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CIENCIA Y SALUD
¡Vamos a contar espermatozoides!
Una de cada seis parejas es incapaz de concebir un hijo. Hasta hace pocos años, la mujer era considerada la principal responsable de este fracaso reproductor.Enrique Coperías

Ciertamente, se trataba de una acusación que no se sustentaba en evidencias científicas y que hacía que la mujer se sometiera innecesariamente a un sinfín de pruebas a veces dolorosas. La fecundidad masculina, erróneamente ligada a la virilidad, sólo se ponía en duda cuando todos los análisis de la compañera daban negativo.

Hoy, los científicos saben que el varón es el responsable de entre el 35 y el 40 por 100 de los casos de infecundidad en la pareja. El test rutinario para diagnosticar la infertilidad masculina es el análisis del semen. Éste consiste en obtener una muestra mediante masturbación, lavarla y poner bajo la luz del microscopio a los espermatozoides aseados, para estimar su número y estudiar su anatomía y su capacidad de movimiento. Para los andrólogos, hablar de calidad seminal es sinónimo de movilidad. Según sea ésta, las células reproductoras masculinas se dividen en tres grupos. En un centímetro cúbico de semen normal debe de haber un 30 por 100 del grupo III, que tienen una movilidad activa y progresiva muy fuerte, es decir, que son unos "fitipaldis"; la misma proporción del grupo II, que se muestran menos vigorosos; y entre el 10 y el 12 por 100 del grupo III, que siempre se quedan rezagados. No obstante, la muestra puede contener hasta un 30 por 100 de espermatozoides inmóviles sin que ello repercuta necesariamente en la capacidad fecundante de su dueño. La morfología también cuenta. En ocasiones, los espermatozoides son portadores de importantes anomalías morfológicas que les impiden romper las cubiertas del óvulo. Incluso puede ocurrir que se eyacule esperma inmaduro y muerto. En los sémenes de baja calidad, más del 40 por 100 del esperma aparece defectuoso. Esta condición recibe el nombre de taratospermia.

La oligospermia o eyaculación insuficiente de células reproductoras es el tercer factor a tener en cuenta. La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que un semen es normal cuando el eyaculado contiene más de 20 millones de espermatozoides por mililitro; de éstos, al menos la mitad han de ser móviles. Hasta hoy, estas cifran servían de referencia a los andrólogos para el diagnóstico de la infertilidad masculina. Sin embargo, un estudio que acaba de hacerse público en el New England Journal of Medicine puede hacer que los andrólogos tengan que reconsiderar cuándo una muestra de semen es normal o anormal. De ser así, muchos hombres considerados estériles serían capaces de engendrar hijos; por el contrario, otros que se tenían como fértiles podrían presentar problemas de fecundación. En palabras del coordinador del estudio, el doctor David Guzick, del Centro Médico de la Universidad de Rochester, "hasta ahora habíamos aceptado unas directrices que no habían sido testadas de forma rigurosa o rigurosamente". El equipo del doctor Guzick ha analizado las muestras de semen de 765 hombres procedentes de parejas infértiles y los eyaculados de 696 hombres procedentes de parejas que en los dos últimos años habían tenido descendencia. Los resultados del estudio no concuerdan con las directrices de la OMS en materia de infertilidad masculina.

Como punto de referencia, el doctor Guzick propone tres nuevas categorías en la capacidad fecundante del hombre:

1. Infertilidad. Ésta se manifiesta cuando la cantidad de espermatozoides es menor de 13,5 millones por milímetros. Además, menos del 23 por 100 de los espermatozoides son móviles y menos del 9 por 100 tienen una morfología uniforme, que ha de ser ovalada.

2. Zona gris. Aquí se sitúan los hombres en cuyo eyaculado hay entre 13,5 y 48 millones de espermatozoides por milímetro. De éstos, entre el 32 y el 36 por 100 son móviles y del 9 al 12 por 100 tienen una forma normal.

3. Fertilidad. Se establece cuando la concentración de espermatozoides supera los 48 millones por milímetro: el 63 por 100 presenta movilidad y más del 12 por 100 tienen una morfología uniforme. El doctor Guzick hace hincapié en la zona gris, ya que en ella se sitúan muchos hombres que no logran tener hijos en un plazo de tiempo razonable. Una parte de ellos lo logrará si tiene un poco de paciencia, pero otra tendrá que someterse a algún tratamiento de infertilidad. Además, hay que tener en cuneta que la calidad del semen ha disminuido de forma peligrosa durante las últimas décadas en los varones de los países desarrollados, lo que podría traducirse en un incremento sensible de los casos de infertilidad en la pareja.

Un trabajo hecho público por un grupo de investigadores daneses, encabezado por la doctora Elizabeth Carlsen, alertaba a la comunidad médica. En él podía leerse que el volumen medio de la eyaculación humana había pasado de 3,4 mililitros en 1940 a 2,75 mililitros en 1990, y que, durante el mismo periodo, la concentración espermática media había descendido de 113 a 66 millones de espermatozoides por mililitro, lo que se traduce en una reducción aproximada del 1 por 100 anual. Otras investigaciones posteriores, algunas salpicadas de tergiversaciones importantes, a veces intencionadas, no sólo avalaron una mengua en la cantidad del semen eyaculado, sino también un empeoramiento de la movilidad y la morfología de las cabezas y colas de los gametos masculinos.

En la actualidad, la polémica sigue abierta. Aunque el declive espermático no ha sido constatado, los expertos afirman que ciertos comportamiento sociales y determinadas alteraciones ambientales podrían estar afectando a la maquinaria testicular. Por ejemplo, el estrés, el consumo abusivo de alcohol, el tabaquismo y cierta drogas, como la marihuana, influyen de forma perniciosa en la composición seminal. La calidad espermática podría incluso verse reducida por el uso de pantalones vaqueros y otras prendas ajustadas que hacen que suba la temperatura testicular. No hay que olvidar que el testículo es uno de los órganos más vulnerables al calor, así como a las radiaciones y ciertos tóxicos. Y aquí es precisamente donde entra en escena nuestro entorno. Efectivamente, la contaminación ambiental podría estar intoxicando los espermatozoides. En concreto, los expertos han centrado su atención en un grupo de sustancias que reciben el nombre genérico de perturbadores endocrinos, xenohormonas o impostores endocrinos.

Éstos pueden ser de origen natural, como los fitoestrógenos de la soja y otros vegetales, y sintéticos. Éste es el caso de los plaguicidas organoclorados, los PBC, los anovulatorios y los alquifenoles, agentes tensoactivos presentes en los champús y detergentes. También son perturbadores endocrinos la dioxina y los hidrocarburos aromáticos policíclicos expelidos por el tubo de escape de los vehículos. Cada vez son más los estudios que relacionan estos contaminantes con el descenso de espermatozoides en animales y hombres.

¿Un espermatozoide, dos espermatozoides, tres espermatozoides? La obsesión del aparato reproductor masculino por fabricar gametos es espectacular. Los dos testículos del hombre adulto elaboran a diario unos 120 millones de células cabezonas y flageladas. Desde la edad de 15 años hasta el final de su existencia, un hombre genera alrededor de 2,6 billones de espermatozoides que, si se pusieran uno detrás de otro, formarían una cadena de 130.000 kilómetros. Es decir, que bastaría recoger la producción seminal de un individuo para fabricar un cordón espermático de la Tierra a la Luna. Con su derroche seminal, el hombre podría alcanzar la Luna, pero a veces resulta insuficiente para conquistar el óvulo femenino. Paradojas de la naturaleza.