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José Vilas Nogueira

Mentira y asesinato

Hay más verdad en las fingidas aventuras y desventuras de la carne (a veces, sólo huesos) de la "prensa rosa" que en las declaraciones de los oligarcas que nos "gobiernan".

La prensa de papel, y a veces las cadenas de televisión, entrevistan con frecuencia a los máximos dirigentes de la cosa esta que otrora fue España. Es obligado, dirán los responsables de estos medios: forma parte de la tarea de información a la ciudadanía. Pero, ahora que la crisis económica domina el escenario, lo que digan o dejen de decir sobre ella Zapatero, Solbes, Miguel Sebastián, etc. no nos informa de otra cosa sino de la mentira del día, cuidadosamente elaborada por el aparato de propaganda del PSOE, a cuyo lado el agitprop soviético era balbuceo de aficionados. El periodista más inteligente e incisivo se estrella sin remisión contra tal muro de hormigón y desvergüenza. Y el lector al que la secta no haya lavado el cerebro por completo es inútil que se escandalice con tanta mentira. Parodiando a don Ramón de Campoamor: en este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es según el color del PSOE que te mira. No mucha, pero hay más verdad en las fingidas aventuras y desventuras de la carne (a veces, sólo huesos) de la "prensa rosa" que en las declaraciones de los oligarcas que nos "gobiernan".

Por definición, cuando todo es mentira, desaparece la verdad. Este es el secreto de la obscena complacencia en la mentira, incluso innecesaria, descubierto ya por déspotas arcaicos y llevada a la perfección por los aparatos de agitprop socialista. Perfección de baudelairiana flor del mal. Perfección que desemboca en la muerte. Sin verdad no hay vida. Como la Andrómaca del poeta, négresse, amaigrie et phtisique, chapoteando en el barro, los ojos despavoridos, la muerte aguarda. Los verdugos están prestos. En Zaragoza se celebró un homenaje a la bandera nacional. Cuatro botarates nacionalistas la insultaron, clamando por la independencia de Aragón. Pero detrás de estos cuatro botarates están los gobernantes social-nacionalistas catalanes y su proyecto imperialista de los "Países Catalanes" y la complicidad del Gobierno "zapaterista" aragonés. Y en Pamplona, el líder de Unión del Pueblo Navarro, Miguel Sanz, quiere romper su unidad con el Partido Popular, comprometiendo por un plato de lentejas el futuro de su Comunidad ante el imperialismo vasco. Dice que no le asusta Rajoy, lo que es comprensible; pero tampoco parece asustarle que en Bilbao, la izquierda "aberchale" haya celebrado una manifestación mucho más concurrida de lo habitual, pues, como era previsible, el "zapaterismo" ha comenzado a mostrar inequívocos síntomas de flojera. Negros, enflaquecidos y tísicos los ejecutores están prestos.

Por esta razón, es tan difícil encontrar otro país europeo semejante a España. La deslealtad con la nación de algunas provincias, lejos de provocar una reacción del nacionalismo español, provoca un sentimiento de universal emulación. Parecería que nos acercamos a un escenario como el de la República cantonal. Nadie quiere ser español; y los primeros los gobernantes españoles. Pero detrás de este cantonalismo rampante, hay dos o tres proyectos imperialistas, que nos aproximan más bien a la lucha entre los reinos cristianos de la alta Edad Media. Los idiotizados ciudadanos sueñan con la autodeterminación de sus parroquias, pero se encaminan hacia situaciones de servilismo típicas del Antiguo Régimen, más intolerables hoy por los refinamientos de la tecnología de la dominación. Los "zapateros" y separatistas viven privilegiadamente, por la mentira y la estafa, a expensas de la nación. La nación muere por su miserable industria. Mentira y asesinato, "zapaterismo" y separatismo, se confunden.

En España

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