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Pío Moa

Por qué admiran a los chekistas

Cabe preguntarse de dónde viene esta actitud realmente enfermiza en personas que, por lo demás, tienen metido hasta el tuétano el espíritu "burgués" en su acepción más ruin: avidez de bienes y poder, oportunismo y miedo al riesgo.

El auto de Garzón es, sin disimulos, pro chekista, y su pretendido juicio retrotrae a los "tribunales populares" del Frente también "Popular", con el que quieren enlazar Zapo y su pandilla, destruyendo por un medio u otro la democracia salida del franquismo; esto es, la democracia. A su vez este Gobierno es, como he señalado muchas veces, el mayor colaborador que la ETA ha tenido en su historia, un hecho unido al "popularismo" citado.

Bajo sus condenas verborreicas al terrorismo y a la violencia, en esta gente late con fuerza una inconfesable admiración por los asesinos, sean de las chekas o de la ETA. Edurne Uriarte describía en un libro la unción servil con que los políticos del PNV escuchaban a Josu Ternera en el Charlamento vasco, y esa actitud, negada en palabras y evidente en los hechos, la comparte el Gobierno e impregna toda la payasada de Garzón.

Cabe preguntarse de dónde viene esta actitud realmente enfermiza en personas que, por lo demás, tienen metido hasta el tuétano el espíritu "burgués" en su acepción más ruin: avidez de bienes y poder, oportunismo y miedo al riesgo (aunque tendencia a poner en riesgo a otros). Todo lo cual no les impide declararse de izquierdas, muy de izquierdas, también separatistas o simpatizantes con el separatismo. Hay, creo, dos razones profundas para estas conductas.

Un rasgo de esos izquierdistas de salón y talonario es lo que hoy llaman "buenismo": los hombres (¡y mujeres, eh, y mujeres!), son buenos por naturaleza, pero algunos malvados o "la sociedad", tal como está, los echan a perder. Y entre los más buenos y recompensables materialmente por su bondad, están quienes así piensan y se sienten llamados a dirigir a los demás. Pero, ¡ay!, la tarea exige titanes y ellos no pasan generalmente de aprovechadillos de no muy largas luces. Y los ruines que mantienen el mal son, por desgracia, muchos, tercos y, a menudo, poderosos, y la meta no acaba de alcanzarse. Por suerte surgen aquí y allá otros buenistas más abnegados y arriesgados, terroristas y chekistas que cumplen su papel golpeando a la infame sociedad, al "sistema" o lo que sea. Estos hacen aquello que los otros no se atreven por temor a poner en peligro su buena posición. Además, el buenista burgués de izquierdas espera, y a menudo consigue, sacar buenas rentas políticas de la sangre derramada por sus afines. Como también es fundamentalmente hipócrita, fingirá cierto escándalo y emitirá condenas a los "violentos", eso sólo cuesta un poco de saliva; pero su admiración de fondo hacia ellos y su ansia de capitalizar los crímenes trasluce indefectiblemente en sus actos. Lo estamos viendo todos los días y el secreto de la colaboración del Gobierno con la ETA o su afición a los chekistas deriva lógicamente de la concepción buenista de base que les une, de la mucha, la muchísima ideología que comparten. En Garzón pesa mucho, también, un vedettismo personal incontrolable. 

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