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Thomas Sowell

¿Hay cura para el autismo?

Es necesario evitar que los padres sufran el trauma emocional de los diagnósticos falsos y que los niños tengan que padecer los agotadores tratamientos que conllevan.

"Nuevas formas de diagnóstico precoz del autismo". Así rezaba un reciente titular del Wall Street Journal. No hay duda de que uno puede diagnosticar lo que sea tan precozmente como quiera. La verdadera pregunta es si el diagnóstico resultará o no correcto. Me percaté de lo fácil que es llegar a falsos diagnósticos de autismo por mi experiencia personal en 1993 con un grupo que formé con padres de niños que sufrían retardo verbal.

Varios de esos niños habían sido diagnosticados como autistas. Pero el paso de los años ha demostrado que la mayor parte de los diagnósticos habían sido falsos, ya que la mayoría de esos niños no sólo han comenzado a hablar, sino que se ha desarrollado socialmente. Algunos padres incluso decían que "ojalá se callase". Yo no hice absolutamente nada para lograr estos resultados. Como lego en la materia, me negué a diagnosticar a estos niños, y mucho menos a sugerir cualquier tratamiento, a pesar que muchos padres buscaban este tipo de consejos. Al enterarse otras personas de mi grupo, varios padres me escribieron preguntándome si podrían traerme a su niño para que les diera mi opinión o consejo. Siempre me negué a ello. 

Sin embargo, si me hubiera inventado algún método de medio pelo para diagnosticar y tratar a estos niños, ahora podría vanagloriarme de un alto índice de éxito en la "cura" del autismo basado en casos prácticos. Quizás mi éxito sería tan alto como el de varias terapias que se pregonan en los medios. Si para comenzar un niño no es autista, con el tiempo casi cualquier cosa podrá "curarlo".

Mi labor me hizo entrar en contacto con Stephen Camarata, catedrático de la Universidad de Vanderbilt especializado en el estudio de niños con retraso verbal. El sí está cualificado para diagnosticar el autismo. Camarata ha organizado su propio grupo de padres con este tipo de niños, que ha crecido hasta contar con cientos de casos, en comparación con las docenas que tiene mi grupo. Sin embargo, las características de niños y familias son sorprendentemente similares en ambos grupos, algo que explico en mi libro El Síndrome de Einstein. La diferencia es que el profesor Camarata no es un aficionado, sino un profesional dedicado con décadas de experiencia. Él también ha expresado su consternación por el número de diagnósticos falsos de autismo que ha encontrado.

Camarata también se ha topado con algo que yo mismo me he encontrado en mi grupo más pequeño: Padres a los que les han dicho que permitan que diagnostiquen a su hijos como autistas para que así puedan acceder a las ayudas estatales disponibles, que se pueden utilizar para logopedia o cualquier otro tratamiento que los niños necesiten. Nadie sabe cuánto puede haber contribuido eso a las disparadas estadísticas en el número de niños diagnosticados con autismo (por lo que parece, no son muchos los que hablan de ello).

Otro factor del gran aumento en el número de niños diagnosticados es la creciente práctica de referirse a niños situados en "el espectro del autismo". Es decir, un niño que en realidad puede que no sea autista pero que tiene una serie de características comunes entre autistas. El problema de esta metodología es que muchísimos niños que no son autistas comparten rasgos con los que lo son. Por ejemplo, un estudio de niños con alto coeficiente intelectual realizado por la catedrática Ellen Winner del Boston College descubrió que estos niños tienen "intereses obsesivos" y a menudo "juegan solos y disfrutan de la soledad", al tiempo que "parecen ir a su bola" y poseen una "memoria prodigiosa". Muchos de los niños en mi grupo y en el del profesor Camarata muestran estas características.

Los que diagnostican a los niños usando una lista de control de "síntomas" pueden encontrar a muchos que aparentemente son "autistas" o que están en "el espectro del autismo". Es necesario evitar que los padres sufran el trauma emocional de los diagnósticos falsos y que los niños tengan que padecer los agotadores tratamientos que conllevan. No obstante, el concepto de "espectro del autismo" proporciona a los falsos diagnosticadores una gran flexibilidad. 

Puede que el verdadero autismo no consiga los fondos necesarios si gran parte de ese dinero se malgasta en niños que en realidad no son autistas. Pero el dinero es el dinero para quienes realizan proyectos de investigación. Unos medios de comunicación crédulos les ayudan a conseguirlo.

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