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PROHIBIDO EL PASO: LA OBSESIÓN SOCIALISTA POR EL COCHE

El establecimiento de peajes en el interior de las ciudades para el vehículo privado es una medida inmensamente impopular. Londres y Oslo los han impuesto, entre un fuerte rechazo de la población y con resultados irregulares. La recaudación de los gobiernos aumenta, lo que no está claro es que la medida resuelva el problema del tráfico.  La polémica fue tan intensa en Francia, que el ex primer ministro Raffarin tuvo que intervenir para descartar el peaje que iba a aplicarse en París. Algo parecido ha sucedido en Estocolmo, donde el Gobierno ha suspendido sus intenciones de imponerla, ante el fuerte rechazo popular, de más del 80%, y ha decidido convocar un referéndum. En todo caso, la presión fiscal sobre los automovilistas es sintomática de la obsesión de los gobiernos socialistas con este sector, símbolo de la libertad personal.

L D (EFE) El primer ministro francés, Jean-Pierre Raffarin, descartó en 1994 la instauración de peajes a la entrada de las ciudades para los automóviles, con lo que descalificaba una iniciativa de una comisión parlamentaria, con el argumento de que quiere preservar el poder adquisitivo de los franceses. "No haremos peajes a la entrada de las ciudades. Actuamos para preservar el poder adquisitivo de los franceses, declaró Raffarin a la prensa.

La comisión de Leyes de la Asamblea Nacional francesa (Cámara Baja) había dado su "acuerdo de principio" a la creación de un impuesto para el tráfico de vehículos en las ciudades de más de 100.000 habitantes. De acuerdo con la propuesta de los diputados, el impuesto debería ser fijado por los Ayuntamientos, los organismos supramunicipales o las entidades responsables del transporte urbano.
 
Esa es la misma medida que ahora quiere implantar el PSOE y que se ha implantado este año en Suecia entre un fuerte rechazo popular. El "Impuesto por Congestión" (Trangselskatt) obliga a los suecos a pagar por entrar y salir del centro de la capital. Según la última encuesta de opinión del pasado mes de enero, el 80 por ciento de los residentes de Estocolmo se oponen a tener que pagar por entrar y por salir de la ciudad. De hecho, una pequeña parte de los 400.000 automovilistas habían adquirido el aparato que hará que su vehículo sea registrado al salir y al entrar a Estocolmo. El cargo de 6,5 euros al día, se cobra directamente de sus cuentas bancarias.
 
Uno de los puntos que mayor fricción que provocó entre los automovilistas y las autoridades, es el hecho de que para entrar se pague y para salir también, pues consideran que es ridículo tener que pagar por salir de un lugar.
Otro problema lo constituyen los que viven en el centro de la capital, pues tendrán que pagar por salir de sus casas si quieren ir a un sitio que esté fuera de los límites marcados.

Pero la palabra final la tendrá el pueblo durante las elecciones parlamentarias del próximo mes de septiembre. Los suecos participarán en un referendo para decidir en las urnas si aceptan o no pagar por entrar y salir de Estocolmo.

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