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Joan Valls

Sostiene Montilla

Cada vez que surgen disensiones fuertes en el seno del socialismo, es conveniente recordar el destino de Josep Borrell cuando desafió y venció a la candidatura suicida de Almunia.

CiU es un cadáver difícil de enterrar y, de esos polvos, estos lodos. Si, como deseaba Rodríguez, Mas desgobernara los destinos de Cataluña, en estos momentos el teatrillo sobre la financiación se haría como Dios manda. Pero las ambiciones de Maragall y Montilla llevaron la política socialista a un escenario que siempre ha detestado Ferraz: controlar la Moncloa y la Generalitat al mismo tiempo.

Sostiene Montilla que "si gana Cataluña, gana Zapatero". Algunos análisis coinciden en que, en realidad, tan sólo se trata de una estrategia para que Mas no se ponga las medallas si se consuma la vergüenza del Estatut. O incluso que Rodríguez y Montilla se reparten los papeles de policía bueno y policía malo. Sin embargo, la posición del President es muy delicada. Los planes de Rodríguez para contar con una Generalitat en manos de una CiU domesticada y fiel en Madrid fueron alterados por el bachiller de Iznájar, que se negó a seguir los pasos de Vidal-Quadras. El muñeco diseñado para sustituir a un Maragall dominado por la hybris cobró vida propia y comprendió la importancia de la chulería precognitiva. La respuesta que encontró fue el nombramiento de su archienemigo Celestino Corbacho como ministro de Trabajo e Inmigración, algo más que un reconocimiento a quien ha sido, sin duda, un alcalde excepcional. Como Rodríguez no es Rajoy, le ha resultado muy difícil perder las elecciones en Cataluña, como el Tripartit se ha encargado de demostrar. Y si bien fue fácil echar a patadas al nefasto Maragall, Montilla cuenta con la fuerza de quien desplazó, al menos en las formas, al aparato catalanista de la burguesía barcelonesa.

Rodríguez se encuentra, al fin, en una situación relativamente cómoda para empezar a descabezar a Montilla, contentar al mismo tiempo a Chaves y, sobre todo, para atraer a su vera a una CiU que ya puede empezar a flirtear con el PP tras el lamentable strip-tease ideológico y discursivo de Rajoy a lo largo de los últimos meses. Puede que Rodríguez y Montilla hayan pactado el numerito de la cabra, pero lo que se juega el primero es, ni más ni menos, que su supervivencia en 2012, cuando Mas decida quién ocupa la Moncloa. De ahí que el zarpazo del domador a la fierecilla sea inevitable. Sólo se trata de saber cuándo, y si será mortal o una advertencia para que siga los pasos de Pasqual.

El PSC no va a formar un bloque en el Congreso que perjudique al PSOE. Su electorado es de origen andaluz y extremeño y sólo se atiene a las consignas de Ferraz, por lo que los capitanes de la franquicia rebelde se condenarían en unas próximas elecciones a una representación similar a la de Iniciativa y, por supuesto, al ostracismo político de la mayoría de sus cuadros. De hecho, harían bien en extremar las precauciones, porque, en este número circense de fieras y domadores, el guión puede romperse por cualquier imprevisto. Además, hay mucho que escarbar en el pasado de Cornellà y zonas cercanas del Baix Llobregat. Por eso, cada vez que surgen disensiones fuertes en el seno del socialismo, es conveniente recordar el destino de Josep Borrell cuando desafió y venció a la candidatura suicida de Almunia. Ésa es la prueba del algodón para saber dónde se fijarán los límites.

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