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Cristina Losada

Los listillos inútiles

¡No permitamos que sean los únicos que presuman de defensores de "lo nuestro"! O sea, quisieron arrebatarles esas banderas dándoselas de astutos y el resultado, de cajón, es que también las enarbolaron ellos.

Días atrás, recordaba aquí José García Domínguez a la cáfila que acompañó, protegió y dio lustre al comunismo en su hégira sangrienta. La formaban los "tontos útiles". También llamados con sorna "los inocentes", por el hombre que organizó la más impresionante de las redes de intelectuales, artistas y científicos que sirvieron al Padrecito tenebroso. Si aquella ideología aún conserva un prestigio contra toda evidencia, ha sido gracias a ellos. Gracias a quienes como Münzenberg y sus discípulos descubrieron el potencial de ciertas gentes bien situadas, idealistas y crédulas.

La especie de los "tontos útiles" no se extinguió con la caída del Muro, sino que una y otra vez se reproduce, como para demostrar de forma concluyente que el conocimiento es inútil. En España, ahora tales personajes escoltan preferentemente al nacionalismo. Pero se detecta ahí un género distinto. Pienso en esos Partidos Populares que les hacen el caldo gordo a los nacionalistas sin pretenderlo. Y, cuidado, no por inocencia. La ceguera ante su naturaleza pudo existir durante la Transición, pero nunca más, y en Europa esa inconsciencia pereció en la orgía criminal de los Balcanes forzosamente.

No. Esos PPs adoptaron rasgos del nacionalismo pensando que hacían algo inteligente. ¡No dejemos que se apropien de la lengua regional! ¡No permitamos que sean los únicos que presuman de defensores de "lo nuestro"! O sea, quisieron arrebatarles esas banderas dándoselas de astutos y el resultado, de cajón, es que también las enarbolaron ellos. Así que abonaron el semillero de la identidad étnico-lingüística, cuyo fruto acabado es el odio, y al final tenemos al nacionalismo, descafeinado o puro y duro, como pensamiento único.

Una vez crecida la planta, esos partidos vieron que la exaltación de lo "propio" permite recolectar votos, y se han aplicado a ello con absoluta indiferencia hacia la desafección que siembra. Si han de reconocer de algún modo que la parcela es una nación, preconizar la"doble nacionalidad", promover la imposición lingüística y no firmar el Manifiesto por la lengua común, pagan gustosamente el peaje y punto. Sólo quieren gobernar en su parcela, y lo que ocurra más allá no lo tienen por asunto suyo. Más que "tontos útiles", son listos inútiles. Algo así como Rajoy, a quien Zapatero se la ha vuelto a dar con queso. Y es lógico: ZP puede acordar que no negociará políticamente con ETA, pues nunca ha reconocido que lo hubiera hecho.

En España

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