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Joan Valls

Léame usted a mí, Capitán Araña

Váyase del todo, señor Aznar, en su barquito de Capitán Araña, a contar en universidades y consejos de administración extranjeros lo malo que ha sido el mundo con usted, que nosotros nos quedaremos velando a nuestros muertos.

José María Aznar López
Ex presidente del Gobierno

Muy señor mío,

Han transcurrido dos semanas desde que le pidiera y exigiera a través de esta columna que contribuya a esclarecer la verdad del 11M con la información privilegiada de la que reconoce disponer. Como me temía, el silencio ha sido, una vez más, la respuesta. Con 192 asesinados, miles de heridos y 45 millones de españoles condenados a la ignominia, su actitud es inaceptable.

Siempre le estaré agradecido por su empeño en sacar a la nación española del eje franco-alemán, pero nunca podré perdonarle que, en medio del naufragio, se convirtiera usted en un triste Capitán Araña. Porque las batallas se pierden o se ganan, pero nunca se abandonan con tanta falta de coraje. Recuerde aquella entrevista a Arturo Pérez Reverte y Viggo Mortensen con motivo del estreno de Alatriste, cuando, preguntado por el significado de ser español, Mortensen contestó: "Saber perder." Pero uno vuelve la mirada al 11M y parece oírle gritar a usted, en medio de la huida, aquello de "todos al suelo, que vienen los nuestros". Qué lejos queda todo esto de Rocroi, ¿verdad?; cuando, ya casi desde el horizonte, usted nos ofrecía a Rajoy y nosotros le contestábamos al unísono: "Agradecemos mucho el ofrecimiento, pero éste es un tercio español". Y luego atardecía con esa melancolía asumida, tan española y uno soñaba con oír los remos de vuelta, como arrepentidos...

El 11M fue una carnicería en directo de 192 personas, pero también la matanza a cámara lenta de toda una nación. Tratar de olvidarse del peor atentado terrorista de la Europa de posguerra sólo provoca mala conciencia, ocultada bajo un ruido ensordecedor, que es lo más parecido al silencio y a la mentira. En esta misma columna, en la que el 11M es un tema recurrente, suele aparecer un proverbio chino: "La mentira produce flores, pero no frutos". En su caso, incluso flores rotas, don José María, porque hay silencios incluso peores que mentiras. "Quienes lo planificaron no se esconden en desiertos lejanos, ni en montañas remotas, no diré más".

Usted no diga más, pero yo le diré mucho: quienes sentimos que ser español es un honor, pero también un deber; quienes nos dolemos por la Hispanidad traicionada; quienes hacemos nuestra esa España y Libertad; todos nosotros exigiremos justicia hasta que nos maten o la noche se mire en un espejo. No queremos sus promesas de revelaciones hipotecadas a cuarenta años, sino verdad y justicia ahora. Porque, se lo repito por última vez, señor Araña, ya no es temprano en este mundo.

Una vez estuve en deuda con usted, pero se la saldé con cuatro largos años de paciencia y espera. Váyase del todo, señor Aznar, en su barquito de Capitán Araña, a contar en universidades y consejos de administración extranjeros lo malo que ha sido el mundo con usted, que nosotros nos quedaremos velando a nuestros muertos y les llenaremos el recuerdo de amor, de dulce amor. Y ya que siempre va a despreciar a sus compatriotas con su silencio cómplice, al menos tenga la decencia de complacer esta última petición: cuando pise suelo francés o estadounidense, jamás se llame a sí mismo español.

Lo dejo a solas con William Blake, don José María. Hasta siempre.

Niños de una edad futura,
Al leer esta página indignada,
Sabed que en un tiempo pasado,
¡Al Amor, al dulce Amor, se le creyó un crimen!

En España

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