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LD ( Fernando DÍAZ VILLANUEVA /  V. GAGO ) La Universidad está revuelta. La Reforma de Bolonia los empujará a la calle el próximo 8 de mayo, en la primera huelga general universitaria de la era Zapatero. Libertad Digital ha convivido con el foco estudiantil que lidera lo que quiere llegar a ser una rebelión contra el Espacio Europeo de Educación Superior. ¿Qué quieren y cómo piensan los jóvenes a los que Zapatero aspira a convertir en clientela y pueden darle el primer disgusto de su nuevo mandato? En el interior: crónica, galería de imágenes y micro-vídeos con impresiones de estudiantes y profesores durante el encierro.
 
El rector de la UCM se sometió este viernes a una multitudinaria asamblea de casi cuatro horas con más de mil estudiantes en la Facultad de Filosofía. Lo hizo, más para contener los ánimos que para ofrecer soluciones a un malestar con el Proceso de Bolonia, pero también por viejas querellas del movimiento estudiantil anti-sistema, como la subida de tasas o el mecenazgo de la investigación y la docencia por empresas privadas.
 
La segregación de la política universitaria del Ministerio de Educación y su traspaso al  nuevo de Ciencia e Innovación, la inminente desaparición de las licenciaturas y su sustitución por títulos de grado de cuatro años, o la obligación de cursar un master para ejercer de profesor en la Enseñanza Secundaria, cuando antes bastaba con el Certificado de Aptitud Pedagógica (CAP), han prendido la chispa de una protesta que conducirá a una huelga universitaria acompañada de manifestaciones el próximo 8 de mayo, la primera asonada universitaria seria de la época de Rodríguez Zapatero.

Es un malestar entre paradojas. Primera paradoja. La generación de la LOGSE pide, por primera vez, saber más. Eso sí, hijos de una época de comodidades y conquistas fáciles, quieren que el aprendizaje sea una fiesta; "la fiesta del conocimiento", la llama Alfredo Almendro, alumno de Filosofía y uno de los líderes del "encierro a la japonesa" que unos 200 estudiantes de varias facultades de la Universidad Complutense mantienen desde el pasado 14 de abril en el vestíbulo del edificio que comparten las de Filología y Filosofía.


(Micro-vídeo: LD / F. Díaz Villanueva )
 
Segunda paradoja. La "fiesta del conocimiento" debería transcurrir sin intrusos del mundo real, ni Estado ni empresas, algo sólo entre profesores y alumnos, una isla ateniense que el contribuyente pague sin hacer preguntas, un crecimiento intelectual a base de debates en clase, reflexión pura  y paradigmas colectivistas alternativos a los de este mundo de individuos, cosas y dinero.
 
Muchos clásicos del pensamiento utópico, muchas redes y mucho Twitter para no confrontar lo aprendido con la realidad, para no evaluarlo y evaluarse a sí mismos en la vida física y punzante. La Universidad como santuario del "debate y la reflexión", a salvo de la "mercantilización" y el "sometimiento a las demandas del mercado laboral", señalan los primeros rebeldes del Proceso de Bolonia.
 
Sin embargo, también quieren trabajar, a ser posible como funcionarios, de la Educación o de la burocracia del Estado, quieren emanciparse y viajar, decorar su casa y cenar en un hindú de Lavapiés, quieren permitirse una bohemia idealista un poco más holgada que la que da apenas para la tarjeta pre-pago del móvil, el bonobús, algún que otro libro, algún que otro botellón.
 
Tercera paradoja. Recelan de la autoridad pero adoran a los profesores; al menos, a algunos, a los que les acompañan estos días en su amotinamiento contra los cambios en marcha o por venir en la universidad. Desconfían del rector pero se hacen acompañar y dan voz a dos profesoras, Ana Rioja (Filosofía) y Ana Téllez (Ciencias Físicas), en la multitudinaria asamblea de este viernes en el Paraninfo de la Facultad de Filosofía.


(Micro-video: LD / FDV)
 
No son las únicas. Las primeras filas están llenas de profesores que simpatizan con la revuelta estudiantil contra Bolonia. Sus intervenciones en la asamblea son de las más enardecidas y ovacionadas por los más de 1.000 jóvenes que llenan hasta en pasillos y escaleras el Paraninfo.
 
EL PROFESOR HA MUERTO, VIVA EL COLEGA
 
El pasado 14 de abril, al comenzar la acampada en el vestíbulo de la facultad, una profesora intervino en una de las primeras reuniones de los estudiantes para ofrecerse a traer café, agua y alimentos. El decano ha mirado para otro lado, ante la anómala transformación del edificio en un camping lleno de pancartas que llaman a expulsar las empresas privadas de la universidad, o que invocan artículos de la Constitución...de la II República.
 
¿Qué pasa aquí? Probablemente, una de las novedades de esta Primavera de Bolonia con respecto a protestas estudiantiles de otras épocas es que expresa un cambio del rol del profesor más profundo de lo percibido en los diagnósticos sobre la Enseñanza Secundaria.
 
Esta generación llega del bachillerato con un concepto del profesor distinto al de sus mayores. Han dejado de verlo como una autoridad para tratarlo como a un colega. Por su parte, buena parte de los profesores ha preferido nivelarse, para sustituir el conocimiento que le daba autoridad –y al que ha renunciado– por la ideología y la consigna que le dan protección.
 
Hay profesores universitarios que, antes que denunciar el desastre de la Enseñanza Secundaria y señalar a sus responsables, políticos y abusadores de menores de la pedagogía progresista, prefieren unirse a los chicos en su rebelión romántica contra el mercado, las multinacionales y las tasas académicas.
 
Es probable que compartan con sus airados alumnos la noble impotencia ante la institucionalización de la ignorancia. Probablemente sienten el mismo asco de ver reducida la Universidad a un denodado remiendo de la rotura y el jibarismo mental que una casta de gobernantes sin escrúpulos y aprendices de brujo de la pedagogía ha infligido a conciencia a sus pupilos. Pero, y aquí está la paradoja, en vez de alentarles a salir de la cárcel ideológica que los ha reducido a ese estado de uniformes andantes, se unen a ellos en la festiva revuelta a favor de sus barrotes.
 
UNA EXPLOSIÓN CONTROLADA
 
En el plano político, aún es pronto para estimar el impacto que sobre las reformas universitarias en marcha, y sobre el Gobierno, tendrá el movimiento estudiantil que ha nacido esta semana en España, entre sacos de dormir, conmemoraciones republicanas y nuevas tecnologías de la sociedad-red puestas al servicio de la agitación humana.
 
En menos de una semana, los estudiantes acampados en la Complutense han cambiado la agenda del rector, han llenado el Paraninfo con una asamblea multitudinaria como no se recordaba desde la época de la Transición, han atraído los focos de las mayores cadenas de televisión, radios, agencias de noticias y diarios, y todo ello con la ayuda de pequeñas cámaras de fotos digitales, un blog, teléfonos móviles y una disciplina organizativa que ya quisieran para sí muchas plataformas cívicas con más horas de vuelo, y que sugiere la infiltración y el control por parte de alguna experimentada organización. 


 
(Micro-vídeo: LD / FDV)
 
 
Los rectores, feroces contra las políticas del PP y fieles ejecutores de las de Rodríguez Zapatero, parecen temer por el crecimiento de este nuevo movimiento.
 
Tal vez por esa razón, el de la Complutense, Carlos Berzosa, está dando todas las facilidades a los encerrados de la Facultad de Filosofía, se apresuró a aceptar una asamblea con ellos y va a pagarles el montaje de una carpa junto a la boca del Metro de Ciudad Universitaria para que, a partir de la próxima semana, extiendan su causa por todo el campus y llamen a la primera manifestación contra el proceso de Bolonia, que se celebrará el próximo 8 de mayo.
 
Berzosa intentó vencer el recelo de los estudiantes proclamando en la asamblea que él apoya el encierro y comparte el malestar de los estudiantes con la desaparición de las licenciaturas y su sustitución por nuevos títulos de grado, de cuatro años de duración, o con la nueva obligación de cursar un master profesional para ejercer determinadas profesiones, como profesor de Enseñanza Secundaria o abogado. 
 
"El proceso de Bolonia" –dijo– "tiene dos ventajas: favorece la movilidad de los estudiantes entre universidades europeas y homologa automáticamente sus títulos, pero en todo lo demás no lo comparto", dijo a los estudiantes. "No comparto la visión de una Universidad organizada por el principio de la competitividad. Estoy a favor, como vosotros, de una Universidad que contribuya al progreso social, la equidad y el desarrollo sostenible".

Esta opinión del rector ilustra la peculiar naturaleza de la protesta universitaria que está naciendo. Lo que la hace distinta a las de los años 60 y 70 es que aquéllas se hacían contra la autoridad política y académica. Ésta de 2008, en cambio, si llega a cuajar, no será contra nadie o será contra espectros ideológicos como "las multinacionales" o "Europa".
 
Los rectores de las universidades públicas, y muchos de los profesores, están o dicen estar junto a los estudiantes descontentos, más para contenerlos con palmaditas de comprensión que para alentarlos a asaltar los palacios del poder.
 
En cuanto al  presidente del Gobierno, es el mismo al que ha votado la mayoría de los jóvenes y con el que probablemente comparten una cosmovisión radical y colectivista.
 
Entonces, ¿a dónde, a qué palacios, llevarán su protesta el próximo mes de mayo?

La rebelión estudiantil en ciernes contra el Proceso de Bolonia va a ser una prueba de coherencia para la ideología anti-sistema que inspira este movimiento.
 
Si piden, como declaran sus líderes, una enseñanza universitaria exigente y duradera, en vez de los nuevos títulos generalistas y prácticos de cuatro años, no deberían tener inconveniente en sumar a su causa a organizaciones de estudiantes y plataformas de padres y profesores que están reclamando exactamente excelencia y rigor en la Educación.
 
En segundo lugar, está por ver si profesores y estudiantes del movimiento anti-Bolonia se atreven a llevar su presión al Gobierno para que revoque el polémico formato de master que les habilitará para ejercer determinadas profesiones, o bien es más fuerte en ellos el prejuicio sectario de que con un Gobierno de derecha los de su clase y los de su generación lo tendrían peor para aprender y para prosperar en la vida.
 
Nada más desfasado. El propio Mariano Rajoy ha invitado este sábado a los liberales a abandonar el PP, al tiempo que ha hecho suyos los valores socialistas de la igualdad y la solidaridad provistas por el Estado. Ya no hay ninguna razón para que, entre las paradojas de este incipiente movimiento estudiantil lleno de paradojas, no añada la de invitar a la mani del próximo 8 de mayo a Nuevas Generaciones.

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