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El triunfo del "no" en Francia sume a la Unión Europea en la incertidumbre

El rechazo de los franceses al Tratado constitucional abre un periodo de incertidumbre en la Unión Europea que deberá ser resuelto ahora por parte de los líderes de los Veinticinco. La tarea no es fácil porque se habían encargado de persentar este texto como la solución al "impass" económico y político que vive el club comunitario.

L D (Agencias) Para mantener la calma, la primera reacción de los mandatarios europeos será un llamamiento a que continúe el proceso de ratificaciones en los demás Estados miembros, y ello, a pesar de que el siguiente examen será el miércoles en Holanda, donde el triunfo del "no" también se da casi por seguro. Ambas consultas serán, en cualquier caso, duras de asumir tanto desde el punto de vista interno como europeo.
 
Y es que 220 millones de ciudadanos de nueve países, que representan casi el 49 por ciento de la población de la UE, han ratificado ya el texto. La suspensión de todo el proceso sería por tanto difícilmente explicable a estos europeos que han ofrecido un voto de confianza a sus gobiernos. Hasta ahora Austria, Grecia, Hungría, Italia, Lituania, Eslovenia y Eslovaquia han aprobado la Carta Magna en sus respectivos parlamentos nacionales, mientras que España es el único país que la ha ratificado a través de un referéndum, el pasado 20 de febrero.
 
El último Estado miembro en darle el visto bueno al Tratado constitucional fue Alemania, donde el Bundesrat (Cámara Alta del Parlamento) respaldó el pasado viernes el texto por amplia mayoría después de que el Bundestag hiciera lo propio el pasado 12 de mayo.
 
Maquillaje en el texto
 
Las instituciones europeas se han pronunciado en contra de volver a convocar a los jefes de Estado y de Gobierno para renegociar el texto, puesto que lo conseguido es, hoy por hoy, lo máximo que los líderes actuales de los Veinticinco pueden lograr. Este Tratado ha sido presentado como "el más ambicioso de los habidos", incluye una Carta de Derechos Fundamentales que aspira a tener valor vinculante y establece una profunda reforma institucional que permitiría a los Estados miembros que desean seguir adelante en la integración sin el resto unirse para establecer "cooperaciones reforzadas" en determinadas materias.
 
La primera ficha deberá moverse en el Consejo Europeo de 16 y 17 de junio en Bruselas. La repercusión inmediata del "no" galo afectará a la capacidad de los líderes para negociar en esa cita, como estaba previsto, el próximo paquete financiero para el periodo 2007-2013.
 
La cita está llena de obstáculos: Alemania y Holanda se han pronunciado en contra de seguir siendo grandes contribuyentes netos, Reino Unido defiende su "cheque" británico, Francia considera intocable el acuerdo agrícola y España busca un sustancial periodo de transición. A esto hay que sumar que los nuevos socios del Este buscan captar el máximo posible de los fondos europeos.
 
Con Francia y Holanda fracturadas frente al proyecto europeo, el margen de maniobra se reduce mucho a la hora de las negociaciones más difíciles de la Unión Europea. Sólo un improbable pacto entre Berlín, París y Londres permitiría superar el escollo y no dejar únicamente en manos del primer ministro británico y próximo presidente en ejercicio del Consejo Europeo, Tony Blair, las negociaciones de las perspectivas financieras. Esta oportunidad es también cada vez menos probable, dado que Schroeder quiere convocar elecciones anticipadas en otoño, y no es probable que un líder casi en funciones y casi en campaña electoral haga concesiones económicas o tome decisiones de calado político.

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