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Castro le confesó que "necesitaba el embargo para esta generación y la siguiente"

El ex presidente del Gobierno, José María Aznar, desvela en su nuevo libro “Retratos y perfiles. De Fraga a Bush”, que Fidel Castro le confesó en La Moncloa que “necesitaba el embargo para esta generación y la siguiente”. El autor del libro confiesa que le pareció "asombrosa la crueldad y la hipocresía de ese doble discurso”. El ex presidente asegura no entender a los gobiernos socialistas a los que acusa de haber sido siempre "muy tibios a la hora de condenar a Castro".

El ex presidente del Gobierno, José María Aznar, desvela en su nuevo libro “Retratos y perfiles. De Fraga a Bush”, que Fidel Castro le confesó en La Moncloa que “necesitaba el embargo para esta generación y la siguiente”. El autor del libro confiesa que le pareció "asombrosa la crueldad y la hipocresía de ese doble discurso”. El ex presidente asegura no entender a los gobiernos socialistas a los que acusa de haber sido siempre "muy tibios a la hora de condenar a Castro".
LD (Europa Press) Aznar, que presentará este libro, editado por Planeta, el próximo día 19 de abril, acusa al dictador de utilizar a su pueblo como "moneda de chantaje" para perpetuarse en el poder y a los gobiernos socialistas de ser tibios con el dictador.
 
La obra es un libro de 40 retratos, en el que dedica uno de los capítulos a Fidel Castro y narra algunos detalles de sus encuentros con el dictador cubano. Así, comenta la reunión que mantuvieron ambos en Moncloa poco después de la cumbre iberoamericana que se celebró en Oporto los días 17 y 18 de octubre de 1998.
 
El ex presidente cuenta cómo Castro, durante un desayuno de trabajo, le dijo que estaba interesado en visitar Extremadura y que deseaba volver a hablar con él. Aznar les explicó que no tenía prevista ninguna visita a esta CCAA en los días siguientes a la cumbre, por lo que Castro admitió que lo que quería era reunirse con el entonces presidente español. "Ante eso, accedí a recibirle en La Moncloa, con una condición, la visita duraría exactamente dos horas, de seis a ocho de la tarde del día 20 de octubre", relata y acto seguido explica la "desazón" que le producía la idea de tener una conversación de seis o siete horas.
 
Afirma no entender la tibieza de los gobiernos socialistas con Castro
 
Durante esta conversación, el ex presidente admite que se sinceró con Castro y le dijo que si estuviera en sus manos "levantaba el embargo contra Cuba mañana mismo, o al cabo de muy poco tiempo, y acababa con el régimen en tres meses", ya que, en su opinión, el embargo es uno de los "grandes aliados" con los que ha contado el dictador.
 
Según Aznar, Castro le contestó, literalmente, que él "necesitaba el embargo para esta generación y la siguiente". El autor del libro apunta que le pareció "asombrosa la crueldad y la hipocresía de ese doble discurso de quien manifiestamente está utilizando a su pueblo como moneda de chantaje para denunciar a supuestos enemigos extranjeros y perpetuarse en el poder". A la salida del despacho en Moncloa, el dictador le dijo al hijo de Aznar: "estas saludando al demonio".
 
Para el ex presidente del Gobierno, que confiesa no tener ninguna simpatía por el régimen de Castro, este será recordado como un dictador “cruel e inhumano”, por lo que asegura no entender a los gobiernos socialistas a quienes acusa de haber sido siempre "muy tibios a la hora de condenar a Castro".
 
La visita del Papa dio a Castro tiempo y margen de maniobra
 
José María Aznar desvela otros detalles en su relación con Cuba, como su oposición a que los Reyes realizaran una visita oficial, al entender que "sería utilizado por el régimen de Castro para su provecho". En este contexto explica el viaje que realizó el Papa a la isla en enero de 1998. Según el ex presidente, las visitas del Papa a países con regímenes dictatoriales han sido "con frecuencia decisivas para mejorar la situación y abrir el camino a la democracia". Aún así, afirma, "la presencia del Papa en La Habana, con aquella misa celebrada delante de un retrato gigantesco del Che Guevara, proporcionó a Castro tiempo y margen de maniobra".
 
En este capítulo narra también cómo, con ocasión de la presencia de los Reyes por la Cumbre Iberoamericana celebrada en La Habana en 1999, el dictador había puesto en marcha una operación que consistía en advertir a los habitantes de la capital cubana que cuando los Reyes de España visitaran la ciudad no hubiera nadie en las calles, ya que la visita no se estaba produciendo como él quería.

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