La libertad de expresión es uno de los elementos esenciales de una sociedad libre y democrática. La crítica, la sátira y en general las opiniones desfavorables no deben limitar el derecho de los medios de comunicación a difundir ideas. Tampoco la publicación de rumores provenientes de fuentes fiables debería restringir la libre divulgación de mensajes. Sin embargo, presentar a sabiendas una murmuración infundada como si de un hecho probado se tratase no es información, sino puro sensacionalismo.
En los últimos años, han proliferado en España los espacios dedicados a la divulgación de bulos sobre aspectos presuntamente vergonzosos e inconfesables de la vida privadas de personajes públicos. Con frecuencia, estas mal llamadas noticias caen en el olvido a los pocos días de haber sido publicadas, aunque en no pocas ocasiones el daño moral causado a sus víctimas es grave y difícil de reparar.
La publicación en la revista Época de una presunta exclusiva sobre la separación de S.A.R. la Infanta Doña Elena y su marido, Jaime de Marichalar, pertenece a este subgénero del periodismo al que poco importan los hechos con tal de conseguir una portada llamativa y un relato sensacional basado en simples merodeos y habladurías.
Comenzando por la portada del semanario, en la que se afirma que Doña Elena “alega consumo ocasional de cocaína” en una supuesta solicitud de divorcio o nulidad matrimonial de su marido, inexistente según los abogados de la pareja, y terminando con las insinuaciones sobre la vida privada del marido de la Infanta, cháchara de nulo valor comercializada en el pasado por personas carentes de credibilidad y prestigio, la historia luce un intenso tono amarillo, quizá impropio de una publicación destinada a informar a un público discernidor.
Asimismo, el anuncio de la revelación de nuevas y escandalosas informaciones relativas a la vida del Duque de Lugo, una forma un tanto de burda de fabricar expectación y seguir alimentando un chisme de dudosa relevancia y poco interés, sugiere que la intención de la revista no es tanto publicar noticias, sino convertirse en noticia. Esta táctica, que a menudo se traduce en un aumento de la difusión del medio que elige usarla, constituye una apuesta arriesgada, pues sus efectos negativos a largo plazo suelen exceder con mucho los beneficios inmediatos.
La tajante respuesta de los representantes legales de la hija mayor del Rey y de su cónyuge, que califican de “absolutamente falsas y carentes de base” las indagaciones de Época y acusan a la revista de injuriar, calumniar y atentar contra el honor y la intimidad de las personas, es lo suficientemente seria como para que los responsables de la publicación apliquen un método riguroso a la hora de propalar ciertos rumores.
A nadie beneficia convertir un probable y desafortunado error de criterio en una desgracia. Para los que pretenden acallar la voz de los críticos con el poder alegando abusos y extralimitaciones imaginarias, el número de esta semana de la revista Época es una excelente noticia. No conviene ponérselo tan fácil.