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Carlos Semprún Maura

No pasa nada

Pierre Moscovici pronostica que Obama va a cambiar el mundo porque piensa aplicar el programa del Partido Socialista francés. Me temo que tiene razón, ya que el Partido Socialista no tiene programa y Obama tampoco.

En Francia no pasa nada, todo está supeditado a las elecciones estadounidenses: todos los medios informativos, los políticos y las políticas (mitad y mitad), los cantautores y las vacas locas, esperan que con la victoria de Obama sus asuntos se arreglen, se solucione la crisis, vuelva la amada y se cure el cáncer. Pero mientras tanto, en Francia, no pasa nada.

En uno de tantos programas de televisión dominicales, vi a Pierre Moscovici (el hijo del psicoanalista que hipnotizó al presidente Giscard y le convirtió en momia para favorecer la victoria de Mitterand), que fue ministro de Asuntos Europeos del Gobierno Jospin, explicando que las elecciones norteamericanas no son unas elecciones más, sino un hito histório, ya que la victoria de Obama va a cambiar el mundo, pues el nuevo presidente de los Estados Unidos va a aplicar el programa del Partido Socialista. Me temo que tiene razón, porque el Partido Socialista no tiene programa y Obama tampoco. Si gana mañana –lo cual es muy posible– yo ya me espero las peores catástrofes: sólo con un exceso de optimismo logro convencerme de que será algo así como Carter. O sea un desastre. Lo que me hace gracia es constatar cómo los franceses –y eso desde el general de Gaulle– que son tan antiyanquis, todos (derecha, izquierda, centro y extrarradio) esperan que Estados Unidos les termine salvando. Yo no espero salvación, bajo ningún concepto, pero sí un liderazgo en la guerra contra el terrorismo. Y por ello, saludo a Bush, contra viento, marea y la Casa Real.

Pero aquí, no pasa nada. En vísperas de su Congreso, los socialistas, sin programa, sin cangrejos ni langostas, se instalan en insultos y reyertas personales. La última, este fin de semana, fue muy dura y se produjo entre François Hollande ("me voy, me voy, me voy, pero me quedo"), que apoya la candidatura de Bertrand Delanöe a la jefatura del Partido Socialista, y la resucitada Martine Aubry (Miss 35 horas), apoyada por Laurent Fabius. Todos –hasta el Gobierno– exaltan las virtudes del capitalismo de Estado, ese mismo capitalismo y esa misma burocracia de Estado que, desde Gaulle (toujours lui) hasta hoy, ha congelado y arruinado Francia. Un ejemplo: siguiendo las directivas europeas, se preparaba no la privatización sino la apertura del capital de Correos. Los sindicatos gruñían, porque para ellos todo lo que suene a privatización es pecado mortal. Lógico, son parásitos de la burocracia estatal. Pues la reformita ha terminado por posponerse, y posiblemente se abandone. Servicio público, o no, Correos es hoy un desastre comparado a lo que era, incluso en el siglo XIX.

No pasa nada en Francia, pero los sabotajes a las instalaciones eléctricas de los ferrocarriles, continúan. La dirección de la SNCF, habla de renovación de las instalaciones, pero nadie propone detener a los saboteadores. Los franceses han sustituido la "revolución permanente" de Trotsky por las vacaciones permanentes, y estos 15 días en torno a Todos los Santos, suponen una buena temporada para los sabotajes. Pero cuando gane Obama, todo irá a las mil y una maravillas.

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