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El problema de la sucesión monegasca

El Príncipe Rainiero de Mónaco ha manifestado en varias ocasiones a lo largo de su vida las dudas sobre que su hijo Alberto sea su sucesor en el trono. Tal como están las leyes, la sucesión monegasca se efectúa por orden de primogenitura con prioridad masculina para el mismo grado de parentesco y exige la nacionalidad monegasca. Por lo tanto, la corona pasaría a Alberto y después, por este orden, a Carolina, de 47 años y a Estefanía.

(Libertad Digital) Desde la instauración de la dinastía Grimaldi en Mónaco, la sucesión se ha llevado a cabo por descendencia directa y legítima del monarca (en este caso el Príncipe Rainiero), por orden de primogenitura y dando preferencia a los descendientes varones en el mismo grado de parentesco; sólo en su defecto, las mujeres podrían acceder al trono a condición de que sus descendientes adoptasen el nombre y las armas de los Grimaldi. Según el tratado de amistad que rige las relaciones entre Mónaco y Francia desde 1918, queda estipulado que la corona sólo podía ser para un monegasco o para un francés aprobado por el Gobierno francés, pero el acuerdo ha sido recientemente actualizado.
 
La Constitución monegasca fue modificada por el Príncipe Rainiero en 2002 para rebajar la edad de sucesión a los 18 años. El principal beneficiado de esta reforma es Stefano Casiragh, de 19 años, hijo primogénito de Carolina, fruto de su matrimonio con el difunto empresario italiano, Stefano Casiraghi, fallecido en 1990. Además, cambió el artículo en el que se postulaba que la sucesión daba exclusividad a los varones, y cambió la exclusividad por la prioridad, dando vía libre a sus hijas para sucederle.
 
Actualmente podrían optar a la corona del principado, junto con los hijos de Rainiero, Alberto, Carolina y Estefanía, el joven Andrea Casiraghi, ya que son los descendientes directos del anciano Príncipe mayores de 18 años. Además cumplen el requisito de tener todos la nacionalidad monegasca, aunque para que la Iglesia reconociera a Stefano hijo legítimo de Carolina hubo que esperar hasta que tuvo 7 años, por no estar la princesa casada por la Iglesia con Stefano Casifaghi. Con este reconocimiento se admitió al joven como sucesor al cumplir el segundo requisito.
 
Alberto, un sucesor polémico
 
Alberto, que en los últimos años, al hilo de los problemas de salud de Rainiero, ha desempeñando un papel cada vez más relevante en la gestión del país, fue quien pronunció el discurso oficial en la entrada de Mónaco en la ONU, en 1993, o en el Consejo de Europa, el año pasado. Se habla de su proyecto de hacer de Mónaco una capital de la ecología y de la acción humanitaria, paradójico para una ciudad que no es más que opulencia en forma de coches súper lujo y contaminantes y de edificios que arrinconan a la naturaleza, y donde los pobres brillan por su ausencia.

Otro reto no menos complicado es vencer las resistencias para hacer reformas institucionales en un país admitido en octubre pasado en el Consejo de Europa, pero donde -a diferencia de cualquier democracia- la soberanía no reside en el pueblo, sino en el príncipe, que nombra a su jefe de Gobierno (de una terna funcionarios franceses) y que tiene la iniciativa legislativa. Cualquier eventual cambio en este terreno tendrá que enfrentarse a los conservadores en un país del que tienen la nacionalidad y por tanto derecho al voto poco más de 6.000 de sus 32.000 habitantes.
 
El mayor problema que tuvo Rainiero con que su hijo le sucediera fue debido a las renuencias de éste a contraer matrimonio pese a haber sido relacionado con varias mujeres. Además, el anciano Príncipe siempre dudó de la firmeza de carácter de su único hijo varón.
 
Un Estado con un desarrollo espectacular bajo el reinado de Rainiero
 
Los cambios en el Principado durante el reinado de Rainiero de Mónaco han sido manifiestos. Desde que el anciano Príncipe heredara de su abuelo un reino que servía de retiro a la aristocracia europea, “La Roca” se ha convertido en una plaza financiera de orden mundial. Este pequeño Estado, de a penas doscientas hectáreas, es uno de los referentes europeos a nivel turístico, naviero y bancario.
 
Con poco más de 32.000 habitantes (de los cuales unos 6.000 tienen la nacionalidad monegasca, frente a más de 10.000 franceses y 6.500 italianos, interesados sobre todo por su régimen fiscal atractivo), Mónaco tiene medio centenar de entidades financieras, con más de 300.000 cuentas abiertas en las que, según las cifras oficiales, había 49.000 millones de euros en 2003. Por ello, desde 2000 figura en la lista negra de “paraísos fiscales no cooperativos” de la OCDE.
 
A Rainiero se le ha conocido, entre otros apodos cariñosos de su pueblo, como "el constructor", por el espectacular desarrollo del sector inmobiliario, que supone el 8 por ciento del empleo y de la riqueza del país, y porque en su mandato la superficie del Principado ha aumentado en un quinto del total -ganando terreno al mar- para poder seguir construyendo.

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