(Libertad Digital) El 30 de enero de este año, el camionero Robert McCartney, padre de dos hijos, fue asesinado durante una pelea en un bar del centro de Belfast. Le habían sacado un ojo, cortada la garganta y acuchillado desde el esternón hasta el cuello. Las cintas del circuito cerrado de televisión desaparecieron, no se llamó a ninguna ambulancia y el local fue limpiado de posibles pruebas forenses. Ninguna de las 72 personas que estuvieron allí declaró haber visto nada. Unas 50 personas han muerto en circunstancias similares en el Ulster y han sido enterrados silenciosamente por sus aterradas familias.
Podía haber sido como cualquier otro de los más de 2000 asesinatos de la banda terrorista irlandesa, si no fuera porque este crimen se encontró con la firme posición de las cinco hermanas y la novia de la víctima, que empezaron a hacer una campaña pública para exigir un juicio a los culpables. Y han tenido éxito en su barrio, un enclave católico rodeado de barrios protestantes donde el apoyo a los terroristas republicanos siempre había sido alto, llevando a un millar de personas a acudir al entierro de McCartney. Tanto el Sinn Fein como el IRA se enfrentan ahora al rechazo de los teóricamente suyos.
Para evitar esa pérdida de apoyo, el partido de Adams expulsó a siete miembros mientras el IRA hacía lo propio con tres de los suyos, entre ellos los dos mayores sospechosos del crimen. El grupo terrorista ha llegado a ofrecer el asesinato de las cuatro personas a las que considera culpables a cambio del silencio de la familia McCartney, a lo que se han negado, pues desean que se haga justicia en los tribunales. No obstante, aunque se ha detenido a una decena de personas, la policía las ha dejado en libertad por falta de pruebas. Los McCartney han acusado al IRA de intimidar a los testigos y borrar las evidencias.
Cuando el crimen ha empezado a conocerse en Estados Unidos, el presidente Bush decidió no contar con la presencia de Gerry Adams y el Sinn Fein a la celebración en la Casa Blanca del día de San Patricio, invitando en su lugar a las seis mujeres. Para el presidente norteamericano, el asesinato de McCartney es sólo la gota que ha desbordado su paciencia, colmada por la negativa del IRA a entregar las armas. Su enviado especial a Irlanda del Norte, Mitchell Reiss, ha asegurado no entender cómo es posible que “en un país europeo en el año 2005 pueda existir un ejército privado asociado a un partido político”.
Una de las hermanas de la víctima, Catherine McCartney, está considerando presentar su candidatura al parlamento británico, a lo que el Sinn Fein ha respondido pidiendo a la familia a “evaluar los riesgos” que conlleva la práctica de la política profesional. Según Martín McGuiness, lugarteniente de Adams, esto no es "una amenaza, sino palabras amigas de alguien que apoya al cien por ciento su campaña por la justicia y la verdad". Además, aseguró que persistir en su postura contraria al Sinn Fein ponía en riesgo el proceso de paz.
La candidatura de Catherine McCartney podía dejar al partido del IRA sin su representante en el distrito de Belfast Sur.