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¿QUIÉN ES AQUÍ EL MAESTRO?, por Víctor Gago

Lo suyo de un domingo por la mañana es bajar a por el periódico y encontrar un huevo filósofo sentado en lo alto de una tapia. Si hay cola en el quiosco y tus neuronas se atreven, de rondón, con el último párrafo de la Tercera de ABC sin riesgo de que luego te dé por abrazar a un caballo, puedes incluso asistir a la apasionante discusión de dos huevos filósofos, de una tapia a otra, y seguir tan ricamente a por croasanes.

(Libertad Digital) En El País de Las Maravillas – ¿dónde, si no?– , Zapatero despliega este domingo su Vista Alegre sobre los dos años de mandato. Imposible clasificar la cosa, ni entrevista, ni artículo de opinión, ni conferencia de prensa, ni blog personal, ni cuaderno azul, ni lista de la compra, ni redacción escolar sobre las vacaciones de Semana Santa, ni poesía, ni prosa, así que el apóstol de guardia, Luis R. Aizpeolea, lo presenta como el “texto”: “Zapatero ofrece su punto de vista, en este texto”, comienza diciendo el narrador. ¿Dónde está la noticia? Por supuesto, en la aparición del “texto”. El periodista ya no busca la verdad: se la encuentra. Si no necesita currárselo interrogando al poder, es porque se ha vuelto más próspero creer en sus hazañas o, directamente, inventárselas. La historia ha dejado paso a la épica, la lírica o la mística, según el día de la semana. Y, en el caso concreto de Zapatero, la filosofía para princesas de Marie Claire deja paso a los manuscritos de Qumram. Así como en los poemas de Edmond Jabes hay siempre un rabino que enseña desde textos inmemoriales, en el mar muerto de la prensa postmoderna el poder socialista ha encontrado, al fin, su propio evangelio. Un millón de gracias, Aznar.

En su “texto” y en su salsa de Vista Alegre, Zapatero va sobrado, le pega a todos los palos, y lo mismo traza a pulso una línea divisoria de la izquierda y la derecha con un rotulador Carioca, que alecciona sobre filosofía del lenguaje, como si Foucault aún gateara en pañales

“No debíamos claudicar en el uso de la palabra matrimonio. Con las palabras, los seres humanos construimos significados y moldeamos la realidad. Era esencial que todos los ciudadanos tuvieran igualdad completa de derechos en el matrimonio, empezando por la propia palabra”, dice, refiriéndose a la aplicación – forzada por ley – de la idea de matrimonio a la unión de personas del mismo sexo.

El socialismo empieza por asaltar el lenguaje, algo que Hayek ya describió en La fatal arrogancia y Zapatero practica con prístina ortodoxia. Cuando dice que “los seres humanos construimos significados y moldeamos la realidad”, habla como si el Estado fuese la humanidad, una obsesión típica de la mentalidad socialista. Pero no se refiere a individuos libres, lo que haría imposible la comunicación, si cada uno se dedicara a “construir significados” y “moldear la realidad” a su antojo, sino al Estado, que Zapatero considera legitimado para destruir unos significados compartidos por las personas e imponer otros que le son convenientes para perpetuarse.

Rodríguez dice que siempre intuyó que los españoles “aprobarían el matrimonio homosexual”. Si el primer efecto de que un Gobierno se apropie de las palabras para “moldear la realidad” es el abuso, el segundo es la mentira. La tolerancia de los españoles no es un hallazgo del PSOE. La equiparación real de derechos civiles de las parejas del mismo sexo a los de los matrimonios era una realidad en España antes de que Zapatero llegase a La Moncloa. Lo que se le recordó al Gobierno, desde otros poderes del Estado y desde amplios sectores de la sociedad – del Consejo General del Poder Judicial a la Academia de La Lengua, pasando por el Consejo de Estado – y no sólo desde la “jerarquía eclesiástica”, como plantea el evangelio de El País de Las Maravillas,  es que no puede crear nuevos derechos a costa de destruir otros, y que es igual de legítimo el derecho de dos personas del mismo sexo a unirse legalmente, con todas las garantías y prestaciones que el sistema reserva para la familia, como el derecho de una familia formada por un hombre y una mujer a que su unión siga siendo lo que la realidad, la razón y siglos del idioma castellano dice que es, un matrimonio, o como el derecho de un niño a tener un padre y una madre.

El otro gran obsequio teórico de Zapatero, al comenzar su tour Paso del Ecuador 2006, es la distinción entre izquierda y derecha, uno de los temas recurrentes de su pensamiento, desde que se definiera como “rojo” en Marie Claire.

Escuchemos al presidente en su “texto”:

“La derecha confía en los individuos como consumidores, en el mercado como panacea y en el Estado como obstáculo. La izquierda confía en los individuos como ciudadanos, en la sociedad abierta y tolerante como panacea del desarrollo individual, y en el Estado como garante. Por eso me considero de izquierdas. Creo que el Estado no debe tan solo ‘dejar hacer’, sino actuar con decisión para promover nuevos derechos sociales, y ciudadanos más libres, preparados y más protegidos”.

Dos años en el poder deben servir, ante todo, para decir la primera parida que se te venga a la cabeza y que tus evangelistas te hagan quedar como un rey-filósofo.

Difícil decidir qué es más ofensivo para una inteligencia media, si lo falso de lo que dice, o el trazo maniqueo y parvulario con que lo expresa. Parece que el estilo naif de Sorrocloco, el hermano humorista del ministro de Justicia, haya creado escuela en el Gobierno, y hasta Zapatero se dedica a practicar variaciones sobre siete notas, siete colores en sus ratos de reflexión.

Su visión de una derecha que trata a las personas como “consumidores” resume el rencor mitológico y la indocumentación bellotera que se mezclan, como un cóctel viscoso e indigesto, en la morgue neuronal del personaje. Por no hablar de la otra mitad del aforismo: “La izquierda confía en los individuos como ciudadanos, en la sociedad abierta y tolerante como panacea del desarrollo individual, y en el Estado como garante”. Ni zorra idea de lo que significa todo ese rollopatatero, pero ninguna frase que empiece diciendo: “La izquierda confía en los individuos…” puede encerrar una sola verdad, así que no vale la pena seguir interpretándolo. Demasiada dosis de filosofía dominical.

Y es que Zapatero, en su “texto sagrado”, le pega a todo, como los oradores espontáneos de Hyde Park.

De Irak, dice que las tropas españolas se fueron por pacifismo y para cumplir una promesa electoral. La promesa era retirarlas el 30 de junio, no por la espalda de los aliados el 18 de abril de 2004, y estaba condicionada a que antes no se alcanzara un acuerdo en el Consejo de Seguridad de la ONU para respaldar la intervención de la alianza de más de 50 países, respaldo que, finalmente, se produjo. Lástima que, en la desbandada de las tropas, el Gobierno se dejara olvidada la fragata Álvaro Bazán en el Golfo Pérsico. Son cosas que pasan, como cuando sales con prisas al aeropuerto y descubres en el taxi que te dejaste el reloj en la habitación del hotel. Qué cabeza la mía, dijo Zapatero. ¡La fragata! ¡Me he dejado la fragata en el Golfo!

De la amistad con el Gobierno USA, después de aquello y de invitar a los aliados a salir por patas de Irak, Zapatero dice que la relación, ahora, es más equilibrada, aunque no exista entre él y Bush la sintonía personal que había entre José María y George. Defíname “equilibrada”, señor presidente. Mire Usted, equilibrada es cuando Bush no quiere hablar contigo y tú no quieres hablar con él. Equilibrada es cuando la inversión de tus empresas en USA es irrelevante y la de las empresas USA en España fue cero zapatero en 2005. Equilibrio es cuando USA ya no es necesaria para mantener a raya a Marruecos, sencillamente porque Mohamed VI ya obtuvo lo que quiere de Zapatero.

“Las palabras construyen significados y moldean la realidad”. A eso debe reducirse la ética práctica a la que se refirió Zapatero en su entrevista con el director de El Mundo. El viejo conflicto entre la palabra y la cosa, que es por donde empieza a decantarse cualquier lucha entre el poder y la libertad, lo resuelve Zapatero con una pragmática voluntad de poder.

Todo puede significar cualquier cosa, cuando el dueño de las palabras es un huevo filósofo y te habla desde El País de las Maravillas.

  • Cuando yo uso una palabra  –dijo Humpty Dumpty en tono apabullantemente despreciativo–, significa exactamente lo que yo elijo que signifique, ni más ni menos.
  •  La cuestión es –dijo Alicia – si puede hacer Usted que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.

La cuestión es –contestó Humpty Dumpty – quién es aquí el maestro; eso es todo.

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