Cada día que pasa, el bochorno de la opinión pública ante la actuación del Gobierno frente a la crisis económica internacional no deja de aumentar. En algún momento pudo pensar que Rodríguez Zapatero reconocería sus errores y redefiniría su estrategia, aun cuando no lo hiciera públicamente. Pero nada más lejos de la realidad. ZP parece decidido a no dar marcha atrás y cada nuevo paso que da se convierte en un nuevo clavo para la economía.
Ya no se trata de buenas o malas ideas. El problema del Gobierno es que padece una incapacidad absoluta de gestionar los acontecimientos. Pepe Blanco arremete sin piedad contra el Partido Popular; Zapatero patalea por no haber sido invitado con los grandes de Europa al Palacio del Eliseo; y Pedro Solbes ofrece la imagen pobre de un vicepresidente económico sin recorrido y sin fuste. En definitiva, un Gobierno que no se aclara y que está cometiendo una cadena de errores sin parangón en nuestra historia.
Hay que tener claro que la crisis económica es seria y profunda. Es cierto que tiene un carácter internacional (sólo hay que comprobar que Europa comienza a sentirla con crudeza), pero también tiene su componente propiamente español. Y es que no estamos preparados para superar las dificultades y no parece que el Gobierno pretenda implementar las reformas necesarias. Las únicas ocurrencias del Ejecutivo sólo han servido para provocar inquietud y crear incertidumbre.
En definitiva, pasan los días y la crisis sigue avanzando, pero el Gobierno parece más interesado en enfrentarse con la oposición que en buscar soluciones. Dado que la crisis está comenzando y no parece que la actitud de los socialistas vaya a cambiar, sólo podemos concluir todavía que nos queda mucho sufrir. La pasividad e inutilidad del Gobierno están poniendo en juego los ahorros de todos los españoles.