Menú

INTERVENCIÓN ÍNTEGRA DE EDUARDO ZAPLANA

Por su interés, reproducimos la intervención íntegra de Eduardo Zaplana en los cursos de verano de El Escorial. España en una encrucijada: ¿Hacia un nuevo modelo de Estado?

El otro día estaba aquí en un debate con el resto de portavoces de los grupos parlamentarios y me acusaba Llamazares de ser exagerado, de poner a la política un sesgo de dramatismo, que dice que no tiene motivo ni razón de ser en este momento. Yo voy a intentar seguir dándole satisfacción a Gaspar Llamazares porque estoy absolutamente convencido de cuál es nuestra obligación y el papel que tenemos que jugar desde el punto de vista político en el PP, y por tanto, me reafirme en que España, en estos momentos, está en una encrucijada política, en una situación que entraña graves riesgos en función de cómo se encauce el proceso político en el que estamos inmersos. Y voy a intentar argumentarlo.
 
Como cualquier encrucijada, la que se le presenta a nuestro país en estos momentos tiene ante sí caminos alternativos, sobre todo caminos que conducen a distintos destinos. Algunos son conocidos y otros, como hemos expresado en reiteradas ocasiones, no se saben muy bien a dónde van. Y desgraciadamente, quien tiene que dirigir esos destinos, el Presidente del Gobierno, evidencia una carencia para proponer a los españoles un proyecto de futuro que pueda ser compartido por todos.
 
La esencia política del Presidente del Gobierno, de Rodríguez Zapatero, es la ruptura con la transición política y, sobre todo, con lo que la transición política, de la que tanto sabe Gabriel Cisneros que hoy nos acompaña aquí, significó. Es decir, la convivencia democrática, la estabilidad institucional,… todos esos beneficios que ha traído toda esa etapa… en estos momentos quiebra con la política de Rodríguez Zapatero. En la transición política resolvimos tres de las cuatro cuestiones esenciales que durante tanto tiempo habían dividido a los españoles, que habían generado enfrentamientos importantes y, desde luego, etapas negras en nuestra historia. Resolvimos la cuestión social, la religiosa y la militar.
 
Y se resolvió también la cuarta, a pesar de que el desarrollo quedó pendiente de pasos sucesivos, que era la cuestión territorial. Quedó bien encauzada, a pesar de todas las críticas que se quieran hacer al título VIII de la Constitución, y está sometida, sin duda, a un desarrollo posterior, pero se establecen claramente, y se pactan y se acuerdan, los límites constitucionales de ese desarrollo estatutario, de ese desarrollo de autogobierno. Y por tanto se establece una regla de oro básica y fundamental que se ha respetado hasta ahora, que es el consenso entre los dos grandes grupos nacionales, UCD y PSOE primero, y posteriormente el PP y el PSOE, para todo aquello que tenga que ver con cuestiones de Estado o que afecte al futuro del propio modelo constitucional.
 
Con ese mecanismo hemos venido funcionando francamente bien. La base de la Democracia, como bien se sabe, es la alternancia, y esa alternancia se sostiene en un mutuo compromiso, en las distintas alternativas del Gobierno para respetar las reglas de juego. O lo que es lo mismo: no se  puede cambiar las reglas del juego de una forma unilateral y si las dos formaciones políticas mayoritarias, que representan a la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles, no están de acuerdo. Esto funcionaba así. Esto había permitido la etapa de máximo progreso en nuestro país y estabilidad democrática. Y sin embargo, en esta legislatura, empieza a quebrar.
 
Esta legislatura está marcada por una voluntad inequívoca del Presidente del Gobierno de derogar unilateralmente este pacto constitucional, esa filosofía de la que yo hablaba. Y lo que es más grave, cambiar las reglas de juego a través de un pacto entre lo que él representa, que es la izquierda política, y los nacionalistas. Yo recuerdo que cuando, todavía con el Gobierno del PP en el poder, se hizo el acuerdo del tripartito, el Pacto del Tinell, en aquel momento se valoró positivamente, incluso por parte de los medios de comunicación. Nosotros denunciamos la perversión de aquel acuerdo, y desde luego la trascendencia que podía tener. Nos llamaron exagerados, dijeron que hacíamos dramatismo del análisis y la valoración política de que podía suponer aquel acuerdo, y pasaron inadvertidos alguno de los aspectos que allí se recogían.
 
Y desde mi punto de vista, se recogen ahí explícitamente y claramente todo lo que ha contribuido posteriormente a este desarme de lo que es la filosofía del acuerdo constitucional y de la esencia de nuestra transición política. Pues bien, no es el primer Presidente del Gobierno Rodríguez Zapatero que pacta con los nacionalistas. Felipe González lo tuvo que hacer, en su etapa en la que no tenía mayoría parlamentaria. Incluso tuvo un buen nivel de diálogo y de colaboración con ellos cuando tuvo mayoría absoluta. Exactamente igual lo hizo el Presidente Aznar: el PP, en la primera legislatura, tuvo acuerdos parlamentarios, firmados incluso, con formaciones políticas nacionalistas; posteriormente mantuvo ese diálogo y esa colaboración. Pero en ningún caso se desbordó el mandato de los ciudadanos y en ningún caso se hicieron suyos, por parte de los gobiernos del PSOE o del PP, ni la retórica ni esos objetivos de máximos de los proyectos nacionalistas como ha sucedido en este momento.
 
Eran proyectos nacionales que contaban con el apoyo entonces de las fuerzas políticas nacionalistas, al margen de críticas puntuales que siempre pueden existir, de aciertos y de errores, nunca estaba en peligro un proyecto nacional. A día de hoy, sin embargo, la situación es bien distinta, y el arco parlamentario está dividido entre los nacionalistas y los socialistas, que han unido sus fuerzas en un proyecto centrífugo y separado, y los que defendemos una nación de ciudadanos iguales en derechos, iguales en libertades, y por tanto la permanencia de esa filosofía y proyecto que representa la Constitución y la transición política.
 
La sumisión del gobierno a los nacionalistas tiene mucho más que ver, desde mi punto de vista, con la voluntad de Rodríguez Zapatero que con la aritmética parlamentaria. Algunos podían pensar que es que Zapatero se ve obligado a este tipo de acuerdos, se ve sometido, pero yo creo que no. Yo creo que tiene mucho más que ver con su propia libertad y con una decisión política claramente meditada que está ejecutando milimétricamente desde que está en la responsabilidad de Gobierno. Rodríguez Zapatero se ha convertido en el eje sobre el que giran dos fuerzas que pretenden dar al traste con el régimen constitucional. Una de ellas, que podemos llamar exógena, está relacionada con el desencadenamiento, no solamente tolerado, sino incluso promovido por el propio Presidente del Gobierno, de una ofensiva constante desde el principio de la legislatura de reivindicaciones nacionalistas destinadas a dejar vacío el estado, a dejarlo sin sentido.
 
Y la segunda fuerza, que podíamos denominar endógena, está vinculada a una acción deliberada también del Presidente del Gobierno para producir, desde dentro del propio régimen constitucional, un progresivo deterioro de las instituciones y sobre todo del funcionamiento de las instituciones que acabe por justificar ese recambio que, desde mi punto de vista, él anhela. Se trata de una estrategia que busca al final un estado constitucional inviable, que no tenga razón de ser, y plantear como alternativa algo que todavía no se ha definido, que es desconocido en la ambigüedad del Presidente del Gobierno, pero que ya sabemos que va en la línea de recuperar la imagen y la historia de otras épocas y de regímenes políticos fracasados en nuestro país, pero que tan de moda quieren poner en estos momentos algunos.
 
En el desarrollo de todo esto que voy contando, podemos hacer una especie de recopilación y recordatorio de lo que ha pasado esta Legislatura en este análisis político concreto. La primera ofensiva nacionalista que comenzó inmediatamente se concretó en el Plan Ibarretxe. El Plan Ibarretxe y posteriormente en el Estatuto de Cataluña. Pero los dos tuvieron distinta suerte desde el punto de vista de su tramitación parlamentaria. El Plan Ibarretxe fue rechazado por el Presidente del Gobierno, por el PSOE –nosotros tuvimos la misma posición con el Plan Ibarretxe que con el Estatuto de Cataluña, no así el PSOE–. El PSOE rechazó el plan ibarretxe, y podría perfectamente haber rechazado, con los mismos argumentos, sin haber movido una coma, la reforma del estatuto de Cataluña. Pero no lo consideró oportuno y sin embargo uno fue rechazado y el otro tramitado.
 
¿Por qué? Pues probablemente, y aquí ya entró en las valoraciones políticas, porque el PNV no entraba en aquel momento en los planes políticos de Zapatero, quien había elegido a otros interlocutores, aunque secretos, pero después lo hemos conocido, en el País Vasco. Esa es mi interpretación. Estaba hablando con otras personas probablemente y tenía la interlocución. Y quién sabe, yo lo apunto solamente, si ya estaba pactado, o hablado con alguien, que la primera factura que se tuviera que pagar, o la primera aprobación que se tuviera que hacer en el Congreso, fuera la del Estatuto de Autonomía de Cataluña y no el del País Vasco. Ya le digo que yo no lo sé, pero hay razones suficientes que nos pueden llevar a pensar que efectivamente ese acuerdo podría existir de un proceso constituyente encubierto y que empezara por Cataluña.
 
Bien, por eso la suerte que ha acompañado al Estatuto de Cataluña es mayor que la que acompañó al proyecto de reforma del Estatuto vasco, y aunque con exiguas mayorías tanto en el Congreso, como en el Senado, como en la sociedad catalana a la hora de refrendarlo en referéndum, pues hoy, no ha entrado en vigor todavía, sí se ha publicado, y dentro de unos días estará en vigor. Es un Estatuto claramente contrario a la Constitución. Nosotros presentaremos el próximo lunes, y yo ya no entro en más detalles porque mañana Mariano Rajoy hablará de eso aquí mismo también, nuestro recurso de inconstitucionalidad. Pero sí decirles que el Estatuto es claramente contrario a la Constitución, que consagra una bilateralidad imposible dentro del marco constitucional entre una comunidad autónoma y el Gobierno de la Nación, que quiere negociar en plano de igualdad y que establece sistemas de blindajes.
 
Basamos nuestras esperanzas y expectativas en que este recurso pueda triunfar y que en algunos casos sería muy difícil entender que lógicamente no lo hiciera. Fíjese en que el Gobierno, con posterioridad a la aprobación del Estatuto de Autonomía de Cataluña, ha aprobado algunas leyes que no van a poder tener aplicación en aquel territorio, y que hacen evidente que nuestros argumentos, que han sido rebatidos por parte del Gobierno y del PSOE en todo este proceso, tienen todo el fundamento y veracidad del mundo. Después quieren, a la hora de plantear este debate –ya les decía cómo me recibieron aquí el otro día algunos compañeros portavoces parlamentarios– una estrategia de tachar al PP de exagerado, con tintes dramáticos en sus expresiones, que no responde a la realidad que acompaña a nuestro país en estos momentos…. Y ahora están en la broma esta de “decían que se rompe España y el Estatuto de Autonomía se ha aprobado y miren ustedes, España no se ha roto”. Y hacen alguna broma con eso, cuando ni siquiera ha entrado en vigor el Estatuto.
 
Pero cuando nosotros hablamos de la ruptura de España, lógicamente, no estamos hablando de una fractura geológica, ni muchísimo menos, estamos hablando de la inviabilidad de un Estado, de un proyecto nacional, a causa de estas reformas estatutarias. Por eso, nosotros, con todo el juicio y con toda la razón del mundo, para ser coherentes con esta posición política, pedimos firmas para que se pudiera someter a referéndum en toda España, y ya que alteraba clarísimamente la norma de convivencia y la viabilidad del Estado, pues que los españoles se pudieran pronunciar con tiempo suficiente antes de su aprobación, cosa que rechazó, como también recordarán, el Congreso de los diputados cuando lo encauzamos de la única forma que pudimos: a través de una proposición no de ley.
 
Decirles que no vamos a tirar la toalla. El próximo lunes se presentará el recurso de inconstitucionalidad y vamos a seguir en el único camino que nos queda al PP que es la perseverancia y contundencia en la defensa de principios básicos que inspiraron la transición democrática y que han deparado los mejores años de nuestra historia. Y que además, desde mi punto de vista personal, no debemos bajar el listón, bajo ningún concepto, ni hacer una oposición acomplejada, ni porque el Estatuto haya entrado en vigor olvidarnos y decir que ahora tenemos que encauzar nuestras armas políticas y nuestras decisiones en otros ámbitos, me parece que este es sustancial de todos los debates, y que por tanto tenemos que seguir actuando con la mayor perseverancia y contundencia posible.
 
¿Por qué? Pues porque la Constitución no se hizo para que fuera incompatible con los nacionalistas. Muy al contrario, sino para que todos pudieramos convivir, como ha sido todos estos años, con todas las tensiones que se quiera, pero para que fuera compatible con los nacionalistas, como así ha sido. Y por tanto, no entendemos la necesidad de este proceso ni de estas traiciones evidentes que se han producido a la Constitución y a su espíritu. La traición nacionalista, que es de todo injustificada, pero que al final uno puede decir,… bueno, pues no tiene ningún tipo de razón de ser, es bastante irresponsable, pero no deja de ser una reivindicación permanente de los nacionalistas la ruptura del proyecto nacional y por tanto, dentro de esa irresponsabilidad que nosotros denunciamos, algunos pueden ver algún sesgo de coherencia en sus posiciones.
 
Pero lo que desde luego no se alcanza, y es reprochable, y es injustificable de entender es la traición socialista a toda esta etapa, al texto constitucional, y a toda la filosofía de la transición política. Porque no solamente es que traicione ello, es que traiciona la esencia e identidad del socialismo español, lo que siempre había pensado, lo que siempre había defendido como un proyecto nacional y que se ha expresado siempre en esos tiempos en el devenir del Partido Socialista. Zapatero y el Partido Socialista, no sabemos por qué razón, al margen de las que yo he podido expresar que acompañan al Presidente del Gobierno, han alentado esa España del yo, esa España del mí, esa España de lo mío, y ahora resulta pues que los ríos, los papeles, los dineros, los monumentos o las realidades nacionales pertenecen a los territorios distintos de España, y por tanto cada uno, a la hora de reivindicar su posición, lógicamente tiene que hacerlo en función a lo que le resta a los demás, a lo que les quita a los demás, cargándose lo que es la esencia de un proyecto común.
 
Y además quieren enfocar todo esto trayendo a la memoria etapas fracasadas absolutamente de nuestra Historia. Están permanentemente reivindicando la Segunda República como modelo de sistema democrático en una clarísima y burda falsificación de la historia. Y ponen ejemplos, y muchas veces abusan del desconocimiento de la gente, al margen de su propia irresponsabilidad, al poner de relieve que tenemos que recuperar esencias exitosas de otras épocas cuando se han caracterizado por el más absoluto de sus fracasos. Es fácil emparejar la experiencia republicana del año 36 con el proyecto de cambio de régimen que hoy estamos sufriendo, porque estamos ante eso, estamos ante un cambio de régimen evidente.
 
La Constitución de la Segunda República se aprobó en las Cortes pero no hubo referéndum popular que la pudiera refrendar. Jamás fue refrendada porque al pueblo español se le negó el derecho a dar su opinión sobre esa constitución, que, como tantos errores hemos cometido los españoles, era una Constitución de parte. Y aquí estamos, en eso sí, recreando la historia, estamos promoviendo la depredación del Estado por una parte del nacionalismo, pero sin duda estimulado y con el apoyo esencial del Gobierno y del propio Presidente del Gobierno.
 
Y por otro, también, estamos en un proceso de deterioro de la vida democrática e institucional, porque sin ese deterioro mucho de los planes del Presidente del Gobierno y de sus actuaciones no serían posible ni hubieran triunfado. Una pregunta que les hago, ¿por qué Zapatero lleva estos dos años haciendo política sentando siempre en mesas para hablar de políticas de Estado a interlocutores que son enemigos declarados de la España constitucional o del propio Estado? Es decir, es imposible que las políticas de Estado se puedan hacer con esos compañeros que coherentemente, como yo reconocía el otro día en esta misma mesa, están en contra del proyecto nacional y están en contra de su propia pertenencia al proyecto nacional.
 
Sin embargo esa es la constante, y la constante es marginar al PP y sin embargo diseñar todas las políticas con esas formaciones políticas que representan lo que representan y que defienden lo que ustedes perfectamente conocen. Pues bien, ¿por qué todo eso? Porque esa es la pregunta. ¿Por qué se aparta del PP y por qué quiere dirigir todas las políticas de Estado, todos los acuerdos, con las formaciones políticas nacionalistas radicales con las que está llegando a los acuerdos y llegó desde el primer momento?
 
Pues yo tengo mi propia versión al respecto. Porque, a pesar de lo que nos acusan siempre y nos dicen que no sabemos perder, son los socialistas siempre los que no saben perder. Son los socialistas los que se han dado cuenta de que si la alternancia funciona, que si las reglas del juego son respetadas por todos, que si el espíritu de la Constitución sigue presente en el devenir de la vida política española, efectivamente pueden perder las elecciones, como ocurrió en el año 96 y en el año 2000. Y por tanto el PP es la alternativa a cualquier otro gobierno del PSOE y se irá alternando con él. Y quieren cambiar el régimen constitucional y quieren cambiar las reglas del juego porque no quieren que esto ocurra. Esa es mi versión y mi opinión.
 
Quieren llegar a acuerdos con los nacionalistas que permitan que el PSOE pueda seguir gobernando permanentemente, excluyendo al PP, vendiéndolo como enemigo de determinadas comunidades autónomas por oponerse a lo que en principio trasladan como aspiraciones que tienen mucho que ver con su progreso y bienestar futuro aunque no sea así, y lo que están es impidiendo la alternativa y cambiando las reglas de juego, y lo que están, de esa forma, es intentando sacar del terreno, del debate, al Partido Popular y dejándolo en una posición política que no tenga la posibilidad de ganar unas elecciones en los próximos años, y que el sustento electoral y el apoyo entre sí de nacionalistas y socialistas permita una especie de “PRI” a la española y que les de muchísimos años por delante sin ningún riesgo de alternancia en el poder.
 
Eso es sinceramente lo que creo que está en juego, eso es el diseño que tiene el PSOE, al menos tiene el Gobierno, o su presidente. Y eso es lo que están intentando poner en juego desde el principio. Nosotros qué decimos. Nosotros decimos que la Constitución no solamente no ha caducado, sino que tiene que depararnos los mejores resultados todavía. Nosotros decimos que para que España funcione hace falta una Constitución liberal y de consenso, una constitución moderada, que persiga el bien de todos, donde quepamos todos, que proclame la igualdad de los ciudadanos, y que por tanto esta Constitución es la mejor porque ha sido la que ha sido capaz de reunir a más españoles a su alrededor en toda la Historia de España.
 
Y que necesitamos, en esta tesitura a la que nos ha llevado el PSOE, establecer claramente y de nuevo, porque ha sido él el que lo ha roto, un acuerdo sobre la configuración definitiva del Estado. Que no se puede seguir dejando en manos de las comunidades autónomas la posibilidad de seguir ampliando sus competencias sin límites, que no se puede dejar en manos de los estados autonómicos la definición del propio proyecto nacional, y lo dice además quien, como decía Antonio en la presentación, tendré todos los defectos del mundo, pero he escrito, mantengo y desde luego defiendo a costa de lo que sea que el proyecto de modernización de nuestro país tiene mucho que ver con el Estado autonómico, con el autogobierno de las comunidades autónomas, con el proceso que es mucho más, ya lo sé, de descentralización que se hizo en nuestro país desde la transición política y que es uno de los activos fundamentales que nos acompaña en todos estos años.
 
Pero que a eso hay que ponerle límites y que por tanto es tremendamente necesario dotar al Estado de una estructura competencial y de una financiación que no puedan estar al albur de coyunturas políticas y que garanticen la existencia de un Estado viable. Y que eso, además, está pasando en otros lugares de Europa en estos momentos, donde se han dado cuenta de los errores pasado, como en Alemania y en Italia, que están en un proceso justo al contrario, a favor de un Estado útil, de un Estado que permite centrar las cuestiones en aquellas cuestiones que permiten centrarse en aquellas cuestiones que afectan directamente al progreso y al bienestar de los ciudadanos, y no, como es´ta pasando aquí, que es justo lo contrario.
 
En el mismo sentido que se ha expresado el Consejo de Estado. Y que por tanto, en buena lógica, lo que tenemos que hacer es un proceso de viabilidad del Estado que pasa necesariamente por una reforma constitucional, un proyecto de reforma constitucional que haga ese Estado viable. Nosotros nos habíamos apartado siempre, y ahí intentarán llevarnos a alguna contradicción que no existe, de la defensa de una reforma de la Constitución. Habíamos dicho que no hacía falta y creemos que no hacía falta. Pero en este Estado y en este momento es precisamente necesaria para lo mismo que decíamos antes: para que la viabilidad del Estado pueda seguir funcionando y para que todos estos errores que se han producido puedan estar acotados desde el marco constitucional y se sepan claramente cuáles son las competencias del Estado y por tanto dónde pueden entrar las comunidades autónomas.
 
Pues bien. Voy concluyendo con alguna reflexión. Lo primero que nos tendríamos que preguntar, ese es la principal cuestión desde mi punto de vista, es si el PP, efectivamente, alejado de la realidad, está exagerando o no está exagerando. Es decir, si hay base para nuestras denuncias políticas o no las hay. Si se percibe el peligro de lo que nosotros llamamos, pues unas veces con más acierto y con menos acierto otras, la imposibilidad de un Estado viable futuro con estas decisiones o incluso, en algún momento, la ruptura del concepto de Nación. Es decir, ¿es verdad o no es verdad que estamos en un proceso que busca y que camina inexorablemente hacia la inviabilidad del Estado? Mi respuesta desde luego es inequívoca. No hace falta que la diga.
 
Hay que ser claros también si estamos ante un proceso cuya última etapa es un cambio de régimen político en nuestro país, que es una afirmación que hemos hecho de forma reiterada y que mucha gente puede incluso no entender. Bien, evidentemente creo que esa es la pretensión del Presidente del Gobierno y de todo su equipo. Si es o no es verdad que la conformación de esas mayorías entre nacionalistas y partido socialista haría prácticamente imposible la alternancia y convertiría al PSOE en una suerte de “PRI” a la española que imposibilitaría que el PP pudiera gobernar durante muchísimos años. Yo creo que esa es la última intención política también que acompaña al Presidente del Gobierno.
 
Si todo eso es así, si nosotros no estamos exagerando, y la viabilidad del Estado está en juego, si efectivamente lo que quieren es cambiar las reglas para intentar que el PP quede al margen de la alternancia política, y todo eso tiene argumentos de peso para poderse justificar, pues al PP no le queda otra alternativa que afrontar ese pulso con toda la determinación del mundo. No tenemos otro camino y esa es nuestra obligación y nuestra responsabilidad, porque otra cosa sería letal para los intereses no ya del PP, que por supuesto, sino del conjunto de la sociedad española y del propio sistema democrático.
 
Desde ese punto de vista, nosotros estamos en una encrucijada. También nosotros estamos en una situación tremendamente compleja si no somos capaces de percibir el riesgo que nos acompaña en estos momentos y si no nos damos cuenta de que, efectivamente, de consolidarse este tipo de decisiones políticas, pueden acarrear las consecuencias que yo estoy intentando expresar esta mañana. Y por tanto, tenemos la obligación de reaccionar y de reaccionar sin ningún tipo de complejo. Y en esa actuación política nos acompaña también, yo creo que desde el punto de vista de la estrategia del PSOE, acompañada de algún error nuestro, el análisis de si lo hacemos mejor, lo hacemos peor, o que tipo de etiqueta tenemos cada uno.
 
Y yo creo que ese es el principal error que podríamos cometer, el no ser determinantes a la hora del ejercicio de nuestra actuación política, y en empeñarnos en ver si las denuncias que tenemos que hacer las tenemos que hacer con un sesgo u otro en función de cómo pueda parecer cada uno ante la opinión pública. A las cosas hay que llamarlas por su nombre. Las cosas hay que denunciarlas con la gravedad que nosotros creemos que tienen. Y por tanto no tenemos otro camino que ser tremendamente claros y desde luego no estar mirándonos nosotros mismo al ombligo sobre qué es lo que tenemos que hacer y cómo tenemos que hacerlo, sino que eso, cuanto mejor lo hagamos y de forma más eficaz, mejor, y qué es lo que tenemos que combatir y dónde esta el riesgo que acompaña en estos momentos a la sociedad española.
 
Y por tanto, hacer una oposición sin ningún tipo de complejos. Ya está bien de debates de estos de buenos o malos, donde siempre gana el PSOE porque lo hace mejor que nosotros. Ya está bien de que nosotros tengamos que medir nuestras decisiones políticas en base a la percepción de muchos de nuestros enemigos, todo lo contrario. Nosotros tenemos que defender las cosas porque creemos que hay que defenderlas, no por cómo nos las van a valorar, insisto, los que no nos quieren. Y por tanto en septiembre tendremos que volver al curso político con una posición absolutamente inequívoca y determinante de denuncia, pasado el ecuador de la legislatura, de algunas cuestiones que son tremendamente graves, que como yo he dicho pueden corregirse si el PP gana las elecciones, pero desde luego serían de imposible corrección si vuelve a existir otra legislatura, que sería la segunda, de Rodríguez zapatero.
 
Yo que he hecho una valoración siempre positiva de la actuación del PP en estos dos años, el PP ha mantenido su unidad, su cohesión, el pulso electoral, las elecciones están abiertas, tenemos posibilidad de ganarlas… O sea, todo ha sido un éxito, desde el punto de vista de la gestión de una derrota política inesperada y complicada siempre para una formación que sale del Gobierno, eso creo que lo hemos hecho muy bien, pero creo que si no actuamos con la determinación y con la contundencia necesaria a partir de la reanudación del próximo curso político podríamos equivocarnos, porque podría la sociedad española percibir que efectivamente nuestra posición anterior había sido exagerada o que las decisiones que se están adoptando, que se han adoptado y que se están consolidando no son tan graves y no van a afectar tanto a sus vidas como nosotros estamos denunciando.
 
Si eso fuera así, no solamente estaríamos, desde mi punto de vista, haciendo daño a nuestros propios intereses políticos y electorales, sino que también estaríamos haciendo daño a los intereses de la sociedad española, que podría no percibir el alcance y la trascendencia de estas decisiones. El PP va a seguir en esa línea de denuncia y de argumentación política con todas las dificultades que en una democracia mediática como la nuestra nos acompañan. Vamos a seguir haciéndolo con la mayor contundencia y ojalá con el acompañamiento del acierto y desde luego esa va a ser nuestra posición. Y sinceramente vamos a llegar a un escenario, y con esto concluyo, pues que no era el deseado. Nadie pensaba que las próximas elecciones se iban a dilucidar con dos programas de proyectos de estado distintos, cosa que no nos acompaña desde el principio de la recuperación de nuestras libertades en España, donde había existido siempre un consenso entre el marco constitucional y las reglas de juego, y sin embargo en esta ocasión van a haber dos proyectos contados electoralmente claramente opuesto.
 
Uno es el de esta reforma constitucional que presentará Mariano Rajoy y el PP que tiene como esencia el mantenimiento de un Estado viable y el espíritu de consenso de la transición política, y otro, que no se sabe definir muy bien en qué consiste, cuáles son sus límites y en qué puede acabar, que es ese apoyo del PSOE y de las formaciones nacionalistas, que apuesta por un desarrollo de estatutos que es claramente contrario a la Constitución, que modifica la Constitución y que hace un Estado inviable. Y eso se llamará pues la España federal, confederal, le podrán poner el apellido que quieran, pero lo que todo el mundo entenderá es que son dos proyectos claramente distintos.
 
¿Es posible reconducir todas esas situaciones? La gente te lleva siempre, sobre todo algunos medios de comunicación, a un debate imposible. ¿Ustedes derogarían, ustedes acabarían con todas estas decisiones que ha tomado Rodríguez Zapatero y su Gobierno? Y nosotros decimos que sí, pero por consenso. Entonces dicen, eso no es posible, cómo va usted a consensuar con las formaciones políticas que han apoyado esas reformas y las han inspirado… Es perfectamente posible. Mi respuesta es que eso es perfectamente posible. Cuando uno gana las elecciones, gana las elecciones, y cuando uno gana las elecciones, la propia esencia de la Democracia exige que los demás tengan que hablar y tengan que entenderse con él, se sabe quién tiene la mayoría, quién tiene la representación de los ciudadanos y, además, lo hemos demostrado en otros momentos de nuestra historia, cuando también se decía que era imposible que nadie pactara con nosotros. Y no solamente pactamos, sino que fuimos capaces de dirigir la etapa de mayor crecimiento, progreso y bienestar de la sociedad española. Pues en este caso, exactamente igual. Se puede hacer perfectamente igual y no les quepa ninguna duda que lo conseguiríamos y lo haríamos.
 
Ahora, eso sí, para eso tenemos que tener un voto más que el PSOE, si pueden ser unos cuantos mejor, para eso tenemos que ganar las elecciones. Y eso es lo que está en juego. ¿Eso es posible? Perfectamente posible. Hoy las elecciones están abiertas y yo tengo esa esperanza, no sé si muy subjetiva o muy egoísta, que también lo será, de que flore todo esto en el cuerpo electoral, en los ciudadanos. Que sepan que aquí existe un partido que con todos los errores que comete, como es el PP, que es un partido serio, que es un partido solvente, que es un partido que ha gobernado, que es un partido que no hace locuras y que lo otro es estar permanentemente en el filo de la navaja, que es estar en situaciones de riesgo, que es estar en una posición política histérica permanente y desde luego sometidos a los vaivenes y a las decisiones políticas y coyunturas de otras formaciones que no es la que está gobernando, sino que es la que apoyan al Gobierno.

Temas

En España

    0
    comentarios