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Amando de Miguel

Frases, dichos y otras menudencias

El verbo "matar" quizá sea aquí una venganza de esa inexorabilidad que está ya en la frase latina de "todas las horas hieren, la última mata". La imagen tradicional del tiempo era la de un viejo con una guadaña (para segar las vidas).

Joaquín Álvarez de Toledo razona que "en nuestro barroco idioma" abundan las expresiones que "enfatizan el asentimiento del oyente" más allá del escueto "sí". Por ejemplo, dice, "ya te digo". Me pregunta don Joaquín si conozco alguna más. No será difícil encontrarlas. Vayan algunas por delante a la espera de más sugerencias:

– Ahí es nada
– No veas
– Esto es lo que hay
– ¿No te digo?
– Tú mismo
– ¿Qué te parece?

Son formulitas hechas para lograr que el interlocutor siga interesado en lo que decimos y nos lo corrobore.

Hug Banyeres asegura que la frase que yo atribuía "aproximadamente" a San Pablo ("sólo el que se pierda, se salvará") es del Señor Jesús. No lo dudo, aunque las frases de Jesús las conocemos a través de los autores del llamado Nuevo Testamento. La atribución que yo hacía a San Pablo es puramente de oídas. Consulto el Nuevo Testamento y encuentro esta versión más auténtica:" El que busque guardar su vida, la perderá, y el que la perdiere, la conservará". Lo dice Jesús distinguiéndose a los fariseos en un sermón lleno de paradojas. Lo recoge San Lucas (17,32).

José R. Perdigón (Greenhills, San Juan del Monte, Filipinas) deja claro que la frase "Sharon Stone pierde el juicio por la custodia de sus hijos" no tiene nada que ver con la salud mental de la famosa actriz. Simplemente, Sharon Stone ha perdido la custodia de sus hijos en un proceso judicial. Una vez más, estamos ante la gracia o la desgracia del idioma que significa la polisemia. En este caso la palabra "juicio" significa "mente" y "pleito". Resulta clara la unión de los dos sentidos tan aparentemente dispares: los jueces deben tener cordura.

Diego López Ordóñez me pregunta por el sentido de la expresión "matar el tiempo", que no existe en otros lugares. Se trata de la idea, tan común, de entretenerse con alguna cosa para que, de esa forma, transcurran las horas plácidamente. La locución es clara y expresiva. Se apunta con ella a la noción de que el paso del tiempo es inexorable. Lo que se puede hacer es emplearlo del modo más tranquilo. El verbo "matar" quizá sea aquí una venganza de esa inexorabilidad que está ya en la frase latina de "todas las horas hieren, la última mata". La imagen tradicional del tiempo era la de un viejo con una guadaña (para segar las vidas). En inglés se dice también killing time (= matar el tiempo).

Luis Martin Jadraque se pregunta de dónde procede la expresión "en el quinto coño" para indicar algo que está muy lejos o en un lugar perdido. No sé a qué viene esa mención. Ni siquiera aparece en la completísima Enciclopedia del erotismo de Camilo José Cela. El Diccionario fraseológico, de Manuel Seco y colaboradores, recoge "en el quinto coño" y "en la quinta puñeta" (un eufemismo) como un lugar muy lejano. Es un ordinal que señala un objeto en una posición indeterminada, del modo como decimos también "en el séptimo cielo", donde se supone que la beatitud no puede ser más completa. Obsérvese el halo misterioso que tienen ciertas expresiones como "el Quinto Regimiento", "la quinta columna", o la "quintaesencia". En inglés, la fight Wheel (= quinta rueda) indica algo superfluo, inútil, aislado, algo así como "un pulpo en un garaje". Hoy no tiene mucho sentido; la quinta rueda (la de repuesto) en un coche es obligatoria.

Juan Ponce certifica que la expresión "la (copa) del estribo" se utiliza en América con buen criterio. Concluye: "En mis tiempos militares a la última copa de la sesión se la denominaba la espuela". Mi impresión es que no se trata de reconocer el riesgo del viaje, sino una manera festiva de justificar la afición a la bebida en compañía.

Juan Enrique de la Rica avanza otras interpretaciones sobre la frase hecha de "hacerse el sueco", distintas de las que aquí habíamos visto: "Según se dice (pero confieso no poder verificarlo) en las fiestas celebradas en 1707 para celebrar el nacimiento del infante don Luis, hijo de Felipe V, se corrieron toros. El embajador sueco en Madrid consideró tan fácil alancear los toros, que porfió hasta que se le consintió llevar a cabo el lance él mismo, desoyendo las advertencias de los españoles. Ni que decir tiene que el embajador acabó malherido. Las alternativas a esta explicación son, empero, numerosas. Por ejemplo, algunos sostenían que los comerciantes ingleses de Jerez de finales del siglo XIX usaban bandera sueca para ahorrarse complicaciones; pero esto no se sostiene, pues la expresión ya está en el diccionario de la Academia de 1817. Más sugerente es la que la hace derivar de "soccus" (con lo que no tendría nada que ver con la nación escandinava), el zapato de los cómicos romanos. Sin embargo, la historia del embajador es, sin duda, la más sugerente y, sobre todo, la que más encaja con el espíritu castizo que la hizo nacer".

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