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Emilio J. González

Madrid, ejemplo a seguir

La experiencia madrileña demuestra que el liberalismo funciona. Ahora que se ha vuelto a poner de moda el abogar por la intervención del Estado, conviene mirar hacia Madrid y extraer las lecciones necesarias acerca de cómo afrontar la crisis económica.

Los datos de la Encuesta de Población Activa correspondientes a la Comunidad de Madrid deberían hacer reflexionar a muchos en este país. En medio del vendaval de críticas que viene recibiendo el liberalismo (a causa de una crisis financiera internacional que hunde profundamente la mayor parte de sus raíces en el intervencionismo) resulta que la aplicación de esas ideas a la política regional por parte del único Gobierno autonómico que realmente las pone en práctica, el de Esperanza Aguirre, está cosechando resultados tan positivos como sorprendentes en materia de empleo.

El paro se ha convertido en la primera preocupación de los españoles. Es lógico si se tiene en cuenta que, en los últimos doce meses, el desempleo se ha incrementado en más de 800.000 personas, para situar la tasa en el 11,33%; y eso que, por desgracia, lo peor de la crisis aún está por venir. Esa preocupación se agudiza ante la falta de respuesta del Gobierno de Zapatero a una crisis que se veía venir desde lejos y que el Ejecutivo se empeñó machaconamente en negar. Por el contrario, hace unos meses, el ministro de Trabajo dijo a los españoles que la tasa de paro no superaría el 11% en los peores momentos de la crisis. Pues bien, ese porcentaje ya se ha superado y eso que todavía faltan entre doce y veinte meses para vivir lo más duro. Pero a Zapatero eso no parece importarle mucho. Le basta con decir que las prestaciones por desempleo están garantizadas –faltaría más, teniendo en cuenta que es un derecho de todos los que cotizan al desempleo– y ahí queda todo. Si pusiera el mismo interés en tomar medidas como el que está poniendo para que le inviten a la cumbre del G-20 del próximo 15 de noviembre, posiblemente otro gallo le cantaría a este país. Por desgracia, las cosas son como son y tenemos que apechugar con ellas. Así no resulta extraño que el paro sea la principal preocupación de los ciudadanos, viendo lo que están viendo, y que la confianza de los consumidores siga hundida.

En este duro contexto, llama la atención el comportamiento del empleo en la Comunidad de Madrid. Mientras en el tercer trimestre de este año el paro se incrementó en 217.200 personas en toda España, en la región bajó en 11.800; mientras la ocupación cayó en 78.000 personas a nivel nacional, en Madrid se incrementó en 26.100. Y eso que el tercer trimestre de este año ha sido especialmente duro, a causa de la crisis financiera internacional y de los problemas propios de la economía española. La Comunidad de Madrid no es ajena a ellos. En Madrid también ha estallado la burbuja inmobiliaria, afectando negativamente al crecimiento económico regional y enviando a mucha gente a engrosar las listas del Servicio Público de Empleo. En Madrid también están sufriendo lo suyo las empresas. Sin embargo, hasta ahora, el comportamiento del mercado de trabajo está siendo sensiblemente mejor a la media nacional, el mejor del país.

Sin duda, habrá quien piense que en este comportamiento diferencial de la Comunidad tiene mucho que ver, o todo, la condición de Madrid como capital de España. Por supuesto, algo explica, pero no demasiado si se tiene en cuenta que la oferta pública de empleo en la Administración del Estado está prácticamente congelada. En cuanto a la atracción de empresas a causa de la capitalidad, ese fenómeno, en cierto modo, también se está repitiendo en las demás comunidades autónomas ya que la fragmentación del mercado nacional a que está dando lugar el fenómeno autonómico está obligando a muchas compañías a abrir sucursales en todas y cada una de las comunidades autónomas. Así es que hay que relativizar, y mucho, el papel que juega la capitalidad en el comportamiento diferencial de la economía madrileña. Insistir en ello es querer ocultar las causas por las que otras autonomías no marchan como debieran.

Eso nos lleva de forma inmediata a la política liberal de Esperanza Aguirre. Sin duda, en los resultados en términos de empleo del tercer trimestre tiene mucho que ver la decisión del Gobierno regional de introducir muchas mayores dosis de libertad en el comercio minorista, una política a contracorriente de las demás comunidades autónomas (que la restringen todo lo que pueden y más). Esa mayor liberalización viene traduciéndose desde hace tiempo en que Madrid tiene una tasa de inflación inferior a la media nacional cuando, además, es la economía regional con la mayor tasa de crecimiento económico. Esto no es casualidad. La política de bajada de impuestos de Aguirre también tiene mucho que ver en todo esto.

En resumen, la experiencia madrileña no sólo demuestra que el liberalismo funciona, en contra de lo que sostienen los críticos de esta forma de entender la sociedad, tanto de izquierdas como de derechas. Ahora que se ha vuelto a poner de moda el abogar por la socialdemocracia y la intervención del Estado, conviene mirar hacia Madrid y hacer comparaciones para extraer las lecciones necesarias acerca de cómo afrontar la crisis económica. La gravedad de la situación no está como para andarse con estatismos, sino todo lo contrario.

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