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Carlos Semprún Maura

¿Viaje o viraje?

Cabe preguntarse qué sentido tiene este viraje. ¿Se habrá, o le habrán, convencido de que su ultrapacifismo de ayer resulta imposible? ¿O que, en todo caso, con tanta ceguera bucólica no se ganan las elecciones en EE.UU.?

Me ha llamado la atención, aunque no me ha extrañado, el papanatismo de los medios y de los políticos franceses ante la reciente y bastante exitosa gira de Barack Obama. Me ha llamado la atención que nadie en Francia haya querido darse cuenta de que lo que dijo en Kabul, Jerusalén y Bagdad, Berlín, París y Londres, es exactamente lo contrario de lo que decía durante su enfrentamiento con Hillary Clinton para la candidatura demócrata, excepto las frases rituales sobre los peligros del "calentamiento del planeta" y el medio ambiente, algo que todo el mundo repite, desde el Papa en Sidney hasta Olivier Besancenot.

Durante su campaña contra la señora Clinton (la calculette), se presentó como ultrapacifista, bucólico, evangélico y de un "buenista" que ya quisiera Zapatero. Afirmó varias veces que la Casa Blanca era responsable de muchos de los problemas que existen en el mundo y que, si era elegido, iría a conversar con "nuestros supuestos enemigos", Ahmadineyad en Teherán, los Castro en La Habana, Hugo Chávez en Caracas, etc., y todo se arreglaría, porque hablando se entiende la gente. Hoy alerta con más vigor que Sarkozy sobre la peligrosidad de Irán diciendo que no se puede tolerar, y que no tolerará, que ese país se convierta en potencia militar nuclear; como Bush, afirma por todas partes que el terrorismo islámico constituye el peligro más grave del momento (junto al "calentamiento del planeta", pero eso podemos tirarlo a la basura, no sirve). En Jerusalén proclamó que esa ciudad era la capital de Israel y que no podía cortarla en dos, y que además Israel podría contar con su apoyo contra sus enemigos, concretamente Irán y el terrorismo islamo-palestino. ¿No notan ustedes cierto cambio en sus declaraciones?

Queda la cuestión de Afganistán e Irán. En cuanto al primero, su discurso fue por primera vez de lo más bélico: hay que enviar más tropas, hay que hacer la guerra contra los talibanes y hay que ganarla. En relación con Irak, sigue hablando de la retirada de las tropas yanquis en un plazo de 16 meses, aunque menos tajantemente que ayer. Eso puede explicarse porque la retirada de Irak fue uno de los ejes de su victoriosa campaña contra la señora Clinton, algo que le granjeó la simpatía de muchos electores, y ahora teme defraudarlos con un cambio tan brusco como en otras cuestiones. Pero es absurdo porque, primero, y pese a sus diferencias, Afganistán e Irak constituyen para el integrismo terrorista musulmán dos frentes de la misma guerra. Por lo tanto, que en su contraofensiva los Aliados retirasen sus tropas de Irak para enviarlas a Afganistán sería un aquelarre militar. También sería absurdo de cara a sus posibles electores pacifistas, porque si Obama hace lo que dice, exigirán con el mismo ímpetu la retirada de las tropas de Afganistán.

Cabe preguntarse qué sentido tiene este viraje. ¿Se habrá, o le habrán, convencido de que su ultrapacifismo de ayer resulta imposible? ¿O que, en todo caso, con tanta ceguera bucólica no se ganan las elecciones en EE.UU.? De todas formas, son sólo palabras, palabras contradictorias. Desde luego, yo prefiero su discurso sobre Jerusalén a los de su campaña.

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