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LOS COLORES DE LA PROTESTA, por Paola González Lamarca

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(Libertad Digital - Paola González Lamarca) Cinco de la tarde, la capital de España se tiñe de los colores de su bandera. Banderas que se alzan sobre nuestras cabezas para acompañar en esta tarde a la que preside desde hace años la plaza de Colón, que hoy, a pesar del escaso viento, se diría que ondea con más fuerza. El lleno es tal que hasta a los compañeros de la prensa les está costando hacerse un hueco entre la multitud para alcanzar la cabecera de la marcha.

La pancarta principal, tras la que se parapetan las personalidades lo resume todo en una frase: “Por la Libertad, derrotemos juntos a ETA”. Gritos espontáneos y otros no tanto cuyo ritmo lo marca la organización con sus megáfonos. Se grita, básicamente, libertad y las infinitas formas en las que puede combinarse esa palabra.

Con precisión y una puntualidad que no se estila en Madrid, a las cinco de la tarde se lanzan 25.000 globos al aire y todo el paseo de Recoletos irrumpe en un aplauso multitudinario. Más de un millón de personas con la mirada puesta en el cielo. Patriotismo y sentimiento de unidad. Pocas veces los que ahora llenan este rincón de Madrid tienen la oportunidad de demostrarlo en público. No hay, o no debería haber ideologías; esta tarde todos son iguales porque defienden una única causa: defender el Estado de derecho ante la presión de hombres que persiguen sus objetivos mediante la herramienta del terror.

Pero los políticos se resisten, apretujados en la cabecera, casi confundidos con el resto de la manifestación. La cercanía propicia que, por ejemplo, un veterano de la cosa pública como Manuel Fraga se desmarque mostrando su lento andar a los fotógrafos condenados en este tipo de eventos a la instantánea robada. Fraga, sin embargo, no quiere saber nada de Zapatero: “Yo no quiero hablar de Zapatero, yo sólo quiero hablar de España, España…”. Enfatizando España, claro, que para algo es el decano de la derecha española. Zapatero es, pese a todo, el protagonista de la manifestación. Zapatero y España, España y Zapatero, pasando, naturalmente, por la rendición ante ETA que, para todos los asistentes, es lo que verdaderamente importa.

Rendirse ante ETA es grave pero, insistir en ello después de un atentado tan brutal como el de Barajas, es tan chocante que una de las consignas preferidas de la marcha es precisamente esa, la de unir una cosa y la otra. Y de pronto aparece Aznar. ¡Presidente!, ¡Presidente!, gritan al unísono los laterales de la manifestación. El ex presidente del Gobierno sigue teniendo un magnetismo irresistible para muchos. Quizá sea su flema, o la seriedad que le pone en todo: “Considero que Zapatero no reúne las cualidades básicas para poder ser Presidente del Gobierno”. Aznar es así, lo despacha todo con un laconismo y sin inmutar un solo músculo del rostro.

La marcha avanza trabajosamente y alcanza la plaza de la Cibeles. Gentío y más banderas. Se hace de noche, la casa de América y el Palacio de las Telecomunicaciones se engalanan con su iluminación nocturna y los miembros del Foro de Ermua toman el estrado situado bajo la puerta de Alcalá. “Debemos aprender de nuestro pasado que no hay nada que negociar con ETA”, “debemos aprender de nuestro pasado que la unión de las principales fuerzas políticas de España en una política antiterrorista sustentada sobre bases claras y de firmeza, apostando por la derrota de ETA y contra la negociación, es el mejor camino para reducir a los terrorista a la incapacidad y marginalidad y conseguir, finalmente, su derrota y el triunfo de la libertad.” Pocas veces se puede decir tanto en tan poco espacio. Mikel Buesa está satisfecho. La convocatoria ha sido un éxito al que ha contribuido hasta la siempre traicionera meteorología madrileña, empeñada en chafar las ocasiones en que a madrileños y visitantes les da por echarse a la calle a protestar.

La satisfacción es compartida por los que asisten frente al estrado. “La firmeza y la unidad son nuestras únicas arma contra el terrorismo, si lo olvidamos habremos perdido” dice un señor de Guipúzcoa que se ha desplazado hasta la capital sólo para desfilar de la plaza de Colón a la de la Independencia. Su acompañante, una señora que exhibe con orgullo una bandera de España, remata convencida: “Esta tarde nos unen nuestros colores, nuestro derecho como ciudadanos a condenar la desvergüenza y un amor compartido por España”.

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