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El infierno vasco

Para nosotros, el índice de calidad moral de una película es inversamente proporcional al interés mostrado por el Gobierno de ZP en ella. Así que la de El infierno vasco está garantizada.

Después de muchos meses de búsqueda de salas para proyectarse, la película El infierno vasco tiene por fin fecha de estreno. En esta historia se vislumbra la anómala relación de parte de la sociedad española con las víctimas del nacionalismo terrorista: ignoradas, despreciadas, abandonadas por ser testimonio vivo de un terror del que muchos españoles no quieren ni oír hablar. Pero no por cerrar los ojos, desaparece su realidad. Y a veces es en el cine donde mejor se plasma. Por nuestra parte, creemos que es una película que es necesario ver, por varias razones.

En primer lugar, porque hasta ahora ni Zapatero ni sus ministros han apoyado la película. El Gobierno reserva su apoyo a Mar Adentro y muestra su solidaridad con las películas que hacen apología del suicidio por ley y de la cristofobia. Pero no tienen las mismas ganas de apoyar públicamente una película sobre las víctimas de ETA, que siguen sin fiarse de Zapatero, el del "ansia infinita de paz". Para nosotros, el índice de calidad moral de una película es inversamente proporcional al interés mostrado por el Gobierno de ZP en ella. Así que la de El infierno vasco está garantizada.

En segundo lugar, porque es una película disidente. El mundo del cine –el del canon digital y las algaradas pacifistoides– se preocupa mucho por Almodóvar o Menem, pero poco por los directores que pierden dinero y se juegan la vida por el cine. En España, los cineastas oficiales del progresismo se ponen estupendos cuando se trata de defender películas de transexuales, de curas pedófilos y de brigadistas internacionales. Pero si se trata de películas sobre ETA, sus crímenes y el terror, entonces miran para otro lado. Al mundo del cine español le indignan los iraquíes muertos, pero no tanto los vascos muertos. Quizá porque no pueden culpar a Bush de ellos, sino a la izquierda abertzale que, al fin y al cabo, es izquierda.

Y en tercer lugar, porque en nuestro país se habla mucho de víctimas del terrorismo, de su dignidad y del respeto debido. Pero pese a estar en el centro de toda discusión política, sabemos poco cómo viven y qué piensan. Esta es una película que narra el infierno cotidiano que sufren miles de vascos desde hace decenios. Acosados por los terroristas etarras dentro y fuera de las instituciones, sometida y acallada su voz por el nacionalismo vasco, a su condición de afectados o amenazados se une la incomprensión, desde 2004 también del Gobierno.

Después de meses de buscar desesperadamente dónde proyectarla, por fin hay fecha para su estreno: el viernes 7 de noviembre. Los espectadores podrán verla en los pocos cines –para vergüenza de distribuidoras y salas de cine– en los queva a ser estrenada, en Madrid, Barcelona, Bilbao, Vitoria, Valladolid, Albacete, Gerona y Santander. En el fondo, acudir a verla será, en primer lugar, un apoyo cívico y silencioso a las víctimas de ETA, a las que está dedicado el film; y en segundo lugar, a aquellos en el mundo de la cultura que se han puesto de su lado con enorme valentía. Dos motivos para verla, comentarla y recomendarla. Nosotros ya lo hacemos y animamos a todos a hacer lo mismo.

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