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José García Domínguez

De voces y ecos

Obviando que no ha sido el difunto Ronald Reagan sino el vivo de Obama quien acaba de legitimar la escandalosa socialización de toda la basura crediticia de América, algo más chirría en la doctrina Gabilondo-Rodríguez.

De las sabrosas morcillas doctrinales que dio en colar durante su entrevista a Esperanza Aguirre se desprende que Iñaki Gabilondo barrunta que esta crisis que no existe prueba el fracaso del liberalismo en el planeta Tierra. Docta enseñanza que el presidente del Gobierno se ha apresurado a repetir apenas alterando algún adjetivo del enunciado gabilóndico original. "Los responsables son esos políticos que surgieron tras la elección de Ronald Reagan como presidente de los Estados Unidos [¿también el matrimonio Clinton?], a los que tanto han aplaudido Aznar y Rajoy", acaba de asentir, obediente, el Eco.

Y es que, según el secretario general del partido que nacionalizó Rumasa ("Too pal pueblo": 675.000 millones de pesetas del pueblo al garete), libró a Banesto de la quiebra cierta (otros 192.441 millones de pesetas del pueblo esfumados en el aire) y salvó de la cárcel a los barandas de la UGT metidos a estafadores inmobiliarios del pueblo (51 millones de euros del pueblo entregados a fondo perdido con tal de tapar el asunto PSV), según Zapatero decimos, los neocon yanquis "han defendido siempre el liberalismo asimétrico: dejar a su libre albedrío la economía de mercado mientras ha dado beneficios a las grandes compañías y acudir en su ayuda con dinero de todos los ciudadanos cuando ha dado pérdidas".

En fin, obviando que no ha sido el difunto Ronald Reagan sino el vivo de Obama quien acaba de legitimar la escandalosa socialización de toda la basura crediticia de América, algo más chirría en la doctrina Gabilondo-Rodríguez. De entrada, si la Voz y su aplicado Eco insisten en calificar de "liberalismo" a la acongojante práctica de regalar a cualquiera, sin ningún tipo de garantía, hipotecas de 245.000 dólares para adquirir casas valoradas en 230.000 dólares, habría que averiguar qué significan en su particular diccionario los vocablos socialismo o delirio.

Y, de salida, procedería explicarles, tanto al Eco como a la Voz, el conceto de riesgo moral. Así, entenderían que la causa primera de este carajal sistémico procede de lo opuesto a eso que ellos predican: de la ausencia de normas y principios genuinamente liberales en las economías occidentales. Porque ningún banquero hubiera incurrido en la locura de las subprime de no latir en el aire la certeza de que los gobiernos ya no dejan quebrar a los bancos, de no haberse extendido el prejuicio socialdemócrata de que el Estado siempre actuará como niñera de última instancia para liberar de su responsabilidad individual a los empresarios, o de no permanecer en la memoria colectiva acciones de gobierno como la que caracterizó los trece primeros años de hégira del PSOE en España.

Sin ir más lejos.

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