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Grave crisis del sindicato metalúrgico al fracasar la huelga para reducir la jornada laboral

La derrota sufrida en la lucha por la equiparación del horario laboral entre el oeste y el este de Alemania ha conducido al sindicato metalúrgico a una de sus mayores crisis. Por primera vez en casi cinco décadas ha tenido que suspender una huelga sin ver cumplida su reivindicación.

L D (EFE) Cuatro semanas de huelga sin que al final haya resultado alguno, eso es algo a lo que los sindicatos alemanes no están acostumbrados, menos aún el más poderoso de todos, el IG-Metall, que con 2,6 millones de afiliados es el mayor sectorial industrial del mundo.

El sábado por la mañana, el representante sindical en las negociaciones del este de Alemania, Hasso Düvel, anunciaba el fracaso del último intento de alcanzar un acuerdo con la patronal para introducir la semana laboral de 35 horas en el este del país, donde todavía rigen las 38 horas por semana. La patronal había rechazado la oferta del sindicato de ir reduciendo paulatinamente el horario hasta alcanzar una equiparación total con el oeste en el año 2009. La parte empresarial tan sólo estaba dispuesta a reducir el horario de los 310.000 metalúrgicos del este de Alemania a 37 horas en el año 2005.

El hecho de haber fracasado en una reivindicación que aparentemente ni siquiera parece vital —de hecho el respaldo entre los propios trabajadores del este había ido mermando significativamente— pone aún más de manifiesto la profundidad de la crisis, tanto de mando como de poder. Es una crisis de poder porque puede significar el principio del fin del convenio sectorial, una de las principales conquistas laborales de Alemania que ha posibilitado que los sindicatos tengan la fuerza que tienen.

Se trata además de una crisis de mando porque el principal responsable de seguir la “línea dura” de la huelga ha sido el actual vicepresidente del sindicato, Jürgen Peters, designado ya para suceder en otoño a Klaus Zwickel en la presidencia. Peters es considerado defensor de la línea más ortodoxa del sindicato y aunque no fue el favorito de Zwickel para sucederle —éste propuso al más moderado Berthold Huber— logró el respaldo de la dirección en una especie de pre-elección celebrada dentro de la cúpula.

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