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Emilio J. González

ZP nos hunde en la miseria

La confianza está por los suelos por obra y gracia del propio Zapatero. Estar sin política económica desde que el líder de los socialistas se aposentó en Moncloa en 2004 pasa factura, y muy cara.

El presidente del Gobierno sigue empeñado en echar balones fuera acerca de las causas de la actual crisis que vive la economía española y de sus responsabilidades en ella. Si ayer la culpa era de Bush, hoy se la carga al PP por no decir nada positivo que ayude a recuperar la confianza. Mientras tanto, Zapatero continúa con ese pernicioso juego de negar la mayor y buscar culpables por todo el orbe, con tal de que a él no le salpique la responsabilidad política que tiene en la crisis, que es mucha. Ese juego es pernicioso porque mientras no se acepte la verdadera naturaleza de nuestros problemas no se podrán solucionar, pero si Zapatero sigue insistiendo en esa estrategia de cargar el mochuelo a todo el que pase por ahí con tal de eludir su responsabilidad, nunca llegará a hacer nada, porque ponerse manos a la obra es reconocer que se ha equivocado, que tiene su buena parte de culpa en lo que está pasando. Eso es algo que, por lo que estamos viendo, jamás va a admitir, aunque sea a costa de llevarse por medio a la economía española y a tantos años de esfuerzos para tratar de colocarla donde estaba hasta hace un año.

La confianza está por los suelos por obra y gracia del propio Zapatero. Estar sin política económica desde que el líder de los socialistas se aposentó en Moncloa en 2004 pasa factura, y muy cara. Las expectativas de los consumidores y las empresas están bajo mínimos porque ante la subida del petróleo, los alimentos, el paro y los tipos de interés, el Gobierno ni ha hecho nada para remediarlo ni tiene intención de hacerlo, por lo que estamos viendo y oyendo estos días. Todo lo contrario.

Con los mercados pasa tres cuartos de lo mismo. El Ejecutivo, en vez de atacar la inflación con nuevas liberalizaciones y reformas estructurales, se cruza de brazos y lo fía todo a los efectos estadísticos y a que la propia crisis internacional reduzca la presión sobre los precios de las materias primas. En vez de afrontar una reforma laboral para evitar que el desempleo vaya a más, se desentiende de ella y deja todo en manos del diálogo social, del que, ya se sabe, esa reforma jamás va a salir si el propio Gobierno no asume el liderazgo para que las cosas marchen por donde deberían ir. En vez de contener el déficit público para evitar a la economía española más problemas de financiación de los que ya tiene, que son muy serios, Solbes anuncia un presupuesto para 2009 con una previsión de déficit del 2% del PIB, mientras el Gabinete aprueba una subida salarial del 3,9% para los funcionarios que, sin duda, tomarán como referencia los sindicatos para la negociación colectiva y que, de trasladarse semejante porcentaje al sector privado, puede desencadenar una espiral inflacionista salarios-precios que agrave todavía más las cosas. Y eso por no hablar de las medidas sociales de Zapatero con las que, junto a la subida salarial de los funcionarios, parece querer comprar votos desencantados con el Gobierno, aunque ello suponga acrecentar la ya de por sí gravedad de la situación de la economía, ante la cual la única respuesta del presidente es culpar a Bush de todos los males habidos y por haber.

Los mercados, que tontos no son, teniendo en cuenta que se están jugando el dinero, entienden perfectamente que ese no es el camino por el que España debería transitar en estos momentos. Así que ya están emitiendo su juicio en forma de subida constante de la prima de riesgo para invertir aquí, lo que se refleja en el incremento del diferencial de tipos entre el bono español a diez años y el alemán, que ya es de medio punto y sigue al alza.

Ante esta situación, Zapatero, como decía, sigue rehuyendo su responsabilidad. La quiebra de Lehman Brothers le viene muy bien para tratar de desviar la atención sobre la verdadera naturaleza de los problemas españoles, que es made in Spain, en la que la crisis internacional lo único que hace es amplificar la propia. Utilizar a Bush como chivo expiatorio no es más que eludir las consecuencias ante la opinión pública de cuatro años y medio sin política económica. Insistir en los mensajes positivos para recuperar la confianza no es más que un vano ejercicio de negar la realidad para no tener que afrontar las consecuencias. Pedir al PP que diga algo positivo para recuperar la confianza es tratar de imputarle, a él también, una responsabilidad que no le corresponde.

Esa es la respuesta de Zapatero a la gravedad de la crisis, que el Partido Popular debería desmantelar cuanto antes. Si no lo hace, el presidente del Gobierno seguirá en sus trece y quién pagará los platos rotos, en última instancia, será la sociedad española; si el PP no deja a Zapatero sin coartada, no podrá ejercer una oposición eficaz cuya presión debe conducir a que se empiece a trabajar para solucionar las cosas. Con sus actitudes, ZP está llevando a los españoles a la miseria y eso no se le puede consentir.

En Libre Mercado

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