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Antonio Golmar

El émbolo de Rajoy

La táctica del PP ha consistido en centrarse en la economía y las torpezas de un Gobierno ineficaz, matizando, a veces de forma contradictoria, sus posturas en otras cuestiones. El resultado podría haber sido mejor, aunque no ha sido malo.

Desde la derrota el 9 de marzo, Rajoy ha reiterado que, para gobernar, el PP necesitaba encontrar un millón de votos más, preferiblemente en el PSOE. En Cataluña y el País Vasco, los líderes regionales conservadores han señalado que su partido tenía que recuperar a aquellos que se habían pasado a CiU y al PNV.

La información suministrada por las encuestas parece darles la razón. Los sondeos pre y pos electorales coinciden en que en el último año se ha producido un trasvase de votos socialistas hacia el PP. Por otra parte, más de un tercio de quienes votaron a los nacionalistas en las pasadas elecciones había apoyado a los populares al menos una vez entre 1996 y 2004. La segunda victoria de Rodríguez Zapatero se debió a la importante transferencia de voto comunista y nacionalista hacia el PSOE y a su éxito entre los menores de 25 años, dos hechos que Rajoy no vio o no le contaron.

Los últimos estudios indican que, sumadas intención directa de voto y simpatía, los socialistas han perdido al menos al 10% de sus votantes nacidos antes de 1975. En cuanto al PP, los estudios oscilan entre una ligerísima pérdida y la ganancia de 500.000 sufragios, casi todos procedentes del PSOE. Por su parte, UPyD aumenta sus apoyos entre ex votantes de los dos grandes partidos, alcanzando según algún sondeo el 3%.

En el actual sistema electoral español, el 60% de los miembros del Congreso son elegidos en circunscripciones de menos de nueve diputados. El sistema D’Hont y el comportamiento electoral desde las primeras elecciones democráticas hacen que para obtener un diputado en alguna de esas provincias sea necesario lograr al menos un 12% de los votos válidos. Basta que el ganador anterior pierda apoyos y que estos terminen en partidos pequeños, para que la oposición, manteniendo su porcentaje de voto, gane. La poca distancia entre el PSOE y el PP en las últimas generales hace posible una situación así.

Una pérdida territorialmente uniforme del 8% de los votos socialistas (el 3,5% general) daría de forma automática siete diputados menos al PSOE y otros tantos más al PP en las 25 provincias menos pobladas, y cuatro más a los populares en el resto, siempre y cuando el PP no disminuya su apoyo electoral. Así las cosas, el partido de Rajoy, siempre que repitiera el 40,1% logrado en 2008, obtendría 165 diputados y el PSOE 158.

Rajoy insiste en que no es suficiente que el PSOE pierda votos, sino que estos deben ir hacia el PP para que su partido recupere la Moncloa sin depender de la aquiescencia nacionalista. Eso o que, además de beneficiarse del paso de votantes socialistas a IU y a los separatistas, su partido mejore de forma considerable su atractivo entre los nuevos votantes, jóvenes que ahora tienen entre 15 y 17 años y españoles naturalizados. La táctica del PP ha consistido en centrarse en la economía y las torpezas de un Gobierno ineficaz, matizando, a veces de forma contradictoria, sus posturas en otras cuestiones. El resultado podría haber sido mejor, aunque no ha sido malo. Se equivoca quien sostenga lo contrario. Es una cuestión de aritmética básica.

Rajoy ha recorrido la mitad del camino, aunque dada la lejanía de las próximas generales y la fragilidad de su liderazgo, podría darse una marcha atrás. ¿Qué hacer para consolidar las ganancias? ¿Hay espacio para más avances sin que sea necesario modificar los mensajes o deben estos cambiar para provocar un nuevo impulso? Si fuera así, ¿implicaría un cambio de líder? Cualquier propuesta que no parta de un conocimiento de los datos, se correspondan o no con nuestros deseos, no pasaría de ser un brindis al sol que tomado en serio tendría consecuencias catastróficas para la posibilidad de un cambio de Gobierno.

Nadie debería ignorar la mejora en las expectativas de voto del PP. Que esta se haya producido por, o a pesar de, las habilidades del PP (o solamente debido al descontento general con la política económica del Gobierno) es la primera pregunta que cualquier análisis normativo de la situación política española debería hacerse. No hay mayor error político que explorar nuevos territorios sin conocer el terreno que se pisa. El encanto del paisaje requiere otro tipo de reflexión. Física y metafísica no tienen por qué ser incompatibles, aunque antes de levantar el vuelo convendría repasar las leyes de la gravedad.

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