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Amando de Miguel

La carga emotiva de las palabras

En la vida social y de las organizaciones "los de arriba", "la clase alta", "los superiores" son los jefes, los que mandan, "los de abajo" son los currantes. Hace un siglo los de arriba constituían "la espuma" de la sociedad.

Supongo que algunos libertarios estarán al tanto de una conversación regular que mantengo con Carlos Herrera todos los miércoles a las 11 de la mañana en Onda Cero. Es una especie de amaiketako (= almuerzo o tentempié de las once) sobre cuestiones de la lengua, que tanto alimentan. Hemos empezado hablando de la carga emotiva que tienen muchas palabras, no tanto las ideológicas como las estrictamente gramaticales. Para empezar, y a título de ejemplo, dos adverbios: arriba y abajo. Es cierto que la noción vertical de arriba y abajo es puramente convencional. Simplemente decimos "abajo" a lo que se dirige al centro de la Tierra y "arriba" a lo que se aleja de ese punto. La fuerza de la gravedad resulta inexorable. Pero lo divertido es que arriba indica casi siempre algo positivo o deseable, mientras que abajo es lo negativo o rechazable. No hay más que recordar la "parte alta" de las ciudades donde residen los ricos, la clase acomodada, frente a los "barrios bajos" que corresponden a los pobres. Eso es así en Barcelona, en Madrid y en otras muchas ciudades.

En la vida social y de las organizaciones "los de arriba", "la clase alta", "los superiores" son los jefes, los que mandan, "los de abajo" son los currantes. Hace un siglo los de arriba constituían "la espuma" de la sociedad.

En la vida religiosa "el cielo", "allá arriba", "en las alturas" revelan la vida sobrenatural buena. Se contrapone "subir al cielo" con "bajar a los infiernos". La voz infierno está emparentada con inferior (= lo que está más abajo) o ínfimo (= lo que está abajo del todo). El grito de júbilo en el ritual de la misa es sursum corda (= arriba los corazones). En el plano moral se contrapone "la altura de miras" con "lo rastrero". El individuo inmoral o peligroso en grado sumo "no puede caer más bajo". Cierto es que en el plano político se impone una dimensión horizontal (izquierda-derecha), pero recuérdese el grito de exaltación de "arriba España". Lo copiaron los falangistas de los vascos que no dicen "viva Euskadi" sino "arriba Euskadi". "Arriba" es gora en vascuence.

También es verdad que, en el lenguaje deportivo, arriba significa el campo contrario sobre un plano horizontal, el del terreno de juego. Ahora bien, ese arriba deportivo indica también algo positivo, pues es el terreno donde hay que luchar y ganar.

Cierto es también que en la actividad económica es malo que los precios suban (la temida inflación), Sí, pero es malo para los que compran, no para los que venden. Es malo que baje la Bolsa, pero asimismo para los que pueden vender sus acciones.

En el campo humano es claro que la "cabeza" es la parte noble, en tanto que los "pies" representan lo bajo y sucio. Simbólicamente los psiquiatras cobran más que los podólogos.

Aunque todavía no está en los diccionarios, lo de "venirse arriba" indica muy bien un estado eufórico. El polo opuesto es "venirse abajo" (que sí está en los diccionarios) y que equivale a desanimarse, desmoronarse, hundirse.

Hay más ejemplos. Casi siempre confirman que la polaridad arriba-abajo funciona con una manifiesta carga emotiva. Es la misma carga por la que situamos los mapas con el Norte hacia arriba. Así, un habitante de Barcelona dirá que "baja a Madrid", aunque Madrid esté más alto sobre el nivel del mar que Barcelona. Pero tira mucho la representación del mapa, puramente convencional.

Si los adverbios están cargados de valor, de emociones, qué no será con los verbos, los sustantivos, los adjetivos.

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