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HEZBOLÁ SIEMBRA EL TERROR ANTES DEL ALTO EL FUEGO, por Carlos Hernando

 

(Carlos Hernando-Haifa) Terroristas de Hezbolá han sembrado el terror al final de este domingo en esta ciudad del norte de Israel, apenas unas horas antes de que entre en vigor el alto el fuego pedido por el Consejo de Seguridad de la ONU en su resolución 1.701. Bombas, bombas y más bombas. No se escucha otra cosa en Haifa que las sirenas y los poderosos rugidos de los cohetes katiusha que han causado el pánico en la escasísima población que queda en esta localidad.
 
Hace unas horas han bombardeado los alrededores del hotel Nof, donde se hospeda gran parte de la prensa internacional. Los informadores han corrido despavoridos hacia el refugio del hotel, donde han esperado a que pasara la interminable salva de cohetes lanzados por los terroristas desde el otro lado de la frontera con el Líbano.
 
Hay algo que tienes que tener en cuenta cuando vives en Haifa: que la lotería de la vida y de la muerte no respeta a nadie.
 
Uno cree que la zona donde se concentra la prensa internacional es un lugar seguro, pero no es así. En los alrededores del Carmel Centre, en lo alto del monte Carmelo, hacía varios días que no caía un cohete.
 
La gente del lugar respiraba tranquila sabiendo que la pesadilla que llevan viviendo más de un mes llegaba a su fin. Pero los terroristas no respetan nada. Este domingo han matado a una persona y está por ver si alguien ha muerto por culpa de ese cohete asesino.
 
Le he visto. He contemplado el vuelo de ese mensajero de la muerte. Antes de su poderoso rugido, he escuchado como se acercaba. Estaba confiado. Nunca pasa nada en Haifa si estás cerca de los periodistas de Al-Yazeera. Pero esta vez no ha sido así. Acababa de llegar a la habitación de mi hotel. Sonaron las sirenas. Encendí un cigarrillo mientras me acercaba a la terraza confiado de que este cohete como los otros no llegaría hasta el Monte Carmelo. Pero no ha sido así. Escuche un poderoso silbido. Se me congelo el corazón y me dije: "este cae cerca". Y, de repente, un poderosísimo estallido me echó para atrás. Después sobrevino el caos. Fuego, humo negro, las sirenas de los servicios de emergencia ..... Me acaban de informar que hay tres heridos y varias personas en estado de shock.
 
Es el reino del terror. Causado por los fanáticos de Hezbolá. Lo he vivido en mis carnes. La indefensión de una población civil que quiere vivir en paz y que acepta estoicamente hacer una visita cada diez minutos a los refugios. Quien no respeta esta norma ya sabe a lo que se atiene. Suelo refugiarme en un metro cercano donde reina la camaradería. Aunque uno no se pueda tomar un café tranquilamente, se hacen buenos amigos en el refugio. Y más, cuando uno revela su nacionalidad. ¡Soy español, de Madrid! Son las palabras mágicas para que a uno le bombardeen con preguntas del Real Madrid. Parece casi surrealista cómo sigue la vida. Hablando de Raúl, Ronaldo, Beckham y compañía en las entrañas del metro de Haifa (el único que tiene Israel), mientras arriba se escucha el lenguaje de la muerte de Hezbolá.
 
Una ciudad fantasma
 
La primera impresión que uno tiene cuando llega a Haifa en estos tiempos tiene nombre de soledad: la desolación es completa. Haifa parece una ciudad fantasma. Los comercios están cerrados. Más de dos tercios de la población han desalojado sus casas. No se puede comprar artículos de lujo como cintas de video, grabadoras, etcétera. Los pocos taxistas que siguen circulando por la ciudad, sortean esta situación y aprovechan para sablearte. Tu les recriminas su actitud y ellos te responden: ¡pues vete andando!.
 
Soledad, desolación, ciudad fantasma. Haifa debería ser la punta de lanza de una comunicación que mostrara al mundo como sufren los habitantes del norte de Israel. Pero aquí pocos se quejan. Debe ser el milenario estoicismo de los hebreos. Nadie tiene en cuenta que si no fuera por el elevado desarrollo del sistema de protección civil (sirenas, avisos, recomendaciones, etc...) los muertos en el norte de Israel se contarían por centenas. Lo he podido comprobar. Sin sirenas, mucha gente perecería, ya que nadie quieren darle el placer a los terroristas de ver cercenada la normalidad de sus vidas.
 
Otras de las cosas que impactan al visitante es que Haifa es una ciudad sin niños. La mayoría han sido desalojados o viven en los refugios lejos de la muerte que traen los cohetes. Preocupa mucho a las autoridades el cercano inicio de la jornada escolar. Esperan que todo este solucionado para entonces. Porque son muy pocos los que creen que los terroristas de Hezbolá sean de fiar. Todo lo contrario. Las personas con las que he hablado consideran negativo el alto el fuego. "¡Tenemos que terminar nuestro trabajo. Si no dentro de unos años tendremos otra guerra!", me dice Adan, propietario de un café en el Carmel Center.
 
La lluvia de los cohetes no cesa. Este domingo han caído 250 cohetes en el norte de Israel. Ha muerto una persona y hay más de 35 heridos. Así prepara el alto el fuego el grupo terrorista Hezbolá.
 
Incluso cuando escribo esta crónica desde el interior del hotel, oigo las sirenas. Las explosiones. El caos. Los accidentes que suceden debido a la excesiva velocidad de los automovilistas que corren despavoridos cuando oyen las sirenas. Los gritos de la gente. Ataques de pánico. Ansiedad. Alteración del ánimo. A nadie le enseñan como resistir a los bombardeos. Sobre todo desde el punto de vista psicológico. Hay más de 3.000 personas en estado de shock post-traumático.
 
Hace unos días, en un retorcido mensaje de guerra psicológica, Nasrala, el líder terrorista de Hezbola, recomendó a los árabes de Haifa que se fueran de la ciudad. Y lo hizo porque sabe que ésta es la ciudad de la coexistencia pacífica milenaria entre árabes y judíos. Quería que los judíos de Haifa acusaran a los árabes de traidores por dejar la ciudad. Pero no ha surtido efecto. He sido testigo este domingo de cómo árabes y judíos comparten un café en paz, sentados en el Monte Carmelo y divisando la hermosa estampa de la bahía y el puerto de Haifa. También comprendo lo que me dijeron unos árabes que abandonaron el lugar: ¡No queremos morir. Odiamos a Nasrala por traernos la guerra otra vez! .. Quedan muy pocos habitantes en Haifa. El miedo es libre. Ellos pueden irse. Yo me quedo.

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