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Mal de altura

El balance de la diplomacia de ZP es rotundo. En lo institucional, el retroceso de la diplomacia española bajo su presidencia será difícil de recuperar en el futuro. En lo personal, su aislamiento es cruel y su soledad es tal que roza el patetismo

Hay dos materias en las que Zapatero lo ignora todo y que muestran las carencias del presidente del Gobierno. En primer lugar la economía. En segundo lugar, la política exterior. Acostumbrado a los manejos domésticos, maestro en las maniobras para llegar a la secretaría general del PSOE primero y a la presidencia del Gobierno después, su habilidad se agota en la búsqueda del poder y la capacidad de mantenerlo, lo que no es poco. A lo largo de su carrera, Zapatero ha usado la política exterior únicamente como instrumento para afianzar su poder o acrecentarlo. Esto hace que tenga profundas dificultades para afrontar los retos propios de la diplomacia.

La política exterior es ardua, difícil, y ahí no funcionan fácilmente los comportamientos marrulleros, sucios y barriobajeros que presiden la política en España. Es relativamente fácil –con pocos escrúpulos y buena suerte–, pasar de León a La Moncloa. Pero es más difícil hacer un buen papel en Bruselas, Washington o Nueva York. Hace falta destreza, carácter, un buen equipo y unos objetivos ambiciosos. Zapatero carece de todo ello. Ha ascendido a las cumbres internacionales sin estar preparado, ni política ni personalmente, y está aquejado del mal de altura propio de quien asciende abruptamente sin estar preparado para ello y sin tener interés en hacerlo. Y luego pasa lo que pasa.

Desde el punto de vista de la realidad, el balance de la diplomacia de ZP es rotundo. En lo institucional, el retroceso de la diplomacia española bajo su presidencia será difícil de recuperar en el futuro: España es hoy un socio poco de fiar. En lo personal, su aislamiento es cruel y su soledad es tal que roza el patetismo y llama a la conmiseración. Las relaciones de los demás con él son las estrictamente necesarias, según el protocolo y la diplomacia. No está en condiciones de participar en las grandes decisiones en OTAN, ONU y UE y mucho menos de bromear, de ninguna de las maneras, con algún primer ministro.

Sin embargo, esta desértica realidad contrasta llamativamente con los arrebatos impulsivamente optimistas del presidente del gobierno. La realidad poco tiene que ver con lo que se dibuja en su mente. Muestra una enfermiza obsesión por repetir que su relación con el resto de primeros ministros es cordial, habitual y continua. Trata reiteradamente de mostrar a su alrededor un círculo de relaciones que sólo ve él. Es el presidente de la democracia más aislado en sus viajes al exterior, y sin embargo es el que más reiteradamente alude a su relación estrecha y amigable con otros presidentes.

Es lo que en psiquiatría se llama delirio sistematizado, que ocurre cuando el paciente redirige todo a su alrededor a un núcleo de creencias consistentes y con una lógica interna poderosa, pero con nula relación con la realidad. Probablemente, esta deformación de la realidad se debe a que sigue sin interiorizar correctamente su situación entre los grandes. Se muestra incapaz de hacerse cargo de la realidad y más bien la adecua a los intereses y las preferencias personales. Sus encuentros con Bush, Sarkozy, Merkel o Berlusconi pueden ser fugaces, pero en la mente de Zapatero se convierten en amistad y estrecha colaboración.

Con unos esquemas mentales anclados sólo en la política interior, Zapatero tiene dificultades para digerir correctamente esta situación. E incluso para terminar de desestabilizar una situación tan frágil, la figura de Aznar aún hace sombra sobre la personalidad de Zapatero. A diferencia de éste, aquél sí podía –y puede–, bromear con la mayoría de los primeros ministros mundiales. La obsesión con el expresidente vuelve la situación aún más desquiciante.

En cualquier caso, lo preocupante del asunto es que los desarreglos que muestra Zapatero cada vez que sale al exterior, la incapacidad para soportar la presión del momento, la acaba pagando España. Esta semana en la ONU, hemos asistido a nueva muestra de esta peligrosa disociación. Que provoque risa no es ya una respuesta suficiente. Hay que pensar en tipos de trastorno.

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