba una arma ligera cuando unos matones se le acercaron en la calle. "Nos dijeron: 'Vamos a mataros.' Les mostré el cañón de la pistola. Se dieron la vuelta y se fueron."

Los cuatro jueces de la minoría temen que el veredicto del Supremo desate una oleada de violencia armada. Es improbable. "Los delincuentes no tienen problemas en hacerse con armas", me recordaba Palmer. Es la gente que respeta la ley la que sufre cuando las armas están prohibidas. Las víctimas de crímenes con armas de fuego son fáciles de contar. Lo que no se puede contabilizar son las vidas salvadas porque las presuntas víctimas iban armadas. El planteamiento de Palmer es uno de los muchos que no fueron tratados en los informativos.

Él se pregunta: "Si alguien entra en su casa, ¿qué preferiría tener, un arma de fuego o un teléfono? Si quiere puede llamar a la policía, que se presentará, levantará un atestado y sacará una fotografía a su cadáver. No llegará a tiempo de salvarle la vida."

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