Según Piqué, el texto "introduce división", "pierde el consenso" y "rompe el espíritu de la transición, que viene dado porque las Cortes Generales deciden que, a partir de 1978, las instituciones políticas iban a ser de todos y no dependían de la alternancia". En su opinión, con este Estatuto se ha "vuelto a la historia nefasta del constitucionalismo español de finales del siglo XIX y primera mitad del XX , en la que las constituciones siempre eran de los que mandaban y, por definición, se excluía a los que no estaban en el poder".
Emplazó a Pasqual Maragall al referéndum de Cataluña para ver "si esto es un clamor o no", en referencia al discurso, y precisó que él "no lo percibe como tal". También le reprochó que en su intervención dijese que a partir de la aplicación del Estatuto "el único referente gubernamental en Cataluña va a ser el Gobierno de la Generalitat". "Verde y con asas", señaló Piqué, quien interpretó que eso, en la práctica, es "echar a la administración general del Estado de cualquier ámbito de actuación en el territorio de Cataluña".
Para Piqué, de este proyecto se traduce "una desconfianza hacia la sociedad civil, el libre mercado, la igualdad de oportunidades y un cierto ataque a la autonomía de la sociedad civil por parte del poder político". E indicó que ahora, "para tapar lo que están haciendo, ya han hecho lo mismo en Andalucía", y se preguntó "qué clase de disparate político es éste" y si cuando cambien las mayorías políticas "volveremos de nuevo a lo de antes".
Un "antídoto contra los separatismos"
Con este discurso Josep Piqué defendía en la Comisión la propuesta de veto que mantiene el PP sobre el texto y que se vota este miércoles. Las palabras de Piqué sucedían a los discursos de Maragall y Miguel Ángel Revilla, únicos presidentes autonómicos presentes en la ponencia, a la que estaban invitados todos los representantes de las comunidades autónomas. Tampoco asistió ningún miembro del Gobierno, algo que fue duramente criticado por el presidente del PPC, al calificarlo de "una auténtica vergüenza".
Revilla, mientras, protagonizó la anécdota de la jornada, al regalar a Maragall una pulsera roja y blanca conmemorativa del Año Jubilar Lebaniego que, dijo, "trae suerte, fomenta la solidaridad y convivencia y es antídoto contra los separatismos".