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DISCURSO ÍNTEGRO DE AZNAR

Reproducimos íntegramente el discurso de José María Aznar en la cumbre de la Internacional Democrática de Centro celebrada este viernes en Manila, en su despedida como presidente de la internacional centro-derechista.

Señora Presidenta de la República de Filipinas; querida Gloria Macapagal-Arroyo; señor ex Presidente de la República de Filipinas y Presidente honorario de la IDC; querido Fidel V. Ramos; señor Speaker de la Cámara de Representantes y vicepresidente de la IDC; querido José de Venecia;
 
Queridas amigas y amigos:
 
Quiero que mis primeras palabras sean de agradecimiento profundo y vivo por la hospitalidad y las atenciones que los anfitriones de esta reunión nos están dispensando y por la amabilidad y simpatía que a cada momento derrochan con todos nosotros.
 
Siempre es un motivo de alegría visitar esta querida nación. Y hoy lo es además por la posibilidad de ver a viejos amigos, venidos desde muy lejos y por un motivo que merece la pena.
 
Nos hemos reunido en las Filipinas, en esta histórica, bella y pujante ciudad de Manila, para revisar el trabajo realizado por nuestra Internacional y para planear el futuro de nuestro trabajo. Y nos reunimos también para recoger uno de los frutos de nuestra labor, el nacimiento y la incorporación de la regional de la IDC Asia-Pacífico a nuestra organización.
 
Quiero felicitar a todos los que han hecho posible este acontecimiento. Menciono muy especialmente al Speaker de la Cámara de Representantes de la República de Filipinas y Vicepresidente de la IDC, nuestro buen amigo José de Venecia. Todos sabemos los difíciles momentos personales que ha pasado en los últimos tiempos. Sabe que cuenta con nuestro apoyo y nuestro afecto. A pesar de los momentos duros y difíciles hemos sido también testigos de su trabajo constante y tenaz, de su inteligencia y buen hacer. Gracias, José por todo ello. Hoy  podemos decir que el éxito ha recompensado tu trabajo.
 
Queridos amigos;
 
Sin duda alguna nuestra Internacional ha trabajado duro en los últimos tiempos. Podemos estar muy satisfechos de los frutos de ese trabajo.          Estamos experimentando un  crecimiento muy notable. Podemos decir con orgullo que somos una organización global.
 
Los principios y valores que defendemos son universales, y tienen que ser promovidos y fomentados en todas las partes del mundo. Hablo del valor de la igualdad esencial de todos los hombres y mujeres; de la libertad y de la democracia, a los que todos tienen derecho, que no pueden ser conjugados con la excusa de diferencias culturales o particularidades específicas.
 
Por eso la IDC está presente cada día en más sitios y vivimos un claro momento de expansión y consolidación.
 
Creo que el éxito de nuestro trabajo se ha podido ver en los  últimos años. Me gustaría destacar algunas actividades.
 
Hace algún tiempo, celebramos en Madrid el primer Diálogo Interreligioso, porque somos conscientes de que la libertad y la dignidad de la persona, la democracia y el respeto a los derechos humanos son categorías universales, compatibles con todas las religiones.
 
Tenemos que trabajar para que todos los hombres puedan disfrutar de ellas. En Manila vamos a celebrar el segundo Diálogo Interreligioso, avanzando por ese camino de entendimiento y de diálogo que iniciamos en Madrid. Hemos también constituido la Regional de la IDC para África, un continente que busca la esperanza y al que no podemos dar la espalda. Ya se ha celebrado la Primera reunión de partidos africanos de Centro. Creo que es un motivo para la reflexión y  un acicate para seguir con determinación nuestro trabajo.
 
Si queremos ayudar a millones de personas a salir de la miseria no hay mejor solución que empezar a crear y  a consolidar democracias, a fortalecer instituciones, a garantizar derechos y libertades fundamentales. África se merece también la oportunidad que brinda la libertad. Para que la democracia funcione es necesario armar partidos políticos sólidos, con una ideología moderna y abierta. Esta reunión africana es un primer paso modesto pero importante para avanzar por el camino de la libertad y de la democracia y para crear oportunidades en ese continente.
 
El paso que vamos a dar estos días en Manila tampoco es menor. Asia Pacífico es una región de extraordinaria importancia, con un empuje y una vitalidad que todos conocemos. Pero no nos engañemos. El crecimiento económico no es un objetivo en sí mismo y no puede ser una excusa para coartar la libertad.
 
Es necesario un compromiso real y efectivo con la democracia y la libertad. Además, soy de los que cree que ése es también la mejor manera de consolidar el crecimiento y la pujanza económica, de dar oportunidades para vivir una vida mejor a millones de personas.
 
Tampoco nos hemos olvidado en estos últimos tiempos de los que sufren todavía de la falta de libertad. Nuestro apoyo a la transición pacífica y democrática en Cuba ha sido constante y firme. Hemos organizados dos seminarios en Roma y en Río de Janeiro, donde quienes se ven condenados al exilio por la tiranía y algunas organizaciones que trabajan en la isla han podido unir fuerzas para trabajar por ese futuro de libertad y democracia que sin duda está próximo. Nuestro esfuerzo ha rendido también frutos muy concretos. El éxito de las pasadas reuniones de la Comisión de los Derechos Humanos de Ginebra es buena prueba de ello.
 
Por todos ello quiero felicitar a quienes han trabajado en equipo para hacer posible esos éxitos, y muy especialmente al Secretario Ejecutivo de la IDC, Antonio López-Istúriz.
 
Queridos amigos;
 
Una prueba del éxito de una organización es comprobar que crece, que cada día hay más gente que quiere entrar y aportar algo al proyecto común. Ese es el caso de la IDC.
 
Son sin duda tiempos difíciles los que nos toca vivir. Nos enfrentamos a problemas de alcance global a los que debemos dar una solución sobre la base de nuestros principios y valores, en las circunstancias geográficas, culturales o políticas que nos haya tocado en suerte.
 
Veo cuatro grandes retos a los que la IDC no puede ser ajena y que nos reclaman, a la IDC y a cada una de las organizaciones que la componen, un esfuerzo para articular propuestas políticas coherentes y eficaces.
 
En primer lugar, todos somos conscientes de que la libertad y la democracia no son bienes que nos sean dados porque sí, que podamos disfrutar dándolos por supuestos. Es más, no podemos negar que hay una amenaza real y creciente a escala global que pretende acabar con la democracia y la libertad de las personas para imponer uno u otro proyecto totalitario y excluyente.
 
La táctica que se utiliza para adelantar esos proyectos de tiranía no es otra que el terror. Los terroristas, utilicen la excusa o coartada ideológica que utilicen, no quieren otra cosa que imponer su domino. Y acabar con la libertad. Por eso aborrecen particularmente que la democracia empiece a florecer de forma incipiente en países como Irak y Afganistán.
 
Nuestro deber es ser conscientes de ese desafío que supone el terrorismo y mostrar la voluntad necesaria para derrotarlo. Sólo con determinación y constancia es posible acabar con él.
 
El terrorismo es una amenaza existencial para todas las sociedades libres y abiertas. No hay ninguna que pueda considerarse a salvo. Esta realidad nos llama a la más profunda y leal solidaridad. Por eso hay que utilizar todas las armas que nos dan el Estado de derecho y la ley y aumentar la cooperación entre las naciones, actualizando los instrumentos jurídicos para hacerla más estrecha y eficaz.
 
Debemos también cuidar la legitimidad moral de la lucha contra el terror. Hay que situar en la primera línea de nuestras atenciones a las víctimas, porque son ellas las que nos dan la fuerza moral para seguir luchando y derrotar a los terroristas. La atención y el reconocimiento moral de las víctimas, de todos aquellos que han perdido la vida o han resultados mutilados o han perdido a algún ser querido simplemente porque estaban en el camino de los terroristas, debe ser una prioridad absoluta.
 
 
El segundo gran desafío al que nos enfrentamos es un  nuevo populismo que adultera las instituciones democráticas para imponer proyectos totalitarios que conocemos muy bien. En este sentido, vemos con una preocupación creciente lo que está sucediendo en Iberoamérica, en donde la ensoñación de un caudillo está acabando con las libertades en su país y está exportando un credo de odio y un proyecto de socialismo caduco al resto del continente. Un proyecto que quiere acabar con las libertades civiles y la democracia.
 
No está demás recordar que las sociedades políticas deben estar basadas en el reconocimiento de los derechos fundamentales de las personas. Buscamos sociedades de ciudadanos, libres y responsables, que participen democráticamente en la toma de decisiones y a quienes el Estado reconozca y garantice sus derechos.
 
Lo que sería un salto atrás en la Historia es promover sociedades cerradas, alentar proyectos de ingeniería social  basados en supuestas identidades colectivas.  Este afán de poner por encima de los derechos de las personas supuestos derechos colectivos de razas míticas, de naciones brumosas que se pierden en la noche de los tiempos, lo que de verdad hace es poner en cuestión la democracia y la libertad de las personas.
 
Parecía que en Europa nos habíamos vacunado contra ese fenómeno. Vimos hace una década las catástrofes que provocó el nacionalismo excluyente en los Balcanes. Que nadie se engañe: el populismo revolucionario de Latinoamérica es la versión del otro lado del Atlántico de ese nefasto fenómeno.
 
Un fenómeno perverso al que no es ajena mi patria y con el que algunos aprendices de brujo se sienten irresponsablemente cómodos. Sabemos que no se puede claudicar de los principios fundamentales en los que se basan las sociedades libres y abiertas. No podemos dar la razón a quieren acabar con las libertades y lo proclaman sin ningún género de dudas. Por eso es preciso afrontar y enfrentar ese fenómeno en todos los lugares y en todos los países
 
Por suerte, en Iberoamérica podemos ver también el éxito de las sociedades de ciudadanos que fortalecen el consenso de los derechos fundamentales y de la libertad.  Chile es un ejemplo de nación que ha sabido superar los fantasmas del pasado, de la dictadura y del horror, y crear un consenso político que ha hecho posible avanzar con determinación por el camino de la libertad y el progreso.
 
En tercer lugar, la pobreza y la exclusión siguen siendo problemas de primer orden a los que es necesario plantar cara con determinación. Pero no nos engañemos. No hay atajos para lograr el desarrollo. El único camino válido es el de los derechos individuales, el del imperio de la ley, el de la democracia, la libertad, la transparencia y la responsabilidad.
 
No hay nada mejor para acabar con la pobreza que crear instituciones fuertes, que sean capaces de defender los derechos de las personas, y fomentar democracias abiertas. Es fundamental en este sentido que se organicen mecanismos jurídicos eficaces en los países que quieren salir de la pobreza para garantizar el derecho de propiedad e incluir así en la formalidad a millones de personas.
 
En cuarto lugar creo que debemos hacer un esfuerzo por resaltar y potenciar lo que nos une. En este sentido hay que decir sin complejos que las libertades y la democracia son para todos. Que no son aceptables exclusiones basadas en la religión, la raza o la cultura. Por eso iniciativas como el Diálogo Interreligioso deben ser apoyadas, sobre la base de que hay principios comunes indeclinables, como los derechos humanos y la igualdad hombre mujer o la dignidad de cada persona.
 
No se me ocurre ninguna razón para negar a nadie el derecho a vivir en una sociedad donde haya partidos democráticos y elecciones. Donde los derechos fundamentales, a la vida, a la libertad y a la propiedad, estén garantizadas por leyes justas que sean la expresión de la voluntad popular y por jueces independientes. Donde haya libertad de prensa y los periodistas sólo tengan que responder de ante la ley y los tribunales. Donde nadie sea discriminado por ser hombre o mujer. La expansión de la democracia y la libertad es el gran proyecto de nuestro tiempo. Y tenemos que tener la fuerza de nuestras convicciones y el rigor de nuestro pensamiento político para asegurar su triunfo.
 
 
Queridos amigos.
 
Siempre he trabajado con entusiasmo por los proyectos en los que creo. Y me gusta verlos coronados por el éxito. Pero con la misma convicción y entusiasmo creo que hay que dar paso a nueva gente que sean capaces de continuar la labor que uno empieza.
 
Así lo hice voluntariamente en mi propio partido, hace más de dos años. Hoy Mariano Rajoy es el gran líder del centro reformista español y es el Presidente de mi partido. Va a ser muy pronto, antes de lo que algunos creen, un excelente Presidente del Gobierno de España.
 
Os quiero agradecer el apoyo, la amistad y el calor que he recibido a los largo de estos años. Creo que podemos decir que entre todos hemos logrado que la IDC sea hoy un proyecto mejor y más asentado que hace cinco años.
 
Seguiré trabajando en el terreno de las ideas, desde la Fundacion FAES que tengo el honor de presidir, para defender los valores y principios en los que creemos. Y estaré siempre a vuestra disposición para aportar mi granito de arena para que la libertad, los derechos humanos, los ideales del centro reformista sigan ofreciendo a millones de personas en todo el mundo la garantía de un proyecto político solvente.
 
Finalmente, permítame señalar, puesto que este encuentro se celebra en la región del Pacifico, que deberíamos observar atentamente las tendencias estratégicas que están formándose en esta parte del mundo.
 
Por una parte, el creciente peso internacional de China, y por otra la proliferación de armas de destrucción masiva. China debe ser incorporada a nuestro sistema según nuestros valores: el respeto a la libertad, la propiedad privada y la soberanía nacional.
 
Las armas de destrucción masiva suponen el último desafío para la humanidad, especialmente si caen en manos de las personas equivocadas. Tenemos que trabajar duro para hacer que eso sea imposible.
 
Muchas gracias.

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