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López Obrador, del liderazgo nato a la obsesión por el poder

La fuerte personalidad del candidato del Partido de la Revolución Democrática, Andrés Manuel López Obrador ha dominado la campaña presidencial de México. Con lemas como "La honestidad valiente" y "Por el bien de México, primero los pobres", el perredista se presenta ante el electorado como un hombre incorruptible y decidido, que luchará por construir un país más equitativo. Pero, su gestión al frente de la alcaldía de la Ciudad de México se vio salpicada por varios escándalos cercanos de tráfico de influencias. Sus detractores le acusan de querer incorporar al país al eje populista La Habana-Caracas-La Paz. En su defensa, Obrador dice que se siente más cercano al Brasil de Lula da Silva y al Chile de Michelle Bachelete.

La fuerte personalidad del candidato del Partido de la Revolución Democrática, Andrés Manuel López Obrador ha dominado la campaña presidencial de México. Con lemas como "La honestidad valiente" y "Por el bien de México, primero los pobres", el perredista se presenta ante el electorado como un hombre incorruptible y decidido, que luchará por construir un país más equitativo. Pero, su gestión al frente de la alcaldía de la Ciudad de México se vio salpicada por varios escándalos cercanos de tráfico de influencias. Sus detractores le acusan de querer incorporar al país al eje populista La Habana-Caracas-La Paz. En su defensa, Obrador dice que se siente más cercano al Brasil de Lula da Silva y al Chile de Michelle Bachelete.
(Libertad Digital) Nacido en 1953 en Macuspana, Andrés Manuel López Obrador –nieto de español pues su abuelo era santanderino– dio sus primeros pasos en política en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), del que llegó a ser presidente en su natal estado de Tabasco, antes de saltar al PRD. Sus dotes de gestión las puso a prueba como Jefe de Gobierno del Distrito Federal (2000-2005), donde concitó buena parte de la atención política del país por sus críticas al presidente Vicente  Fox y a las instituciones. Es en esa ciudad, una de las más grandes y conflictivas del mundo, donde tiene a millones de incondicionales que representan su capital político más plausible en una campaña.
 
Sin embargo, su gestión se vio salpicado por varios escándalos cercanos, en particular el de tráfico de influencias y pagos clandestinos recibidos en 2004 por estrechos colaboradores suyos. La batalla política más importante la libró en 2005, cuando el entonces alcalde no aceptó la orden de un juez de detener una pequeña obra en la ciudad y cometió desacato. Aquel enfrentamiento, en el que se dijo víctima de un "complot" urdido por Fox, pudo acabar con sus aspiraciones, pero en una decisión política el presidente dio carpetazo y decidió no procesarle.
 
Viudo y padre de tres hijos, algunos críticos como el ensayista Enrique Krauze alaban sus programas sociales y promesas de austeridad, pero le atacan por la ambigüedad de su proyecto, sus ásperos modos políticos, falta de transparencia y pobre rendición de cuentas. López Obrador, dice Krauze, concibe la democracia "como una especie de movilización social permanente" y encabeza "un proyecto más bien cerrado, polarizante", de corte "mesiánico", muy distinto a los de movimientos de izquierda modernos como los de Brasil, Chile o España. Otra crítica del analista es la que recibe por entender la política como una dicotomía entre buenos y malos en la que quienes no están de acuerdo con él "son los engañados por los de arriba, por los malos de la película".
 
Esa misma opinión la comparte el estadounidense George Grayson, autor de una biografía crítica de López Obrador. "Es mucho más fácil de vender su programa si se puede configurar las relaciones en una manera bipolar", con la gente humilde de un lado y el neoliberalismo como encarnación de todos los males, del otro, señala este profesor de Ciencias Políticas estadounidense.
 
Desde el otro lado, el doctor en Relaciones Internacionales Lorenzo Meyer, amigo del aspirante, quienes le comparan con un "mesías" están equivocados y actúan de forma "malintencionada" al presentarle como un "antidemócrata", dispuesto a reelegirse en la Presidencia. Sostiene que esta última posibilidad es "descabellada" porque cualquiera que lo intentase necesitaría cambiar de una manera espectacular la vida política mexicana. Defiende el izquierdismo de López Obrador como el de alguien que busca ante todo la justicia social y sostiene que no se debe comparar a Chile o Brasil con México porque "cada país va teniendo la izquierda que puede".
 
En la campaña que está a punto de concluir se ha expuesto poco, ha concedido pocas entrevistas a la prensa internacional, lo que asocia con cierto desinterés del candidato por lo que ocurre en el exterior. Jesús Ortega, uno de los coordinadores de su campaña, reconoce que existe este déficit de imagen, lo justifica aduciendo que la prioridad estos meses ha estado "en los electores mexicanos" y se muestra confiado en que eso cambie cuando gane las elecciones.

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