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El sprint final

Los demócratas no se pueden explicar por qué, con todas las ventajas de que disfrutan y un candidato tan brillante, no han conseguido distanciarse de McCain.

Tras las primarias más largas de la historia, la campaña presidencial más corta, debido a la tardía fecha de las convenciones. Antes servían para elegir al candidato, ahora se inician con el ganador seleccionado por el proceso previo y constituyen un gran espectáculo mediático y partidista. Consiguen audiencias que equivalen al triple de los ciudadanos que han escuchado algún discurso electoral hasta ese momento. Muchos no volverán a hacerlo. Estamos hablando de una total de cerca de 40 millones, repartidos casi por igual entre los dos eventos, si bien bastantes estarán contados dos veces.  La reunión demócrata podía haber sido un apasionante campo de batalla entre los dos campeones casi empatados, pero el partido optó por Obama, como aquel cuya derrota crearía mayor división interna, forzando la retirada de Hillary Clinton.

Los ahora investidos con los colores oficiales de su formación llevan corriendo una carrera de casi dos años. Ya antes de las elecciones del medio plazo del 2006 habían anunciado sus propósitos y estaban tratando de atraer la atención de público, políticos y medios. Ahora les quedan ocho semanas agotadoras hasta el primer martes después del primer lunes de noviembre, que es cuando se celebran todas las elecciones en Estados Unidos. Este año cae el día 4. Resistencia y tesón, al menos, sí que habrán demostrado.

Se elige también la totalidad de la Cámara baja o de Representantes, que tiene una corta vida de dos años, y la tercera parte del Senado, con mandatos de seis años renovados cada dos, por tercios. También un cierto número de gobernadores, que no siguen ninguna regla nacional. Y por supuesto, un sinnúmero de legisladores estatales de ambas cámaras.  Por tanto, una gran parte del poder americano está en juego, aunque las presidenciales eclipsen los demás comicios.

En el momento de comenzar el sprint final las encuestas están dando un empate casi absoluto. Los demócratas no se pueden explicar por qué, con todas las ventajas de que disfrutan y un candidato tan brillante, no han conseguido distanciarse de McCain. En Estados Unidos el censo electoral no es automático, sino que está formado por los que se toman la molestia de inscribirse, cosa que hacen indicando su orientación política, incluida la de independientes. Este año los demócratas llevan una delantera de 15 puntos porcentuales a los republicanos, lo que parece una ventaja insuperable. Pero esa ventaja no se refleja en el enfrentamiento entre los abanderados de cada formación. Obama se despegó unos días por el impacto de la convención de su partido en Denver, pero ahora se está registrando, y no ha acabado, la repercusión de la republicana en Minesota, con el gran éxito del discurso de Sarah Palin.

La gobernadora de Alaska ha conseguido dos efectos internos en su partido, que resultaban problemáticos para el candidato principal: ha movilizado a la base conservadora, que miraba con desconfianza a McCain y participó mucho menos en la primarias que los mayoritarios demócratas, y ha conseguido un muy aceptable grado de unión entre los sectores del partido, que pueden, grosso modo, identificarse como conservadores y religiosos evangélicos, que constituyen el núcleo central y más importante, movidos por cuestiones de valores morales –en especial su actitud pro-vida–,en segundo lugar los conservadores económicos –partidarios de la moderación fiscal y la limitación del intervencionismo estatal–, y finalmente el grupo de los que dan prioridad a los temas de seguridad nacional y son partidarios de la preservación del poder militar. Con esa base unida y en pie de guerra, el discurso más bien plano de McCain ha tendido manos hacia la izquierda y ha insistido en los esfuerzos bipartidistas. A partir de esas bases, ahora empieza la campaña de verdad.

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