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El problema es Europa

Se han levantado un par de olas y hemos perdido la poca fe que nos quedaba en nosotros mismos y en los principios fundamentales de Occidente: la libertad, la responsabilidad personal y el respeto al Derecho.

Hace un mes que los Estados Unidos se hicieron cargo ya por completo del negocio hipotecario de Fannie Mae y Freddie Mac. Desde entonces las intervenciones públicas para evitar una presunta debacle crediticia mundial no han cesado de producirse. La crisis, sin embargo, continúa. Cuando el establishment europeo vio pelar las barbas de su vecino, en lugar de prepararse, dejó un tiempo al regocijo para ver derrumbarse el sistema capitalista y liberal, lo que es el gran entretenimiento en los medios bienpensantes europeos.

En los últimos días se han producido dos intentos infructuosos por fomentar una respuesta coordinada de los poderes públicos europeos a la situación. Ni la reunión del Elíseo, que ha dejado a Sarkozy y a los franceses algo resentidos con Alemania, ni la propuesta del Ecofin –pasando por encima de la Comisión– de garantizar los depósitos bancarios han satisfecho a casi nadie. Pero hasta ayer mismo estaba Europa sacando pecho ante los americanos pidiéndoles responsabilidad –ni más ni menos– para aprobar cuanto antes el Plan Paulson.

Mientras, se suceden los ataques a los "talibanes del mercado" y las propuestas de regulación económica generalizada que impidan esos supuestos efectos nefastos del capitalismo. Incluso muchos se animan con las desgracias del común, se habla de su fin y del amanecer de una nueva era se supone que más justa y, vaya usted a saber, socialista.

Lo peor sin embargo es que no hay rechazo en las opiniones públicas a esta actitud en la que el Estado se hace cargo de todo, desde la economía a la psicología. Al contrario, si en algo hay acuerdo es que hay que hacer algo, lo que sea, pero algo. Si se insiste, se obtiene la respuesta de que es por razones psicológicas más que económicas. Resulta pues que hoy los Estados europeos y la unión como tal no sólo se apoderan de competencias económicas sino que se encargan de prevenir neurosis colectivas.

La conclusión es sin duda que se han olvidado los principios que fundaron la Unión $uropea, o peor, que existiendo sobre el papel mojado de nuestras constituciones y tratados, se han dado por arrumbados por las circunstancias. Los europeos ya no son de Venus ni los americanos de Marte, como afirmó en su día Robert Kagan, sino que parecen ya todos del mismo planeta. Este, sin embargo, no es la Tierra. Los europeos, tan perdidos en la situación como los demás, se han comportado (Zapatero "el antiamericano", entre ellos) como fashion victims de los americanos. No sabemos si nos queda bien o no el plan americano, pero vamos a copiarlo a falta de ideas propias.

Sólo nos queda el consuelo del Papa, venturosamente poco preocupado por la moda, que nos dice que el dinero no es lo más importante. Ahora bien, cuando pase esto, que pasará, habrá que volverse a hacer la pregunta de qué es aquello en lo que creemos, porque se han levantado un par de olas y hemos perdido la poca fe que nos quedaba en nosotros mismos y en los principios fundamentales de Occidente: la libertad, la responsabilidad personal y el respeto al Derecho. Y nuestros gobernantes, como psicólogos, son mejorables. Para algo se inventó la división del trabajo.

En Libre Mercado

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