Menú
Cristina Losada

Cafres y garbanceros

Ahí está ZP. No tiene recetas para la crisis económica, pero a cambio ofrece culpables ideológicos. Unos días son los neoconservadores y otros los neoliberales. Sus rivales nunca señalan, salvo rara excepción, ni al socialismo ni a la socialdemocracia.

Figuras del nivel intelectual de Zapatero, Blanco, Caldera y otros astros rutilantes del socialismo español le hacen un flaco favor a la izquierda que aún tenga apego al rigor. Pero su estolidez también tiende a la derecha una trampa en la que está dispuesta a caer de bruces. Cuanto dicen los miembros y miembras del coro zapaterino produce vergüenza ajena. No es que el listón estuviera alto en los últimos decenios ni en los anteriores, pero han conseguido bajarlo hasta las alcantarillas. Allí se han encontrado con sus iguales, que son tropa numerosa, pero incluso los que no pueden sentirse representados por la indigencia cultural de los mentados superan su repugnancia en razón de sus lazos sentimentales con la izquierda.

Ya no es lo que era, pero casi. Aunque la ideología que cautivó a millones de personas se ha descompuesto, su poder permanece casi intacto. Esto lo saben hasta los más cafres de la banda, por lo que no cesan de ungirse con el óleo sagrado de la izquierda. Ahí está ZP. No tiene recetas para la crisis económica, pero a cambio ofrece culpables ideológicos. Unos días son los neoconservadores y otros los neoliberales. Sus rivales nunca señalan, salvo rara excepción, ni al socialismo ni a la socialdemocracia.

La ideología, tan puesta en valor por los zapateristas, despierta indiferencia o menosprecio del otro lado. Hay una derecha que ante esos envites se encoge de hombros. Es ajena a la pasión por las ideas. Más allá de la cuestión nacional, a la que ahora se ha puesto sordina, apenas se muestra capaz de formular sus propios principios y valores. Su vocación gestora y tecnocrática ha desembocado en una política garbancera que reverbera en los latiguillos del "sentido común" y "los problemas que preocupan a la gente".

Es arriesgado meterse en políticas, así que lo suyo consiste en estar "detrás del Gobierno", a ver si se estrella el que va delante y el eterno segundón llega primero. Pero aún se extiende por esos predios otro universo limitado. El de una derecha que quiere oponerse a la hegemonía ideológica de la izquierda, pero desconoce sus raíces. Le bastan para explicarla la prepoderancia mediática y las subvenciones, y encuentra satisfacción en retratar a los progres como descerebrados. Se contenta, en fin, con ridiculizar a la izquierda y es el reverso del estilo ramplón de los Pepiños.

Entre esos dos garbancerismos, uno político y otro estético y moral, la derecha española está tan lejos como siempre de conseguir el antídoto para el duradero atractivo de la marca ideológica que tan toscamente explotan Zapatero y sus pares.

En Sociedad

    0
    comentarios