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SUS SUPERIORES LE ORDENARON QUE "PARARA AHÍ" LA INVESTIGACIÓN

El agente Campillo excluyó de su informe el testimonio de Lavandera sobre las bombas con móviles por parecerle "poco creíble"

El guardia civil, Jesús Campillo, ha testificado que no dio importancia a la información que le facilitó Francisco Javier Lavandera sobre detonar explosivos con móviles, porque "me pareció poco creíble". El agente, en el juicio por la operación Pipol, explicó que en la Comandancia nunca, hasta esa fecha, les comunicaron que se pudieran hacer bombas con los teléfonos. Campillo ha asegurado que la cinta donde gravó la confesión de Lavandera se la entregó, junto con un informe, a sus superiores. "La cinta la entregué a mi teniente porque creí que había indicios para abrir una investigación y como vi que no le daban mucha importancia insistí para ver qué pasaba y por las llamadas que recibía de Lavandera, pero me dijeron que parara ahí y así lo hice".

El guardia civil, Jesús Campillo, ha testificado que no dio importancia a la información que le facilitó Francisco Javier Lavandera sobre detonar explosivos con móviles, porque "me pareció poco creíble". El agente, en el juicio por la operación Pipol, explicó que en la Comandancia nunca, hasta esa fecha, les comunicaron que se pudieran hacer bombas con los teléfonos. Campillo ha asegurado que la cinta donde gravó la confesión de Lavandera se la entregó, junto con un informe, a sus superiores. "La cinta la entregué a mi teniente porque creí que había indicios para abrir una investigación y como vi que no le daban mucha importancia insistí para ver qué pasaba y por las llamadas que recibía de Lavandera, pero me dijeron que parara ahí y así lo hice".
L D (EFE) Francisco Javier Lavandera y Rafá Zouhier ratificaron este miércoles que el ex minero Emilio Suárez Trashorras, imputado por los atentados del 11-M, ofrecía en el verano de 2001 cientos de kilos de Goma 2 sin importarle su destino. Lavandera y Zouhier testificaron ante la sección octava de la Audiencia Provincial de Asturias en el juicio por la "Operación Pipol" contra veinte acusados de tráfico de drogas y explosivos, entre ellos Suárez Trashorras y su cuñado Antonio Toro, para los que el fiscal pide sendas penas de 17 años de cárcel.
 
Ambos comparecieron durante la octava sesión del juicio y reiteraron sus acusaciones contra Trashorras y Toro, para los que la Fiscalía de la Audiencia Nacional pide penas de 38.667 y 23 años de prisión, respectivamente, en el sumario de los atentados del 11-M. "Toro me dijo que disponía de explosivos y que podía hacer negocios, mientras que Trashorras aseguró que no le importaba el destino que se les diera", afirmó Zohuier, imputado también en el sumario del 11-M, y que fue citado por el fiscal, José Perals, para que testificase sobre su relación con Toro en la cárcel de Villabona (Asturias) cuando ambos cumplían condena en otoño de 2001.
 
"Vengo a hablar de explosivos y no de drogas", afirmó ante las preguntas del fiscal sobre la red de estupefacientes, lo que obligó al presidente del Tribunal, Bernardo Donapetry, a poner orden varias veces en la sala ante las respuestas del marroquí.
 
Zouhier, para quien el fiscal pide 20 años de prisión por los atentados de Madrid, aseguró que conoció en la cárcel a casi todos los acusados de la "Operación Pipol" y que cuando confirmó la información de los explosivos avisó a la Guardia Civil. "Por eso me llaman chivato, cuando he intentado salvar a 200 españoles de la muerte", subrayó.
 
Al igual que en su primera declaración ante el juez, que hizo por videoconferencia hace dos años, Zouhier declaró que Trashorras y su esposa, Carmen Toro, le propusieron asesinar a Lavandera, el ex confidente que tuvo la consideración de testigo protegido del 11-M hasta febrero de 2005 y que compareció también ante el tribunal. En su declaración ratificó que Toro le dijo que podía conseguir "hasta mil kilos de dinamita a la semana" y que no le creyó hasta que en verano de 2001 le mostró en el maletero de un coche "más de cien cartuchos de Goma 2, que podrían ser unos 40 ó 50 kilos".
 
"Al ver el contenido del maletero me quedé frío y lo denuncié ese día a la Policía Nacional, donde no me hicieron ningún caso", declaró Lavandera, que admitió que Trashorras nunca le mostró dinamita aunque sí le dijo que disponían de 400 kilos de explosivos aunque siempre le pareció que "hablaba por boca del señor Toro". Lavandera, que trabajaba como portero en el club "Horóscopo" de Gijón, declaró que decidió trasladar su denuncia a la Guardia Civil tras no tener eco en la Policía Nacional y que avisó en numerosas ocasiones a este cuerpo de la presencia de Trashorras en el local donde supuestamente contactaba con clientes para ofrecer explosivos.
 
Antes de prestar declaración, el testigo afirmó a las puertas del Palacio de Justicia que consideraba que Trashorras "sabía para qué iba ser usada la dinamita" y que detrás de él había "más gente, porque de otra forma no se entiende que alguien vaya ofreciendo explosivos por la noche sin que lo sepa la Policía". "Estaban controlados y protegidos –en referencia a Toro y Trashorras– por lo que debería haber alguien más en el banquillo, por ejemplo Manuel García –ex jefe de estupefacientes de Avilés del que era confidente el ex minero–", señaló Lavandera.
 
Campillo excluyó de su informe el dato de las bombas con móviles
 
Lavandera tampoco pudo concretar la fecha en la que contactó con el guardia civil Jesús Campillo, el tercer testigo que compareció en la sesión y autor de las grabaciones realizadas a Lavandera y localizadas tras el 11-M en el patio del cuartel de Cancienes (Avilés), en una zona donde antes se limpiaron unas mesas. Campillo dijo haber creído "desde el primer momento" a Lavandera cuando alertaba de la existencia de una red de tráfico de explosivos en Asturias porque "los datos eran creíbles"
 
En la cinta, que será escuchada por el tribunal la próxima semana, Lavandera alertaba de que Trashorras y Toro manejaban grandes cantidades de explosivos y que buscaban a alguien que supiese fabricar bombas activadas por medio de teléfonos móviles. Campillo transcribió la grabación y la adjuntó a un informe, aunque omitiendo la cuestión de los teléfonos móviles porque dijo "me pareció poco creíble" y añadió que la "credibilidad" del testimonio de Lavandera le llevó a entregar el documento junto a la cinta a sus superiores, pero que éstos "lo fueron dejando ahí".
 
"La cinta la entregué a mi teniente porque creí que había indicios para abrir una investigación y como vi que no le daban mucha importancia insistí para ver qué pasaba y por las llamadas que recibía de Lavandera, pero me dijeron que parara ahí y así lo hice", afirmó el agente Campillo.

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