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Emilio J. González

Una llamada a la reflexión

Los inversores ya están reclamando una prima de riesgo para invertir en España, prima que hoy se cifra en 0,3 puntos sobre el bono alemán a diez años para su equivalente español.

Las previsiones económicas que acaba de publicar Funcas, la Fundación de las Cajas de Ahorros, deberían hacer reflexionar al Gobierno tanto acerca de sus declaraciones sobre la situación económica, que nadie se cree, como de su actitud ante la misma. Esta semana, sin ir más lejos, Zapatero ha dicho que la crisis tocará fondo en un año y, a partir de entonces, vendrá la recuperación. Sin embargo, las previsiones de Funcas, que surgen del consenso de un grupo de los mejores especialistas en economía de este país, hablan de un escenario muy distinto. Dice, para empezar, que la economía entrará en recesión este año, que el próximo ejercicio registrará un crecimiento negativo del 0,5% y que sólo se iniciará la recuperación allá por 2010. Nada que ver con lo expuesto por el presidente del Gobierno y, ni mucho menos, con las previsiones económicas del Ejecutivo.

Además, Funcas advierte que el paro va a dispararse hasta prácticamente el 15% en 2009, una tasa muy superior a ese 11% que el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, dijo en su momento que era el nivel que no se iba a superar ni siquiera en los peores momentos de la crisis. Pues las cuentas que hacen quienes de verdad saben de esto dejan claro que lo que dice el Gobierno en todo lo relacionado con la crisis no es más que una ilusión. Ese es el problema.

Cuando Zapatero habló de que la caída del crecimiento tocaría suelo de aquí a doce meses, vino a decirlo como si con ello se justificara que el Gobierno no tome las medidas que debe de adoptar, como si todo fuera a resolverse por sí mismo, por la propia dinámica de los acontecimientos, y se limitó a decir que el Ejecutivo prepararía un paquete de medidas para dar empleo a los parados de la construcción. Una propuesta de la que venimos oyendo hablar desde la pasada primavera pero que todavía nadie se ha puesto a escribir, a poner negro sobre blanco en el Boletín Oficial del Estado. Pero aunque se ponga, con ello no basta porque los problemas de la economía española van mucho más allá del estallido de la burbuja inmobiliaria y sus nefastas consecuencias en forma de cierre de empresas y aumento del paro.

A la economía le afecta una inflación que hace que los salarios pierdan poder adquisitivo y, con ello, se reduzca el consumo y el crecimiento, además de deteriorar la competitividad de las empresas. A la economía le afecta una escasez de financiación que va a ir a más una vez el Banco Central Europeo ha decidido restringir los préstamos baratos a la banca española, esos créditos que se transformaban después en préstamos muy favorables para el consumo y la adquisición de una vivienda. A la economía le afecta un déficit exterior equivalente al 10% del PIB, que indica que en nuestro país no hay ahorro suficiente para financiar la inversión generadora de crecimiento, empleo y bienestar. Pero lo que sobre todo le afecta es un Gobierno que ha perdido toda su credibilidad. Por ello, porque no saben qué va a pasar en el futuro y empiezan a descontar un escenario bastante negativo, los inversores ya están reclamando una prima de riesgo para invertir en España, prima que hoy se cifra en 0,3 puntos sobre el bono alemán a diez años para su equivalente español. Esa prima se traslada al conjunto de activos financieros españoles y puede ir a más a medida que avance el deterioro del déficit público y su financiación exija cantidades mayores de dinero.

El Gobierno, por tanto, no puede seguir dando la espalda a la realidad y confiando en que el escenario de sus sueños, aquel de una crisis no muy fuerte que tocará fondo en un año, va a materializarse por arte de magia, porque no va a ser así. El aumento del paro supone un freno al consumo y al crecimiento económico, las dificultades financieras de la economía española se van a notar en la inversión, la incertidumbre acerca del futuro retrae grandes compras, planes empresariales y demás, lo que también contribuye a deprimir aún más la actividad productiva.

Esas son las expectativas de los españoles, que no se corrigen simplemente porque el Gobierno insista en su política de mantener el optimismo, ya que la economía doméstica y empresarial nota día a día la que está cayendo y, lejos de creer en el Ejecutivo y sus palabras, cada vez que un ministro habla se incrementa la desconfianza de los hogares y las empresas. Hace tiempo que llegó la hora de pasar a la acción y cuanto más se demore Zapatero en hacerlo, peor se van a poner las cosas.

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