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Jorge Vilches

El miedo y la persuasión electoral

La apelación al miedo es esencialmente emocional, sobre todo porque lo que afecta al elector común son las consecuencias sociales de la crisis, como la inflación y el desempleo. Aquí la izquierda tiene las de ganar.

Hay una parte de la derecha española que está convencida de que insistiendo en lo catastrófico de la crisis económica es posible ganar las elecciones a la izquierda. Es decir, que inoculando el miedo al elector por las consecuencias sociales de la crisis puede persuadirle de que cambie su voto. Este juego es peligroso; veamos por qué.

La clave para conseguir el éxito está en la construcción del miedo. Y en esto el Gobierno de Zapatero ha ganado la partida al focalizar el origen de la crisis en Estados Unidos, que resulta siempre un "malvado" al uso muy favorable al imaginario de la izquierda, porque lo tienen como el paladín del "neoliberalismo". Esta idea viene adornada con conceptos anglosajones, misteriosos para el común de los mortales, como subprime, que se identifican sin más explicaciones con problemas. Por tanto, se ha instalado sin dificultad en la opinión pública española que la mala situación económica tiene una raíz norteamericana. La identificación del origen de la crisis en Estados Unidos parece eximir de responsabilidad en todo o en parte al Gobierno de Zapatero.

Construido el miedo de forma creíble, y alimentado, lógicamente, por las declaraciones políticas, es crucial para la oposición al Gobierno el presentarse ante el electorado con una solución alternativa sólida. Sin embargo, al focalizar el origen fuera de las fronteras españolas queda muy debilitada la capacidad para persuadir al elector a que cambie su voto. Al ser un origen lejano, Estados Unidos nada menos, resulta inverosímil que una política distinta desarrollada por el Gobierno español tenga el poder para darle la vuelta a una crisis internacional. ¿Qué queda entonces? El presentar a la opinión pública la posibilidad de paliar los efectos de la situación.

La apelación al miedo es esencialmente emocional, sobre todo porque lo que afecta al elector común son las consecuencias sociales de la crisis, como la inflación y el desempleo. Aquí la izquierda tiene las de ganar porque su discurso está dirigido mayoritariamente a las emociones, no al raciocinio, y sabe que el ciudadano ahogado por el paro o la hipoteca es más susceptible a la demagogia protectora del Estado. En este caso, además, después de que la solución de la Administración Bush haya sido el Plan Rescate, la intervención federal, la percepción que queda es que no hay otra solución que más Estado.

Ante el pánico, el elector se echa en brazos del protector, que es el Estado, máxime si cualquier política no estatalista es presentada mayoritariamente como un riesgo. Ganan así las emociones a los argumentos, el miedo a la razón, cuyo sueño sigue produciendo monstruos. Este es el motivo por el que esa parte de la derecha española se limita a recordar los efectos de la crisis sin atreverse a dar un plan económico alternativo, aspirando a cosechar un simple voto de castigo al Gobierno.

En una situación como esta, la persuasión electoral ha quedado en estrategias de imagen, generación de miedos y ajuste de cuentas en las urnas. Pero la alternativa a un Gobierno tan claramente de izquierdas debería ser mucho más.

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